Ni carnaval ni terremoto: simplemente “realpolitik”.
Con la muerte de Hugo Chávez se comenzaron a repetir en Miami y en mucha prensa internacional una serie de lugares comunes que no conducen a más nada que a la depresión y el fracaso: uno de los más recurridos, que en La Habana están muy nerviosos.
Una de las escenas más lamentables en la noche del martes mostraba en la televisión en español en Miami a venezolanos bebiendo, con arepas, música y cantos, repitiendo continuamente ante las cámaras que no se alegraban por la muerte de un ser humano sino por la oportunidad que se abría para Venezuela. Esa última expresión la repitieron también algunos políticos del sur de La Florida. Con lo cual unos y otros mostraban, simultáneamente, hipocresía en las declaraciones y despiste político.
Innumerables veces se ha repetido, refiriéndose a Hugo Chávez y sus sucesores, que el liderazgo y el carisma no se heredan, lo cual es absolutamente cierto. Sin embargo, derivar de esa premisa el fracaso garantizado de los sucesores es la perfección del sofisma: ¿quién dice que sin liderazgo y carisma no se puede gobernar un país controlando los principales mecanismos del poder? ¿Por qué no le preguntan a Raúl Castro?
Lo más grave para los sucesores de Chávez no será carecer de liderazgo o carisma, sino carecer de dinero en las arcas del gobierno para continuar financiando el clientelismo político y las medidas populistas. Y si bien la situación económica venezolana no es la misma de algunos años atrás, y puede empeorar mucho más, hay que preguntarse si realmente las arcas del chavismo están tan vacías como se dice. Pretender analizar la Venezuela chavista como un país normal y abierto, como se ha querido hacer con Cuba, solamente lleva a confusión y enredo.
La misma cantinela sobre carisma y liderazgo se repetía acerca de Cuba en 2006, cuando era evidente que la salud de Fidel Castro se deterioraba y Raúl Castro, aceleradamente, resucitaba el secretariado del partido comunista cubano y afinaba un conjunto de medidas para garantizar la sucesión. A partir del 31 de julio de ese año, cuando se anunció la enfermedad del Comandante y su alejamiento del poder “con carácter provisional”, se repitió hasta el aburrimiento lo que ya se venía diciendo, y se especuló con la imposibilidad de que el general pudiera mantener el timón de la nave sin grandes cataclismos.
Sin embargo, en estos momentos, Raúl Castro, sin el liderazgo ni el carisma de su hermano mayor, llevaba ya seis años, siete meses y siete días en el poder absoluto (entre la etapa provisional y la oficial), sin dar muestras de que el control se le esté escapando de las manos, sino todo lo contrario.
Ahora hay muchos que se preguntan qué estará pasando por la mente de los dirigentes cubanos en ocasión de la muerte de Chávez. Lo que esté pasando exactamente es imposible saberlo, pero lo que es seguro es que eso no los sorprendió, porque muchas variantes posibles ya estaban analizadas desde mucho antes.
Nos pasamos el tiempo diciendo que los militares gobiernan en Cuba y controlan la economía cubana, lo cual es completamente cierto, pero después de decirlo consideramos que esos militares piensan y razonan como civiles tomando café en Hialeah o parejas de enamorados bebiendo cerveza en Varadero.
Lo que menos gusta a los militares de cualquier país del mundo son las sorpresas: un militar sorprendido es un militar derrotado. Por eso viven continuamente “apreciando la situación” y analizando los escenarios posibles para cada contexto, así como las variantes de decisiones para cada caso.
Con la salud de Hugo Chávez ha sido exactamente así: nadie conocía mejor que los gobernantes cubanos la naturaleza exacta de la salud del aliado bolivariano y los pronósticos sobre su enfermedad. Sin embargo, el eventual candidato opositor en unas elecciones que podrían celebrarse muy pronto, andaba por New York en viaje privado, visitando a su hermana: como ciudadano privado está en todo su derecho, pero como líder político podría pensarse si estaba en el lugar equivocado. Y mientras él viajaba, los militares cubanos y sus aliados en Caracas estaban listos para enfrentar y anunciar la muerte de Chávez en el momento que se produjera, y para ganar las próximas elecciones.
Dije, e insisto, “en el momento en que se produjera” la muerte, porque han comenzado a circular rumores en el imaginario popular que señalan que Chávez habría muerto mucho antes, o que nunca habría llegado al Hospital Militar en Caracas porque seguía en La Habana, o que lo volvieron a llevar para Cuba, y muchas cosas más. Aun si eso pudiera probarse, ¿cómo cambiaría la situación para las elecciones? Demostrar que el gobierno venezolano no fue transparente o mintió no hará que los chavistas de a pie dejen de votar por el candidato del oficialismo, quienquiera que sea.
