Con la caña que le arrojaban los estimados, de haberse molido mejor, el país tuviera hoy una superior producción de azúcar y seguridad en el plan.
Esto se confirmó en los datos de inicio de abril, ocasión en que el promedio, aunque no parejo, registró 100,7 %, o sea, 41,8 toneladas por hectárea.
Por eso los más veteranos en el sector defienden a ultranza una máxima: el azúcar se fabrica en los cañaverales y la industria la procesa y extrae los granos en las centrífugas.
Cierto que resta mucha caña de la estimada por llegar al basculador, la cual exige protección, pero la diferencia entre centrales mantiene a la zafra en riesgosa e incómoda posición.
Los análisis reflejan que mientras unas provincias logran un ritmo estable de corte, otras quedan a la zaga y acentúan el peligro al disminuir sus niveles de azúcar y dejar cañas en los campos.
Y es que no todas las provincias y centrales logran el equilibrio necesario para darle a la industria la caña que planificó cosechar. En unos casos, hay cierta dosis de justificación, en otros, no.
Esta realidad marca el desbalance entre el azúcar fabricada y la que se tiene, lo cual le aprieta a la zafra "las tuercas" del cumplimiento y a partir de ahora lo que se haga obliga a ponerlo todo en función del abasto, hasta eliminar o disminuir atrasos. No olvidar que los promedios, un tanto engañosos, cubren con su manto las ineficiencias.
Ciego de Ávila, Camagüey, Matanzas y Cienfuegos rebasan, con sus valores, el 100 % y muy pegada aparece Sancti Spíritus.
En cambio, Mayabeque está al 107,5 %, pero cuando en la provincia analizan el cumplimiento en azúcar descubren que tan favorable estimado obedece a la caña que, por diferentes razones, está sin moler.
Para sus ingenios el plan se torna muy difícil pues la materia prima que hoy cosechan es inferior a las necesidades y a la tarea que debe recibir, por ejemplo, el Héctor Molina, su máximo productor.
Lo último sería procesar de nuevo la caña que no ha podido moler el Héctor Molina mediante la vinculación con otros centrales, trasiego que encarece el costo de la tonelada y prolonga la llegada de esa materia prima al basculador.
Los técnicos del Grupo Azucarero califican como poco probable tal milagro, porque a partir de ahora la tendencia es la reducción agrícola y la baja en el Rendimiento Potencial de la Caña (RPC) contenido.
Por eso se torna imprescindible incrementar la molienda, acelerar la norma potencial y que los centrales en operación fortalezcan el suministro mediante el corte, alza y tiro.
Existen en el país ingenios que tienen seguros sus planes y los hay que ya cumplieron o están a punto de hacerlo. Otros no deben afrontar problemas dada la buena forma tecnológica de la industria, la efectiva respuesta de los abastecedores, la calificación del personal y tener cobertura de tiempo para cumplir.
El panorama es muy diferente en Santiago de Cuba, Holguín y Las Tunas, grupo que no llega al promedio nacional. Sus cañaverales padecen los efectos del ciclón Sandy y los de Santiago llevan la peor parte.
Sucede a la inversa en varios centrales: el Ecuador, Carlos Manuel de Céspedes, Harlem, René Fraga, Comandante Manuel fajardo, Héctor Rodríguez y el Mario Muñoz Monroy. Integran un grupo que se propone darle un extra a la zafra sin acudir a las cepas nuevas.
Varios de los que deciden en sus territorios marchan lejos del promedio nacional. El Julio Antonio Mella, el peor de todos, muestra por ejemplo, un saldo muy inferior al estimado con el 70 %. El Dos Ríos y el Paquito Rosales, también santiagueros, acusan parecida crisis y a ellos se une el gigante holguinero Urbano Noris con un pobre 85,3 %.
Esto se confirmó en los datos de inicio de abril, ocasión en que el promedio, aunque no parejo, registró 100,7 %, o sea, 41,8 toneladas por hectárea.
Por eso los más veteranos en el sector defienden a ultranza una máxima: el azúcar se fabrica en los cañaverales y la industria la procesa y extrae los granos en las centrífugas.
Cierto que resta mucha caña de la estimada por llegar al basculador, la cual exige protección, pero la diferencia entre centrales mantiene a la zafra en riesgosa e incómoda posición.
Los análisis reflejan que mientras unas provincias logran un ritmo estable de corte, otras quedan a la zaga y acentúan el peligro al disminuir sus niveles de azúcar y dejar cañas en los campos.
Y es que no todas las provincias y centrales logran el equilibrio necesario para darle a la industria la caña que planificó cosechar. En unos casos, hay cierta dosis de justificación, en otros, no.
Esta realidad marca el desbalance entre el azúcar fabricada y la que se tiene, lo cual le aprieta a la zafra "las tuercas" del cumplimiento y a partir de ahora lo que se haga obliga a ponerlo todo en función del abasto, hasta eliminar o disminuir atrasos. No olvidar que los promedios, un tanto engañosos, cubren con su manto las ineficiencias.
Ciego de Ávila, Camagüey, Matanzas y Cienfuegos rebasan, con sus valores, el 100 % y muy pegada aparece Sancti Spíritus.
En cambio, Mayabeque está al 107,5 %, pero cuando en la provincia analizan el cumplimiento en azúcar descubren que tan favorable estimado obedece a la caña que, por diferentes razones, está sin moler.
Para sus ingenios el plan se torna muy difícil pues la materia prima que hoy cosechan es inferior a las necesidades y a la tarea que debe recibir, por ejemplo, el Héctor Molina, su máximo productor.
Lo último sería procesar de nuevo la caña que no ha podido moler el Héctor Molina mediante la vinculación con otros centrales, trasiego que encarece el costo de la tonelada y prolonga la llegada de esa materia prima al basculador.
Los técnicos del Grupo Azucarero califican como poco probable tal milagro, porque a partir de ahora la tendencia es la reducción agrícola y la baja en el Rendimiento Potencial de la Caña (RPC) contenido.
Por eso se torna imprescindible incrementar la molienda, acelerar la norma potencial y que los centrales en operación fortalezcan el suministro mediante el corte, alza y tiro.
Existen en el país ingenios que tienen seguros sus planes y los hay que ya cumplieron o están a punto de hacerlo. Otros no deben afrontar problemas dada la buena forma tecnológica de la industria, la efectiva respuesta de los abastecedores, la calificación del personal y tener cobertura de tiempo para cumplir.
El panorama es muy diferente en Santiago de Cuba, Holguín y Las Tunas, grupo que no llega al promedio nacional. Sus cañaverales padecen los efectos del ciclón Sandy y los de Santiago llevan la peor parte.
Sucede a la inversa en varios centrales: el Ecuador, Carlos Manuel de Céspedes, Harlem, René Fraga, Comandante Manuel fajardo, Héctor Rodríguez y el Mario Muñoz Monroy. Integran un grupo que se propone darle un extra a la zafra sin acudir a las cepas nuevas.
Varios de los que deciden en sus territorios marchan lejos del promedio nacional. El Julio Antonio Mella, el peor de todos, muestra por ejemplo, un saldo muy inferior al estimado con el 70 %. El Dos Ríos y el Paquito Rosales, también santiagueros, acusan parecida crisis y a ellos se une el gigante holguinero Urbano Noris con un pobre 85,3 %.
Estas son apenas muestras de los sinsabores afrontados en esta cosecha, lo cual obligará a unos y otros emplearse a fondo en la caña por moler. De no hacerse, el mal será aún peor.
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