La persistencia de la oposición en pasar proyectos literarios como iniciativas políticas incuba la sospecha de que no hay voluntad de poder, sino mediática.
Entre cubanos queda un solo experto en tumbar gobiernos: Fidel Castro, quien se dio hasta el lujo de instruir en cómo tumbar a su propio régimen de socialismo irrevocable: lograr primero mayoría en la Asamblea Nacional (AN) para "desde el poder hacer la contrarrevolución, por vías legales, [e incluso] recoger equis millones de firmas" que revoquen el socialismo irrevocable (Biografía a dos voces, Debate, 2006, páginas 555-6).
La oposición viene actuando al revés: antes que poner en crisis al sistema electoral con millones de votos nulos, se empeña en recogidas inútiles de firmas. Nadie se llame a engaño: la constitución se refiere tan solo dos veces a firmas: la del presidente de la Asamblea Nacional en las leyes (Artículo 81.ch) y la del jefe de Estado y Gobierno en los decretos-leyes y otras disposiciones (Artículo 93.j). Recoger firmas a los ciudadanos ha sido pura evasión del único teatro de guerra contra Castro: las urnas.
Aquí Castro ha logrado imponer la tiranía de los números: inmensa mayoría de votantes a su favor. Al filo de las elecciones generales (febrero 3), la oposición tendría que haber echado a correr sin aspaviento que votar por cualquiera es votar por el castrismo y hacerlo así es seguir como estamos y sin esperanzas: ¡Anula tu boleta, que nadie podrá verte ni pedirte cuentas después!
Sin embargo, se prefiere largar tal o cual proyecto en conferencia de prensa [extranjera], pregonarlo [en el extranjero o el ciberspacio] y recoger firmas, como si no supiéramos ya que ningún fuego patriótico se prende redactando ni leyendo documentos y que firmarlos no hace ni cosquillas al Estado totalitario.
El último grito de esta moda acaba de proferirlo el ex preso político Dr. Oscar Elías Biscet con el Proyecto Emilia. Agarrarse a la "grácil y atractiva dama, entusiasta y filibustera" Emilia Margarita Teurbe Tolón (1828-1902), porque cosió la primera bandera (1849) y fue la primera desterrada por causas políticas (1850), es otra recurrencia kitsch a claves decimonónicas —como el Proyecto Varela o el Proyecto Heredia— que para nada suplen tanto analfabetismo político en el planteo mismo.
Luego de sostener que "el régimen comunista de Cuba fundamenta su legalidad en la Constitución de 1976, con sus modificaciones", la iniciativa emiliana descarga sobre la AN la culpa de que el Consejo de Estado campee por sus respetos, como si esta situación no derivara en derechura de la propia constitución, que el pueblo cubano adoptó (1976) por abrumadora mayoría. Y si la reforma constitucional "institucionaliza de manera permanente al régimen comunista" es porque mayoría igual de abrumadora apoyó (2002) semejante designio.
Vamos a suponer que en ambos casos el pueblo actuó bajo coacción de la dictadura castrista. Ese es el pueblo que tenemos, y un pueblo así reduce al absurdo toda pretensión de cambiar el régimen de Castro con papeles. Por algo el Proyecto Varela no pasó de 25 mil firmas en dos tandas (2002 y 2004) y acabó expirando en concreción fuera de lugar: relanzado en Madrid (octubre 24, 2008). Así y todo, la oposición insiste en convocar a un pueblo imaginario con panfletos cifrados en que, por simple clamor, el grupo político de Castro cederá poder.
Amén de esta alucinación hay otra: sin huelgas ni otras manifestaciones masivas precedentes, la oposición insta al diálogo sobre los destinos a quienes vienen de ganarle la guerra civil a Batista, la guerra civil a los alzados y la guerra sucia a la CIA. Una cosa es abogar por derechos humanos —plano horizontal de la democracia— y otra muy distinta hacer política, que supone librar la guerra en el plano vertical para pasar de gobernado (abajo) a gobernante (arriba).
La oposición no atina a ganarse al resto de la gente para terminar con la tiranía castrista de los números, sino que se dedica más bien a ensartar proyecto tras proyecto que, a lo sumo, dan para conseguir algún premio afuera o salir por los telecentros de Miami u otros medios de ultramar. Solo que así también dan continuidad a la tiranía castrista del pensamiento por la simple falta de educación en el bando contrario. Y por entre ambas tiranías se va perpetuando la otra en ejercicio del poder.
Coda
El Proyecto Emilia (2013) concita tan solo dos predicciones complementarias: pasará al olvido por falta de apoyo popular, como El camino del pueblo (2011) y el Llamamiento urgente por una Cuba mejor y posible (2012), en tanto el castrismo volverá a barrer en las elecciones. Para evitar que esto sea así, el camino es anular las boletas en cada votación.
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