martes, enero 29, 2013

Revisando el castrismo de hace medio siglo

Antonio Arencibia
Se van a cumplir en estos días nada menos que cincuenta y un años del discurso preparatorio y lectura por Fidel Castro de la Segunda Declaración de la Habana, que según diría el dictador, era aprobada y proclamada en Asamblea Nacional por “el pueblo de Cuba” el 4 de febrero de 1962.

Probablemente muchos cubanos recuerdan el final de ese texto-respuesta a la expulsión del régimen de la Organización de Estados Americanos: “Porque esta gran humanidad ha dicho ¡Basta! y ha echado a andar”, que posteriormente fue leído con voz engolada en Naciones Unidas por un Che Guevara que todavía era vocero de la cúpula castrista.

Aquel documento resumía en unos cuantos brochazos la ideología oficial de la Unión Soviética y de los países satélites, aderezándola con ejemplos convenientes de América Latina y de la Revolución de Castro. Por lo tanto ese material se convirtió en estudio obligatorio de todas las “organizaciones políticas y de masas” de la Isla.

En aquella “declaración” se echaba mano a generalizaciones históricas, como plantear que en 1914 el mundo se había repartido entre ocho o diez potencias, y después vino el choque entre los distintos países monopolistas y surgieron las pugnas por nuevos repartos (1).

La Segunda Guerra Mundial se resumía estableciendo que había sido

desatada por las potencias imperialistas, y […] arrastró a la Unión Soviética y a otros pueblos de Europa y de Asia, criminalmente invadidos, a una sangrienta lucha de liberación, [que] culminó en la derrota del fascismo, la formación del campo mundial del socialismo, y la lucha de los pueblos coloniales y dependientes por su soberanía” (1).

De modo maniqueo se le adjudicaba igual responsabilidad a los países del Eje y a los agredidos, se obviaba el descarado reparto de Polonia entre Hitler y Stalin, se simplificaba el proceso de descolonización, y se exaltaba “la formación del campo mundial del socialismo” como si hubiera sido una victoria y no el producto de otra ocupación.

Por supuesto que la Unión Soviética, no era nombrada en las categorías imperialismo y colonialismo, pues tras la Segunda Guerra Mundial no necesitaba que sus monopolios nacionales se establecieran en Checoslovaquia, Hungría, RDA, Polonia, Rumania o Bulgaria. Le bastaba a Moscú el control absoluto de aquellas naciones garantizado por bases militares, que llegarían a estar dotadas de armamento atómico.

Dos crisis de los misiles: una con Kennedy y otra con Kruschev

Apenas cuatro meses después de la II Declaración de La Habana, llegó a Cuba una delegación soviética de alto nivel portadora de la propuesta de Nikita Kruschev de emplazar armas nucleares también en la Isla.

Tras una primera reunión con los hermanos Castro, y consultas de éstos con Ernesto Ché Guevara, Osvaldo Dorticós y Blas Roca, Fidel Castro informaría a los visitantes que aceptaban el despliegue en Cuba de misiles soviéticos de alcance intermedio.

No hay mejor forma de borrar la cínica pose pacifista actual del anciano dictador que recordar cómo incitó a Kruschev a asestar el primer golpe nuclear en el momento más álgido de la Crisis de los Misiles.

La demencial petición de Fidel Castro a los dirigentes moscovitas conllevaba reducir a cenizas a su propio país y sus habitantes, y era más que inconcebible partiendo de alguien que ha dicho que la decisión de instalar las armas nucleares soviéticas se llevó a cabo simplemente por “una cuestión de internacionalismo” (2), no de supervivencia.

