"Consentir al yo cualquier derecho frente al Estado Único sería lo mismo que mantener el criterio de que un gramo puede equivaler a una tonelada. De ello se llega a la siguiente conclusión: la tonelada tiene derechos, y el gramo deberes, y el único camino natural de la nada a la magnitud es: olvidar que sólo eres un gramo y sentirte como una millonésima parte de la tonelada" Yevgeni Zamiatin.
A menudo los regímenes de corte comunista han sido clasificados como dictaduras o tiranías, términos imprecisos que se prestan para establecer analogías entre países con una realidad particular muy diferente. En este sentido vemos comparaciones artificiales en cuestiones como el alcance, la estabilidad, el declive o su legado; sirva de ejemplo el caso cubano y su equiparación con algunas dictaduras militares de Latinoamérica u otros regímenes no democráticos de diversa índole. En cuanto nos alejamos de esos conceptos genéricos, y contextualizamos al régimen cubano dentro de la especificidad de los países comunistas, contamos con una definición más precisa: la de régimen totalitario.
El término totalitarismo ha sido polémico como cualquier otro concepto tipológico que escoge determinadas dimensiones de la realidad obviando otras, así que de todos los autores prefiero partir de la definición clásica de Friedrich con criterios empíricos, donde distingue seis características fundamentales que se pueden aplicar a los sistemas políticos de tipo soviético: una ideología oficial, la marxista-leninista; un único partido de masas controlado por una oligarquía; el monopolio estatal de las armas; el monopolio estatal de los medios de comunicación; un sistema policial de terror: la KGB y sus sucedáneos; y finalmente un control de la economía mediante la planificación estatal. Juan Linz abunda en otras consideraciones como cierta heterodoxia en la ideología oficial que no es desautorizada, o la participación de las masas: “se alienta, se exige y se compensa la participación ciudadana en una activa movilización en favor de tareas políticas y colectivas, participación que es canalizada a través de un partido único y muchos grupos secundarios monopólicos”. Como colofón a estas especificidades del totalitarismo, y porque contempla una mención a nuestro país : “El problema del terror de Estado, la represión, violación de los derechos civiles, imperio de la ley, garantías procesales, etc., no puede servir para el distingo entre regímenes, ni para la distinción entre regímenes totalitarios y autoritarios. Un régimen de fuertes tendencias totalitarias, como el de la Italia fascista después de la consolidación del poder, fue mucho menos represivo que varios de aquellos que de todas formas caracterizaríamos como autoritarios, y lo mismo puede decirse de la Cuba castrista.”
En el año 1996 Linz y Stepan publican el libro Problems of Democratic Transition and Consolidation donde se cuestionan la utilidad de las distinciones tradicionales entre totalitarismo y autoritarismo para estudiar los regímenes comunistas europeos en sus últimos años, previos a los procesos de transición democrática. En estos países ya se había producido en menor o mayor grado alguna quiebra del ideal totalitario en apartados como: ideología, pluralismo, liderazgo y movilización. Así se plantearon una nueva categoría, la de postotalitarismo, que a su vez presenta tres niveles: temprano, congelado y maduro. En la fase temprana se halla muy próximo al ideal totalitario pero teniendo problemas con la capacidad de liderazgo, caso búlgaro de finales de los años 80. La congelada se caracteriza porque aun existiendo una mayor tolerancia hacia la crítica que ejerce la sociedad civil, todos los mecanismos de control del Estado-partido permanecen inalterables, caso checo entre 1977-1989. Finalmente en la fase madura se manifiestan cambios en todas las dimensiones excepto en el papel dirigente del partido, tomando como ejemplo la Hungría de 1982 a 1988.
Según Carlos Taibo esta modulación le resta fuerza a la categoría que pierde la universalidad que correspondía al totalitarismo- que dicho sea de paso fue heterogéneo en sus manifestaciones- y también le recrimina que no se pueda ejemplificar fuera del contexto comunista, limitación, que en tal caso, no afecta su aplicación a la situación cubana. En mi opinión la adjetivación no le resta valor alguno, por el contrario la hace más precisa, y permite analizar si el recorrido de un régimen totalitario es una adaptación a las circunstancias o hacia otro tipo de régimen. Cuando Taibo se cuestiona si el postotalitarismo es en realidad tan diferente del autoritarismo- y lo hace precisamente acudiendo a lo mismo que reprocha: particularidades nacionales- acusa a Linz y Stepan de estar prejuiciados con que no puede haber autoritarismo en un régimen donde no hay economía de mercado; una cuestión que no creo baladí porque sería perder la perspectiva de dominación total, económica también al menos en su vertiente comunista no en la fascista, del punto de partida totalitario. No se debe pasar por alto que en ningún momento los autores plantean que un sistema es más benigno que otro ni que los países autoritarios estén en camino hacia la transición. En cualquier caso hay una diferencia sustancial, en el postotalitarismo las referencias históricas, tanto para el gobierno como para la oposición, es el totalitarismo previo que borró cualquier tipo de pluralismo preexistente.
Con animo de resumir y obviando la categoría de sultanismo, también elaborada por los autores para otros regímenes, y para no enredar más la madeja, se presenta el siguiente cuadro:
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Preguntarse en que punto del postotalitarismo se encuentra el régimen cubano podría antojarse un ejercicio inútil por tratarse de una realidad cambiante, en contraposición a las clasificaciones llevadas a cabo en países excomunistas, realizadas ex post facto. Sin embargo creo que, más que ubicarlo con exactitud, lo provechoso es considerar que aún tiene mucho recorrido dentro de la categoría postotalitaria hasta alcanzar la fase madura. Es muy importante tomar este postulado como referencia para no cometer errores de interpretación durante la transformación del régimen, su adecuación a las circunstancias; que en ningún caso debe confundirse como señales hacia una transición democrática antinatura. Por más que eso implique una mayor liberación de las fuerzas productivas, tolerancia hacia la oposición o pluralismo institucional, incluso con otros partidos en el parlamento que continuará igual de aparente. Por último recordar que los regímenes postotalirarios colapsaron con independencia de su gradación totalitaria, que a la postre no fue determinante en las causas pero sí influyó en las formas en que se realizó la transición; pero esa es otra historia.
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