Por doquier se tacha de amnesia —inducida por la Seguridad del Estado— que Jens Aron Modig, ya en Suecia, insistiera en que iba dormido al sobrevenir la muerte de Oswaldo Payá. También se insta por doquier a Ángel Carromero, ya en España, para que rompa el silencio, a pesar de que consta su confesión en video y su abogado español en la sala, así como periodistas extranjeros en pantalla, vieron el desfile de la prueba en el juicio a puertas cerradas.
El silencio de Carromero en España se atribuye a otra inducción de la Seguridad del Estado, pero así se pierde de vista que si el aparato de inteligencia del castrismo es tan eficaz como para callar gente fuera de Cuba, jamás hubiera planeado matar a un opositor de manera impredecible, esto es: empujando a un auto fuera de la vía, sin saber de antemano quiénes van a perecer y corriendo el riesgo de complicaciones diplomáticas si fallecieran ciudadanos extranjeros.
Igual se descarta que haya intentado antes matar a Payá a la vista pública provocando un accidente en Rancho Boyeros. En camino al hospital, luego de ser baleado a la salida del hotel Washington Hilton, Ronald Reagan y sus acompañantes ponderaron si el atentado había sido perpetrado por la KGB. Reagan mismo descartó enseguida la sospecha con argumento devastador: «No hubieran fallado».
Si el servicio de inteligencia castrista —discípulo aventajado de la KGB y la STASI— hubiera decidido matar a Payá en el paraje de La Guabina, tras haber fallado en Rancho Boyeros, no hubiera quedado sobreviviente para contarlo y obligar enseguida —como se alega— a preparar testigos en el lugar, inducir amnesia en los sobrevivientes —incluso estando fuera de Cuba— y enredarse en juegos de alta política para encubrir un asesinato extrajudicial.
Rosa María Payá reveló por fin que el mensaje incubador de la sospecha vino de Modig y rezaba: «Ángel dice que un auto nos golpeó y nos sacó de la carretera». Así se explica la amnesia de Modig: su mensaje original acredita que no fue testigo de vista en medio de los hechos, sino de oídas después de los hechos. También se desvanece la fuerza probatoria del cacareado mensaje. Si Carromero soltó que «un auto nos golpeó y nos sacó de la carretera» fue para ocultar de inmediato su responsabilidad, pero a la postre confesó y fue convicto en juicio.
En su desgracia inconsolable y luego de pasar por tantos sinsabores bajo el acoso de la Seguridad del Estado, la familia de Payá jamás podrá convencerse de que ocurrió un accidente, pero Carlos Payá puede solicitar al gobierno español cómo le consta que falleció su hermano —también ciudadano español— y Madrid tendría que dar al menos extracto del expediente judicial. Lo que sí no puede tragarse es que Carlos Paya refiera que hubo pacto entre La Habana y Madrid «así de simple: Ofelia Acevedo acusa, Ofelia Acevedo recibe una indemnización, se cierra el caso y en 72 horas Ángel está en casa», porque la viuda no podía acusar aunque hubiera querido: la ley penal cubana no autoriza la acusación a instancia de parte salvo en delitos contra el honor.
La clave radica en que el mayor de la policía que notificó a la viuda dijo verdad: «La revolución no asesina». Queda sobreentendido: «si no es necesario». Aunque puedan darse ejemplos de tal necesidad, no es el caso de Oswaldo Payá, quien ni siquiera fue detenido en la Primavera Negra (2003) a pesar de haber presentado el Proyecto Varela (2002) y aprestarse a otra tanda (2004). A la postre, el proyecto tuvo que mudarse a Madrid (2008), expiró allí y Payá no tuvo más remedio que enrumbar por El camino del pueblo (2011) hacia «una Comisión Nacional integrada por miembros del gobierno y de la oposición democrática y por otros…».
¿Para qué matarlo entonces? Este camino no desembocó en amenaza alguna para el régimen, sino que concitó más división entre los disidentes. La Agenda para la Transición Cubana (ATC), liderada por el ex preso político [15 años cumplidos] Francisco Pastor Chaviano González, largó en su Declaración de Jaimanitas (2011): «El compatriota Payá negó a ultranza que la unidad fuera necesaria y un par de semanas después sale con el Camino del Pueblo, asegurando que era un llamando a la unidad (…) Parecía un ardid de este hombre que se encuentra totalmente solo, para hacer ver lo contrario recogiendo firmas y nada más. Nos juraron que no, que se trataba de un cambio, pero después el mismo ha estado esquivando un compromiso serio con la unidad, mientras espera el otorgamiento del Nobel para darnos un puntapié. Para pícaros y habilidosos ya tenemos bastante con los 52 años de Castro, y el Sr. Paya ha utilizado estas habilidades varias veces con sus compatriotas».
Quienes tachan a Modig de amnésico y a Carromero de guardar silencio padecen de amnesia con respecto a cómo trabaja la Seguridad del Estado y guardan silencio al respecto de que nunca fue necesario matar a Oswaldo Payá. Para saber bien de qué estamos hablando: 25 mil y pico de firmas no sirven para nada en un electorado de 8 millones ni el entierro de Payá fue el de Chibás. Lo que están haciendo con dar vueltas y más vueltas a la muerte de Payá es subestimar al castrismo como torpe régimen que asesina por gusto. El castrismo es peor. Tanto es así que ha pasado más de medio siglo y no acaba de aparecerle un contrario con arrastre popular.
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