Hoy, gracias a los documentos donados por el hijo del dirigente soviético Anastas Mikoyán al National Security Archive, de la Universidad George Washington en Estados Unidos, se ha podido conocer que aún después de que Kruschev ordenara la retirada de los cohetes soviéticos de alcance medio, quedaban en Cuba otras armas nucleares:

Sin que los norteamericanos lo supieran, los soviéticos habían llevado a Cuba unas 100 armas nucleares tácticas -80 misiles con cabeza nuclear (FKR), 12 cabezas nucleares para misiles Luna de doble propósito y corto alcance, y 6 bombas nucleares para bombarderos IL-28. Aún tras retirar los misiles estratégicos, los tácticos se quedarían, y la documentación soviética revela la intención de entrenar a los cubanos en su empleo (3).

Fidel Castro, en sus discusiones con Mikoyán en noviembre de 1962, le dijo al Primer vicepresidente del Consejo de Ministros de la URSS que iba a ordenar a su representante en Naciones Unidas que divulgara que “tenemos armas nucleares tácticas y debemos mantenerlas”.

Eso ya era demasiado riesgo tras haberse evitado la guerra nuclear, y el alto dirigente soviético no lo podía permitir, así que “extraordinariamente preocupado, Mikoyán envió un cable al Presidium Soviético diciendo que se proponía informar al líder cubano de que todas las armas tácticas serían retiradas de Cuba” (3). Y así se hizo.

Fracaso de las guerrillas castro-guevaristas

Hay que recordar que en aquella época se había producido un enfrentamiento en el seno del comunismo, entre la posición krushevista de “coexistencia pacífica” y la de Mao Zedong (Mao Tse-tung) de impulsar revoluciones en los países ex-coloniales.

La decepción de Castro con la Unión Soviética duró bastante tiempo, y fortaleció su decisión de alentar la insurgencia en África y América Latina por su cuenta. Y para hacerlo tenía el candidato perfecto, Ché Guevara, que convirtió en su razón de ser llevar a la práctica la afirmación de la Segunda Declaración de la Habana de que

“El deber de todo revolucionario es hacer la revolución”.

El guerrillero argentino-cubano se va a preparar unos años más, dentro y fuera de Cuba, para llevar esa idea a la práctica.

Después de un periplo oficial de poco mas de tres meses desde Naciones Unidas a nueve países de África, Guevara participará en Argelia en el Seminario Económico de Solidaridad Afroasiático de febrero de 1965, donde hace una crítica pública a la Unión Soviética, que lo obligará a la salida “oficial” de la dirección política castrista.

Irá entonces por nueve días a China comunista, donde se reuniría con Mao y con Chou En-Lai para discutir las opciones revolucionarias en los países del Tercer Mundo. Regresa al África desde Beijing, donde vuelve a coincidir con el premier chino en Argelia y el Cairo.

Durante su estancia en marzo de 1965 en la capital egipcia, Guevara revela a Nasser su intención de combatir junto a los rebeldes congoleses. Según testimonio, el dirigente egipcio: “…se sorprendió, advirtiendo a Guevara que no se convirtiera 'en otro Tarzán´, un blanco entre los negros, dirigiéndolos y protegiéndolos…” (4)

Hace algún tiempo escribí en extenso sobre la aventura de Guevara en el antiguo Congo Belga, que terminó como su primer gran fracaso guerrillero, (5) pero no llegué a analizar otras repercusiones de mucha mayor importancia para África.

La fallida intervención de soldados cubanos, ajenos en lengua y cultura de las etnias de aquel país recién independizado, aceleró el clima de rebeliones que condujo a décadas de insurgencia en el Congo, e incluso a grandes guerras, como la llamada “primera guerra mundial africana”, que llegó a involucrar allí a nueve naciones limítrofes.

Hoy, casi medio siglo después de la guerrilla de Guevara y Laurent Kabila, la desestabilizada República Democrática del Congo sigue amenazada por algunos de sus vecinos, que persiguen las grandes riquezas minerales y energéticas congoleñas, y los resultados de décadas de violaciones, desplazamientos de población y pérdidas de vidas humanas, cometidos por africanos contra africanos, a veces hacen palidecer los peores crímenes de los colonialistas europeos.

