Nada tiene de sustancial que en estas elecciones no se haya convocado al voto unido, si cualquier voto válido conduce al mismo resultado. [Nota: el autor hace referencia al articulo de Elecciones en Cuba: ¿dónde se esconde el diablo?-lg].
Siempre es bueno saber de qué se está hablando. Si lo nuevo en estas elecciones estriba en que no ha habido convocatoria por el voto unido, nada tiene de interesante o significativo, porque como quiera que se vote válidamente en Cuba saldrán electos los mismos candidatos. Para dejarlo bien claro: el candidato será elegido incluso si sólo él o ella votara por sí mismo y los demás electores de su distrito anularan o dejaran en blanco sus boletas.
La Ley Electoral (1992) considera elegidos a quienes reciben «más de la mitad del número de votos válidos» (Artículo 124). No son válidos los votos en blanco ni aquellos en que no puede determinarse la voluntad del elector (Artículo 114), esto es: tampoco cuenta la voluntad antigubernamental manifiesta de garabatear la boleta o adornarla con algún improperio gráfico o textual. Un solo voto válido decide la elección por mayoría absoluta en cualquier distrito.
Así como no votar por ninguno, votar por algunos o un solo candidato es irrelevante. La elección viene predeterminada por la lista única de candidatos. No tiene sentido plantear que “si hipotéticamente resultaban no elegidos el 50 % más uno de los diputados, no había manera legal de reconstituir el Estado”. Ese problema hipotético tiene fácil solución legal. La segunda vuelta no es obligatoria en el caso de diputados a la Asamblea Nacional y el Consejo de Estado puede a discreción encargar la elección a la asamblea municipal correspondiente y aun dejar vacante la diputación (Artículo 125).
No es cierto que “los ciudadanos han sido llamados a votar y a optar por todos, por algunos o por ninguno”. La exhortación publicada en Granma reza: “voto por uno, por varios o por todos los candidatos”. Votar por ningún candidato presupone anular la boleta o dejarla en blanco, es decir: dar un voto sin validez. La convocatoria oficial, como manda la lógica del poder, llamó a emitir un voto válido: por todos, por algunos o por uno de los candidatos predeterminados.
Y estas opciones serán como la ley manda, pero jamás como manda la lógica electoral. No hay opción real cuando los votos válidos se dan con respecto a una lista única de candidatos predefinidos por triple filtro: la Comisión de Candidatura Nacional escoge (Artículo 87), los candidatos pasan a las comisiones municipales y las asambleas municipales terminan por nominarlos en votación “a mano alzada” (Artículo 96).
Por diseño legal, solo estos candidatos pueden ser elegidos. Así resulta que percibir algo interesante en la precitada convocatoria oficial esconde al diablo antes que develarlo. El quid radica en que votar por cualquier candidato es votar por el régimen y la oposición sólo puede manifestarse por abstención de votar o invalidación del voto.
Coda
La memoria falla si el candidato peor votado de la historia se remite a 1993 y con el 82 % de los votos. En las elecciones generales de 2008, el primer secretario del único partido en Santiago de Cuba, Misael Enamorado, consiguió nada más que 74.7 %. En cualquier precinto electoral de Occidente hubiera sido landslide, pero Lázaro Expósito vino de apagafuegos como primer secretario del Partido en Santiago y Enamorado no apareció en la lista de candidatos 2013. Donde sí no puede fallar la memoria es en que desde 1993 los candidatos a diputado se exponen al voto popular y la gente sigue votando por ellos para consolidar la tiranía de los números.
La memoria falla si el candidato peor votado de la historia se remite a 1993 y con el 82 % de los votos. En las elecciones generales de 2008, el primer secretario del único partido en Santiago de Cuba, Misael Enamorado, consiguió nada más que 74.7 %. En cualquier precinto electoral de Occidente hubiera sido landslide, pero Lázaro Expósito vino de apagafuegos como primer secretario del Partido en Santiago y Enamorado no apareció en la lista de candidatos 2013. Donde sí no puede fallar la memoria es en que desde 1993 los candidatos a diputado se exponen al voto popular y la gente sigue votando por ellos para consolidar la tiranía de los números.
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