Lo interesante es que mientras muchos se desgastan queriendo investigar sobre esos temas, haciendo declaraciones altisonantes, o razonando escolásticamente sobre las disposiciones sucesorias en la constitución venezolana, sin entender cómo funciona el poder, que no es exactamente como dicen las leyes, los herederos del chavismo ya habían comenzado desde mucho antes, asesorados por La Habana, a afianzar el proceso de endiosamiento del enfermo para aprovechar ampliamente la enorme ventaja emocional que tales situaciones generan. Y a engrasar y mover los mecanismos para aplastar a la oposición en las elecciones que deberán realizarse dentro de muy poco, donde todas las ventajas y las herramientas ocultas están a favor del chavismo, y donde no tiene sentido dudar que se producirá una aplastante “victoria popular”. Para lograr esa victoria, los siete días de duelo, que ya están corriendo, son decisivos. Y el resultado electoral tendrá, además, el aplauso de América Latina y el Caribe y la legitimación de los organismos internacionales.
Sin embargo, con estas realidades por delante, hay quienes en Venezuela y en el exterior, Miami incluido, siguen hablando de las desavenencias entre “el autobusero” Nicolás Maduro y “el tenientico” Diosdado Cabello, dando por seguro el descalabro del bloque bolivariano en muy poco tiempo, debido a las discrepancias entre chavistas.
Una vez más, dulce e inútil historia. ¿Serán las discrepancias Maduro-Cabello más fuertes, antiguas o profundas, que las de Raúl Castro y Ramiro Valdés en Cuba? Y ya hemos visto como se resolvieron esos problemas cuando, tras la enfermedad de Fidel Castro, se podía poner en peligro el poder si ellos se desgastaban en luchas intestinas, por lo que se lograron rápidamente los acomodos necesarios para que no se produjeran fracturas comprometedoras.
Además, en el caso de Venezuela, son militares chavistas los que están ubicados en las principales posiciones de mando y control de tropas y en los servicios de seguridad, que es donde resulta fundamental estar para controlar los aparatos armados y el poder.
Finalmente, el tema del petróleo se menciona continuamente para hablar del futuro de las relaciones con el Gobierno cubano. Digámoslo claramente: aun en el muy poco probable escenario de que la oposición ganara las elecciones presidenciales, no le sería posible cortar de golpe los suministros petroleros hacia Cuba. Un gobierno opositor que surgiera de esas elecciones tendría que lidiar con la realidad de alrededor de cuarenta mil “cooperantes” cubanos en todo el país, muchos de los cuales han pasado el servicio militar, saben manejar las armas, y como es costumbre en las misiones de colaboración cubana en el exterior, tienen su organización militar para situaciones de emergencia. Un eventual gobierno opositor en Venezuela no puede arriesgarse a choques de ese tipo.
Maduro responde a La Habana, tanto como Cabello y todo el grupo duro de los chavistas, no por solidaridad abstracta, sino por necesidad: el principal mecanismo de sostén de los chavistas es el régimen cubano, con sus efectivas combinaciones de misiones sociales de gran arraigo popular en el país (salud, educación, deportes, cultura), sus eficientes servicios de inteligencia y contrainteligencia, sus mecanismos de propaganda, educación y “orientación revolucionaria”, su know-how dictatorial, sus asesores militares, y sus colaboradores-asesores en las más altas esferas del gobierno.
Mientras haya recursos y condiciones políticas, el flujo petrolero de Venezuela hacia Cuba no amainará. Y si la crisis económica forzara a reducir los suministros subsidiados de hidrocarburos, hay muchos receptores de Petrocaribe a quienes comenzar a limitar antes de propinar recortes demoledores a La Habana. Si de todas formas hubiera que cortar, sería con tiempo suficiente para que Raúl Castro recomponga sus esquemas petroleros, lo que, por otra parte, viene haciendo desde que se conoció de la enfermedad de Hugo Chávez, e incluso antes, para no depender de un único suministrador.
Los sucesores de Chávez no podrán mantener el mismo ritmo vertiginoso de la chequera bolivariana en el ALBA y tantos otros proyectos alocados creados por el ahora difunto líder, muchos de los cuales beneficiaban al Gobierno cubano. Se podrán ver recortes y limitaciones en los convenios y la ayuda hacia Cuba, pero eso no significa que se hagan de manera traumática ni que sucederá como cuando el desmerengamiento de la Unión Soviética: no tiene sentido para los chavistas debilitar a quienes les aseguran el poder.
De manera que para el Gobierno cubano, la muerte de Hugo Chávez supone determinados ajustes, maniobras y selección de prioridades y opciones, pero no representa ni un carnaval ni un terremoto: simplemente, algo previsto en las alternativas de la realpolitik.
Naturalmente, todos los proyectos sucesores anteriormente mencionados podrían fallar si en Venezuela surgiera una situación de ingobernabilidad que pusiera en peligro los mismos cimientos del poder chavista y sus protectores cubanos. Pero eso, sin un liderazgo opositor efectivo —que en estos momentos no parece capaz ni siquiera de organizarse y ponerse de acuerdo para definir una estrategia— queda en el campo de las quimeras.
Así que algunos seguirán bailando, cantando y bebiendo, celebrando una supuesta oportunidad, y diciendo que lo hacen sin alegrarse de la muerte de un ser humano.
Por su parte, quienes controlan el poder en Cuba y Venezuela seguirán ocupados en cosas mucho más importantes para ellos.
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