Resultados de la intervención de ejércitos castristas

La muerte de Guevara en Bolivia en su segundo y definitivo fracaso guerrillero, fue el puntillazo a la estrategia de guerrillas que fomentaba el castrismo en el Tercer Mundo (6).

La lección que sacó Fidel Castro del fracaso de aquella forma de toma del poder solo hizo que cambiara su método de intervención. Como era imposible hacerlo en América Latina y el Caribe, Castro favoreció el envío de ejércitos completos a Angola y Etiopía, e incluso de una brigada de tanques a los Altos del Golán (en la frontera sirio-israelí), y ordenó establecer grandes Misiones Militares en muchos otros países africanos y del medio oriente (Congo Brazaville, Mozambique, Somalia, Yemen).

Los resultados de aquellas aventuras en África y Medio Oriente, esta vez con respaldo absoluto de la Unión Soviética, produjeron tristes frutos, como es el caso de Angola donde se entronizó desde 1979 la dictadura personal y corrupta de José Eduardo dos Santos.

Para más burla a los miles de cubanos y angolanos caídos en defensa aquella “revolución socialista”, en 1990 el MPLA abjuraba del marxismo-leninismo. Tras la muerte en combate de Jonás Savimbi, líder de UNITA, dos Santos logró el cese de la guerra civil, pero dejó sin cumplir la promesa de multipartidismo, y pospuso la celebración de elecciones presidenciales en el país.

La nueva constitución elaborada en el 2010 eliminaría la elección directa del presidente y le otorgaba poderes prácticamente absolutos.

El dictador angolano actúa como lo hicieran Gadafi en Libia y Ben Alí en Túnez, involucrando en grandes negocios a su familia y allegados. Así, Isabel, la mayor de sus siete hijos, participa en la empresa de telecomunicaciones Zon, y en tres bancos angolano-portugueses.

En contraste, y a pesar de que las grandes reservas petroleras del país y otros recursos proporcionan al estado miles de  millones de dólares anuales, Unicef reporta que el 45 por ciento de los niños angolanos padecen desnutrición crónica (7).

En plena Guerra Fría, desde Cuba y Angola fueron transportados a Etiopía miles de soldados de unidades mecanizadas y reactivas cubanas y sus medios de combate, por la Fuerza Aérea de la URSS, para enfrentarse en el desierto de Ogadén contra las tropas invasoras del régimen de Somalia del general Mohamed Siad Barre, antiguo aliado de Moscú y La Habana (8).

Aquel apoyo militar y logístico sostuvo en el poder a Mengistu Haile Mariam, que prosiguió la represión masiva contra sus opositores etíopes, en una acción criminal que -según cálculos de Amnistía Internacional- resultó en medio millón de muertos.

Tras su derrocamiento en 1991, aquel déspota y carnicero implacable -que llegó a ser condecorado por Fidel Castro con la Orden “José Martí”- encontró refugio en el Zimbabwe de Robert Mugabe -otro amigo de Castro. Se mantiene hasta la actualidad fugitivo de la justicia etiope, que lo ha condenado a cadena perpetua por sus innumerables crímenes.

El Cuerno de África en la era pos-comunista

La llegada al poder en Moscú de Mijail Gorbachov en 1985 marcó un cambio en la política internacional soviética bajo el rótulo de “nuevo pensamiento”, que condujo a un esfuerzo por disminuir las crisis externas y concentrarse en aplicar reformas estructurales en la Unión Soviética.

Instado por los soviéticos, Mengistu firmó la paz con el dictador somalí Siad Barre, pero -igual que hizo en Cuba Fidel Castro- prohibió la discusión y divulgación de las ideas de la “glasnost” y la “perestroika” en Etiopía.

Solo se diferenció de su aliado y amigo Castro cuando vio el derrumbe del socialismo en los países del Este de Europa; entonces prometió no solo reformas económicas, sino multipartidismo.

