Por Andrés Pascual
Hace muchos años, en la Lisa, La Habana, el legendario boxeador cubano Luis Galvani me dijo: “ningún boxeador tiene miedo, preocupaciones sí, pero no miedo en el sentido que se pueda pensar”.
En Miami, otro gran peleador cubano y patriota comprobado, Johnny Sarduy, me dijo lo mismo…
En el boxeo de hoy escasean la técnica, la vergüenza, la consideración al fanático… pero sigue intacto el concepto de que “nadie que sube como profesional a un ring es cobarde”.
Nonito Donaire no es un peleador cobarde, tampoco es un “flash”, como exageradamente lo ha promovido el promotaje, a través de una prensa pagada por debajo de la mesa, tiene buena velocidad y punto.
Pega con suficiencia para noquear, pero sin capacidad de nocao punch. La derecha es buena, pero no algo del otro mundo. Su mejor golpe es el gancho de zurda, malo para poder conectárselo a boxeadores de guardia zurda rápidos.
Nonito Donaire no debe ganarle al cubano Guillermo Rigondeaux, porque el paisano de Mantequilla es mejor que él, así, MEJOR: más rápido, más pegador y más boxeador técnica y estratégicamente, entre el cubano y el filipino hay milla y media de diferencia en cuanto a instinto e intuición a favor del antillano.
Las peleas del asiático con Papito Vázquez y con Mathebula deberían servir como puntos de comparación con respecto a lo que le espera a Donaire, porque el boricua se fajó de palo a palo y el tipo no pudo concluir con el nocao que su promocionada estelaridad exigía. El hombre acumula 4 fajas y lo eligieron como el mejor pugilista del año pasado.
Por la fama, el dinero y la influencia de quien ha sido multicampeón y mantiene dos versiones en su poder, es que cualquier riesgo peligroso pudiera ser objetado, sobre todo, si reconoce (la negación que ha hecho de la clase del cubano es la evidencia) que no solo va contra lo mejor que pudiera enfrentar nunca, sino directo al matadero.
A Nonito Donaire le debe estar preocupando muchísimo la posibilidad de perder contra Rigondeaux, porque se le acaba la vida muelle que le ofrece moverse en Fistiana como lo mejor, cuando él y su esquina saben que un hombre le va a hacer polvo el sueño mágico de boxeador fuera de liga que ha vivido hasta hoy.
Cuando no pudieron imponer el “muy aburrido, no interesa”, entonces se aferran a las tonterías del examen anti drogas, llegando una de ellas a configurarse con la ridiculez de que “el cubano no tiene domicilio fijo para que VADA pueda hacer el test”.
Esas justificaciones, que sugieren que la pelea está en peligro de celebrarse, tienen como objetivo evitar el pleito si es posible; no obstante, tal vez sin quererlo, están conformando un claro encuentro de esos que llaman “megapelea”, por el interés que ha ido adquiriendo, sobre todo, de parte de los detractores del cubano que quieren “verlo muerto” a como dé lugar, mayormente fanáticos mexicanos y del Caribe.
Nonito no le gana a Rigondeaux ni si el sol comienza a salir desde el mar, porque el cubano lo supera en todo, si no, al tiempo.
Hace muchos años, en la Lisa, La Habana, el legendario boxeador cubano Luis Galvani me dijo: “ningún boxeador tiene miedo, preocupaciones sí, pero no miedo en el sentido que se pueda pensar”.
En Miami, otro gran peleador cubano y patriota comprobado, Johnny Sarduy, me dijo lo mismo…
En el boxeo de hoy escasean la técnica, la vergüenza, la consideración al fanático… pero sigue intacto el concepto de que “nadie que sube como profesional a un ring es cobarde”.
Nonito Donaire no es un peleador cobarde, tampoco es un “flash”, como exageradamente lo ha promovido el promotaje, a través de una prensa pagada por debajo de la mesa, tiene buena velocidad y punto.
Pega con suficiencia para noquear, pero sin capacidad de nocao punch. La derecha es buena, pero no algo del otro mundo. Su mejor golpe es el gancho de zurda, malo para poder conectárselo a boxeadores de guardia zurda rápidos.
Nonito Donaire no debe ganarle al cubano Guillermo Rigondeaux, porque el paisano de Mantequilla es mejor que él, así, MEJOR: más rápido, más pegador y más boxeador técnica y estratégicamente, entre el cubano y el filipino hay milla y media de diferencia en cuanto a instinto e intuición a favor del antillano.
Las peleas del asiático con Papito Vázquez y con Mathebula deberían servir como puntos de comparación con respecto a lo que le espera a Donaire, porque el boricua se fajó de palo a palo y el tipo no pudo concluir con el nocao que su promocionada estelaridad exigía. El hombre acumula 4 fajas y lo eligieron como el mejor pugilista del año pasado.
Por la fama, el dinero y la influencia de quien ha sido multicampeón y mantiene dos versiones en su poder, es que cualquier riesgo peligroso pudiera ser objetado, sobre todo, si reconoce (la negación que ha hecho de la clase del cubano es la evidencia) que no solo va contra lo mejor que pudiera enfrentar nunca, sino directo al matadero.
A Nonito Donaire le debe estar preocupando muchísimo la posibilidad de perder contra Rigondeaux, porque se le acaba la vida muelle que le ofrece moverse en Fistiana como lo mejor, cuando él y su esquina saben que un hombre le va a hacer polvo el sueño mágico de boxeador fuera de liga que ha vivido hasta hoy.
Cuando no pudieron imponer el “muy aburrido, no interesa”, entonces se aferran a las tonterías del examen anti drogas, llegando una de ellas a configurarse con la ridiculez de que “el cubano no tiene domicilio fijo para que VADA pueda hacer el test”.
Esas justificaciones, que sugieren que la pelea está en peligro de celebrarse, tienen como objetivo evitar el pleito si es posible; no obstante, tal vez sin quererlo, están conformando un claro encuentro de esos que llaman “megapelea”, por el interés que ha ido adquiriendo, sobre todo, de parte de los detractores del cubano que quieren “verlo muerto” a como dé lugar, mayormente fanáticos mexicanos y del Caribe.
Nonito no le gana a Rigondeaux ni si el sol comienza a salir desde el mar, porque el cubano lo supera en todo, si no, al tiempo.
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