Reynaldo Miravalles se merece el Premio Nacional de Cine
(Carta abierta del cineasta Ian Padrón a la Cultura Cubana)
Personalmente he visto a Reynaldo Miravalles una sola vez y fue hace una semana frente al ICAIC. No soy su amigo. Solo pertenezco a los millones de admiradores que en Cuba y el mundo han disfrutado la obra de este actor que ronda ya los 90 años de edad.
Mencionaré solo tres de los grandes personajes interpretados por Miravalles a lo largo de una carrera de más de 50 años en el audiovisual cubano: El inolvidable guajiro Melesio Capote junto a Eloísa Álvarez Guedes, el guagüero machista enamorado de Consuelito Vidal en Los Pájaros tirándole a la escopeta y su magistral Cheíto León… antagonista de Sergio Corrieri en El hombre de Maisinicú. Bastarían estos para proclamar inobjetablemente que Miravalles es un maestro imprescindible a la hora de narrar la historia del Cine Cubano.
Aun así, Reynaldo Miravalles no ha recibido aún el PREMIO NACIONAL DE CINE que cada marzo entrega el ICAIC.
A mi juicio, La Cultura Cubana y sus autoridades tienen ante sí un dilema histórico:
Miravalles está en Cuba,
trabaja con Cuba,
está vivo con 90 años… en Cuba,
y ha dado su vida por el Cine de Cuba…
y por no residir en Cuba… no es elegible para EL PREMIO NACIONAL DE CINE…
¡Eso es ridículo!
Desde hace unos años no reside en Cuba… pero siempre ha estado ligado a su nación e incluso por estos días estrena en La Habana su más reciente filme en el cine cubano, dirigido por Gerardo Chijona.
Ante la historia y mi tiempo, dejo clara mi inconformidad con esta triste omisión y le pido al ICAIC y al jurado elegido que tengan en cuenta a Reynaldo Miravalles para la próxima votación del premio. Como cineasta cubano lo propongo en el cupo que supuestamente tengo cada año para escoger un candidato.
Si queremos una Cuba “Con todos y para el bien todos”, honremos a las personas que forman parte de la Ceiba Madre de nuestra cultura y abracemos a todos los cubanos de bien; vivan donde vivan y piensen como piensen.
Insto además a todos los actores, escritores y artistas a batallar juntos por romper el arcaico precepto de medir la estatura moral de un cubano por su lugar de residencia en el mundo.
Miravalles quizás no piense en estos detalles y no creo los halagos sean su prioridad en la vida, pero el público cubano y el ICAIC le debemos respeto a este gran artista. Hoy -y no mañana-, démosle a Miravalles el estímulo de nuestra ética, nuestro agradecimiento y nuestro aplauso eterno.
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