Pero ya era demasiado tarde; en 1991 la guerra civil concluyó con el régimen comunista etíope y, como en un espejo, fue también derrocado el general Siad Barre, y el país que aspiró una vez a ser la Gran Somalia quedó fraccionado hasta degenerar en el estado fallido que es hoy, refugio de terroristas y secuestradores.

Tras el derrocamiento de Mengistu por la oposición etíope, Eritrea, antigua colonia italiana que había sido anexada a Etiopía, logró su independencia. Entonces Etiopía perdió su salida al mar.

En otra ironía de la historia, ahora sería el gobierno pos-comunista etíope el que intervendría en los asuntos de la vecina Somalia, formando parte de las fuerzas de paz africana para aplacar la violencia tribal y religiosa que afectaba a los países vecinos. En estos momentos Etiopía se ha aliado con el autoproclamado gobierno independiente de la región noroeste de Somalia, y está usando su puerto como salida al mar.

No es exagerado decir que entre las secuelas que trajo la intervención castrista en el Cuerno de África está su responsabilidad en alborotar las contradicciones sociales, religiosas y económicas de la región, que han llevado a la paupérrima situación actual de Etiopía, y a la conversión de Somalia en un estado fallido que -a pesar de las intervenciones militares y humanitarias de Naciones Unidas y la Unión Africana- no se han podido erradicar en el centro y el sur del país ni el terrorismo yihadista ni las acciones piratas que se llevan a cabo desde aguas somalíes contra naves comerciales que cruzan el Golfo de Adén.

Actualmente, Estados Unidos se prepara a reconocer al primer gobierno somalí desde el derrocamiento de Siad Barre, y Francia combate sin éxito a los yihadistas de ese país y de Malí, infiltrados por los terroristas de al-Qaeda, que se extienden como un cáncer por el Magreb, el Sahel, y ya amenazan a Europa.

África y América Latina hoy

Las revoluciones antiimperialistas anunciadas hace 51 años desde La Habana, y que fueron exacerbadas mediante guerrillas, o apuntaladas por las tropas castristas, fracasaron rotundamente en África y Latinoamérica.

En África, donde habitan casi mil millones de personas en cincuenta y cinco países con fronteras delimitadas de modo arbitrario por las viejas potencias coloniales, hay constantes conflictos separatistas, por razones étnicas o religiosas, y es terreno propicio para el constante surgimiento de dictaduras y extremismos, aprovechados o combatidos por las principales potencias -incluida China- y los grandes consorcios globales.

Por su parte, América Latina, ya con doscientos años de independencia, ha empezado a ganar en madurez. A pesar de la existencia de un pequeño bloque de países de corte populista izquierdista, respaldados hasta hoy por el petróleo venezolano, muchos países de Hispanoamérica como Brasil, Chile, Perú y Colombia, marchan por la senda de la democracia y el desarrollo.

Para acercarse lo más posible a la “revolución continental” que anunciara Fidel Castro en 1962, sus émulos han tenido que maquillarse y vestir ropajes electorales y parlamentarios en Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua, y tratan hoy de perpetuarse en el poder. Como ha escrito el politólogo ruso Fiodor Lukianov recordando el 80 aniversario de las elecciones alemanas de 1933, que dieron el poder a los nazis:

Hitler llegó al poder en un sistema democrático. Lo que demuestra que la democracia es solamente un procedimiento, más que un medio de resolver problemas o una panacea para los males sociales. Una sociedad sin tradiciones democráticas, especialmente una dividida por fuertes emociones, generalmente es incapaz de dotar a la idea de democracia de su verdadero significado (9).

¿Podemos acaso considerar accidental que el castrismo se afianzara precisamente en Cuba, la última colonia liberada de Hispanoamérica, en la que si descontamos ocupaciones norteamericanas y dictaduras nativas, la tradición de gobiernos democráticos no llega a las tres décadas?

