miércoles, abril 10, 2013

Boxeo cubano: Trainers castristas y diplomas

en la foto con el "profesor" sagarra, pedro luis diaz, el entrenador que ha puesto a miguel cotto al borde del retiro y responsable directo del sobrepeso de odlanier solis que anulo sus posibilidades de alcanzar posiciones cimeras en el boxeo mundial.
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El fracaso de Solís lo fue más de ‘la pedagogía de la escuela cubana de Garmuri’, que del propio boxeador

¿Yo quisiera saber qué persigue un trainer cubano de la última oleada de quedaditos, cuando le dispara a un periodista la retahíla de títulos, doctorados, postgraduados…a sabiendas de que eso lo va a leer un público que, muchas veces, desconoce la significación de “master universitario”; o de profesor-especialista de cualquiera de los grados docentes que amparan la sapiencia adquirida en Educación Superior o en Centros de Investigación?.

La cosa empezó en La Habana, cuando Castro pretendió imponer a la Unión Soviética como la más colosal fuerza inteligente y preparada de la historia, verdadera y única potencia “colegiada” en ejercicio, junto su sucursal la Alemania Oriental que, en el campo deportivo, formaba muy buenos instructores en administrar sustancias prohibidas, como a las nadadoras de Montreal-76.

Y comenzaron a mandar gente para allá que, después, se supo que eran utilizados en función de mano de obra esclava muchos de ellos y hasta hostigados por pandillas supremacistas blancas, en el corazón del paraíso de la igualdad.

Cualquier cubano fue ingeniero de ramas sin aplicación en la industria; pero tenían su título, hoy una memorabilia; a la vuelta, les creaban un puesto de trabajo, verdad que parásito; sin embargo, algo era algo.

No con todos ocurrió, por ejemplo, a Enrique Garmuri, a quien se le debe la frasecita de “la escuela cubana de boxeo”, sin aplicación funcional lógica ni existencia, lo enviaron al “campo socialista” a obtener más títulos que los que existen entre todos los docentes de Princeton juntos.

Después, cuando lograron regalarle las notas en la Facultad Obrero Campesina del Partido, en medio de la llamada carrera de los porcientos, en la que tenía que aprobar todo el mundo con nota excelente (entre 91-100 puntos), enviaron a quien llaman por aquí, con mas devoción que en Cuba, “El Profesor”, a Alcides Sagarra Carón, el empleado de Obras Publicas que vivía en el gimnasio de Manolo Fernández, que ayudaba al trainer y profesor de verdad en esa materia, enjuagándole los protectores a los boxeadores que subían en carteleras en la Arena Trejo y al que utilizó Castro para robarse, bajo intervención, el gimnasio que le dio albergue y alguna comida. Alcides, conocido como “Chícharo”, también fue un abusador que golpeaba, hasta que desfallecía, a su esposa de entonces, 1958-6... y un chivato del G-2 y aquí hay víctimas vivas.

Nadie sabía, porque no era intuible, que Chícharo fuera un diamante en bruto como entrenador de boxeo, nunca lo demostró y esa era una época en que ser negro no era obstáculo, que Luis Sarría y Kid Rapidez lo eran, así como la mayoría de los trainers profesionales cubanos hasta 1960.

Pero con Alcides se produjo un acontecimiento que pisoteó la moral, la clase y la personalidad del boxeo cubano: aceptó que la Unión Soviéica le colocara a Andrei Chervonenko a Teófilo Stevenson como su preparador, hasta que ganó en Munich-72. Hubiera sido demasiado pedirle a esa rata que, ante la vejación, renunciara al cargo de entrenador de la selección. Por supuesto, no solo lo aceptó, sino que encumbró al ruso que, ni en la selección de Moscú trabajaba, como lo más grande que había visto en la faena. En realidad, Andrei Chervonenko fue un sicólogo de la NKVD (después KGB), con experiencia en torturas de su especialidad desde la era estalinista de los gulaps. Stevenson nunca aprendió a boxear; pero si aprendió y dijo que “su pueblo valía más que un millón de dólares…”.

A pesar de todo, Alcides Sagarra, tal vez porque la carrera de los porcientos cubana fue “un legado socialista”, también recibió su “carretón” de títulos y distinciones pedagógicas y, posiblemente, se necesite medio día para decir todos sus galardones docentes. Ahora bien, nunca lograron enseñarlo a hablar, ningún logopeda fue capaz de hacerlo, por lo que no le corrigieron el defecto que le hacía pronunciar casi todas las consonantes como una “D”: “NOT DOBADON DA PEDEA” o “DEJADO QUE PEDEE”, además de que puede cometer 5 errores ortográficos en una palabra de cuatro letras.

Por Miami anda otro de los entrenadores de la cosecha del “Profesor Sagarra”, como que esta hecho en los moldes de “la escuela cubana”, pues no es brillante y un porciento elevado de la culpa en la derrota de Solís, la tienen este señor, su “Profesor” Sagarra, la “escuela cubana” y su “creador oral”, Enrique Garmuri.

Todo el mundo veía que Odlanier Solis mal boxeaba con 40-50 libras por encima de lo prudente e ideal para poder moverse con comodidad, sobrepeso que impediría que pudiera neutralizar el efecto de una lesión en una rodilla que ellos conocían previamente; sin embargo, utilizando un lenguaje raro, muy a lo cubano militante de hoy, le explico a la prensa: “el tema de su peso se ha exagerado demasiado; como amateur no pegaba, pero era rápido y técnico, para el boxeo profesional hemos tratado de potenciar-que palabrita más miliciana- su pegada, para eso debía aumentar su masa muscular. Al ocurrir esto se incrementa el tejido adiposo”. Entonces lo puso en las peligrosas 246 y le respondió de nuevo a la prensa que el habanero “estaba en el peso de un campeón” y el boxeador cayó como respuesta contundente a lo que este insuficiente, para el profesionalismo, había dicho.

Sin pensar en las legiones que no entienden esto, un periodista dijo que el entrenador se apoyaba en Albert Einstein para explicar que: “Para que exista un gran momento de fuerza, tiene que existir una relación directa entre masa y aceleración…” de ahí el sobrepeso que, todo traducido, solo quiere decir “mientras más gordo, más pega”. Esto se publicó hace algún tiempo en la sección deportiva de un diario del Sur de la Florida.

Pero la pegada no se puede adquirir y, como el poder de un bateador, es lo último que se pierde: un ligero completo que suba a completo y engorde 50 libras, verá reducida su velocidad; pero no ganará en pegada, porque no podrá tumbar a contrarios que necesitan de la fortaleza en los golpes de hombres naturales de la división. Lo que quiere decir que la pegada, por exceder el peso, no se logra nunca. Luego, a Solís, el trainer de “la escuela cubana” le hizo daño, porque con asimilación, técnica y velocidad se puede ganar un campeonato, sobre todo, porque la velocidad es el verdadero arma mortal de un pugilista, capaz de ponerlo encima en las apuestas sin discusión; a fin de cuentas, la pegada es un complemento y no al revés, no obligatoria para ganar, de la forma como si lo es boxear técnicamente con hambre, inteligencia y buena esquina. Independientemente de que a Solís le faltó también el coraje que salvará esa pelea, con el intento de continuarla.

Toménlo así: es una ridiculez pretender que, para entrenar a muchos campeones en el boxeo de verdad, el profesional; para demostrar que se es un sabio del entrenamiento boxístico, sea obligatorio  presentar un resumé con más títulos que los entregados por la Complutense en más de 500 años; peor aun, citar a un científico que, la mayoría de los lectores, muchas veces ni le conocen ni les interesa.

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