No es concebible que un régimen tan antidemocrático como el de La Habana pueda incidir de forma tan poderosa en la Venezuela que derrocó al dictador Marcos Pérez Jiménez el 23 de enero de 1958.

La única explicación está en primer lugar en la complicidad, luego en la infiltración y además en la propaganda, que mediante miles de médicos y especialistas se convierte en adoctrinamiento de los sectores más vulnerables de la sociedad. Hoy bajo el consejo castrista, los chavistas se coaligan para discutir cómo utilizar mejor las instituciones venezolanas y cómo manipular las emociones de esos sectores, y sacar el máximo provecho de la enfermedad o -si fuera necesario- del cadáver del presidente Hugo Chávez.

Pero a pesar del “secreto de estado” las maniobras son públicas y tan evidentes que demuestran la falta de idoneidad de esos dirigentes de segunda línea, llamados a encabezar no solo el proceso bolivariano, sino también el tinglado de los países del ALBA, rémora artificial que requiere un subsidio de Venezuela que es ya insostenible.

En cuanto al régimen neocastrista, aunque en ocasiones alardea de sus raíces guerrilleras e intervencionistas, sabe mejor que nadie que aquellos tiempos del Congo, Bolivia, Angola y Etiopía, han quedado atrás para siempre.

Por eso, para sobrevivir aferrado al poder, se está “actualizando” poco a poco, obligado a seguir el ritmo del mundo globalizado, en el que hay que respetar las monedas fuertes, los convenios de pago, el comercio y las religiones.

Mientras tanto, miran hacia Caracas y cruzan los dedos.
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NOTAS

(1) Discurso de Fidel Castro Ruz y lectura de la Segunda Declaración de La Habana, en la Plaza de la Revolución, el 4 de febrero de 1962.
(2) Diario de Cuba, Fidel Castro dice que aceptó los misiles soviéticos por 'internacionalismo', 24 de agosto de 2010. http://www.diariodecuba.net/cuba/81-cuba/2942-fidel-castro-dice-que-acepto-los-misiles-sovieticos-por-internacionalismo.html
(3) Svetlana Savranskaya, Cuba Almost Became a Nuclear Power in 1962, FP (Foreign Policy), October 10, 2012.
 (4) Mohammed Heikal, citado en Richard Gott, Introducción a Ernesto "Che" Guevara. The African Dream. Grove Press, NY, 2000, Págs.xxiii.
 (5) Antonio Arencibia Rodríguez, La Pesadilla Africana del Ché, La Nueva Cuba, Junio 11, 2006
 (6) Juan Benemelis ha escrito: El carácter tribal y el propio entorno rural mantendrían a la masa africana y a la indiada latinoamericana en calidad de espectador distante, alejado, e impasible ante el entusiasmo dogmático de los conjuntos armados urbanos, excitados por jefes fanáticos, que se auto-denominarían sus representantes. La exportación revolucionaria devoraría como Saturno a sus mejores hijos: Patricio Lumumba, Woungly Massaga, Bakary Djibo, Pierre Mulele, Camilo Torres, Jorge Masetti, Luís de la Puente Uceda, Ernesto Che Guevara, Giangiacomo Feltrinelli,  , y muchos otros”. Juan F. Benemelis, Las guerras secretas de Fidel Castro, Fundación Elena Mederos, Miami, 2002. http://www.docstoc.com/docs/6591537/Las-Guerras-Secretas-de-Fidel-Castro.
 (7) José Eduardo Dos Santos, último 'petrodictador' de África, Infobae, 13 de mayo de 2012. http://america.infobae.com/notas/50347-Jos-Eduardo-Dos-Santos-ltimo-petrodictador -de-Africa
(8) Tom Cooper, Ogaden War, 1977-1978, September 2, 2003. http://web.archive.org/web /20070107093450/ http://www.acig.org/artman/publish/article_188.shtml (9) Fyodor Lukyanov, Uncertain World: Anniversary Lessons, RIA/Novosti, 24/01/2013, www.en.rian.ru

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