Miguel Cabrera Peña/
Tal vez no sea ocioso dedicar un puñado de párrafos a lo que algunos —incluido un periódico de Miami que se valió de un reporte de AFP— denominan éxito de Cuba en la Cumbre CELAC-Unión Europea.
Tal vez no sea ocioso dedicar un puñado de párrafos a lo que algunos —incluido un periódico de Miami que se valió de un reporte de AFP— denominan éxito de Cuba en la Cumbre CELAC-Unión Europea.
Como es público, en las habituales hipocresías de las instancias presidenciales y sus cancillerías no acaban las resonancias de la diplomacia. Hay otros espacios, organizaciones sociales, coyunturas, expectativas y sectores de opinión que inciden en "lo diplomático" y su imagen. Aquí hablaremos desde Chile, donde se efectuó la Cumbre el 27 y 28 de enero.
Por otro lado, no hay que exagerar los elogios que obtiene el país que asume el cargo máximo en una entidad. En este caso el anfitrión de la Cumbre, el presidente de Chile, Sebastián Piñera, fue quien más alabó el nuevo mandato, pero él ha sido uno de los críticos constantes de La Habana. Y como prosecución de tal actitud no solo auspició todo un acápite de la Declaración Final a la democracia y los derechos humanos, sino que al entregarle el mandato se lo reiteró a Raúl Castro.
Tampoco se puede olvidar que por ser Hugo Chávez uno de los padres putativos de la CELAC, y por la necesidad de equilibrio en su momento, Cuba es hoy presidenta de la organización. No cuestionaremos ahora cuál puede ser la utilidad máxima de una Cumbre cuyo contenido radicó en preparar un camino para incrementar las inversiones europeas, pero excluye a dos de los países más ricos del planeta: Estados Unidos y Canadá.
Esto para no aludir a otra exclusión, la de Paraguay, un coyuntural violador de la democracia con relación al golpe parlamentario contra Fernando Lugo, si se compara con el medio siglo de tales violaciones en la Isla.
Desde antes
Desde antes de que Raúl Castro arribara a Santiago, el partido de gobierno Unión Demócrata Independiente (UDI), estableció en el centro comunicacional de la futura Cumbre el amparo que el régimen de La Habana ofrece a un grupo de involucrados en el asesinato en 1991 de Jaime Guzmán, senador de derecha y fundador de la UDI, entre quienes se encuentra un exyerno de Raúl Castro.
Reclama la UDI no solo el asesinato de un civil y profesor universitario. Lo realmente grave fue que a este civil se le asesinó cuando ya imperaba la democracia en el territorio austral, es decir, Pinochet había perdido en 1988 el plebiscito que él mismo propuso y la guerra contra el comunismo que había predominado durante su régimen de 17 años —son palabras del mismo general— era parte del pasado. El presidente demócrata cristiano Patricio Aylwin manejaba a la sazón los destinos del país.
La demanda de la UDI, que busca la extradición de los presuntos asesinos, contrariaba el objetivo de La Moneda de lograr una Cumbre sin desavenencias ni sobresaltos, que se constituyera en un paso relevante al incremento de las inversiones de la Unión Europea en la zona, que ya alcanzan los 600.000 millones de dólares.
La insistencia indeclinable de la UDI, incluso contra los fines de su propia presencia en el gobierno, llegó a un punto en que se habló más de una vez en la prensa de abrir proceso judicial si Raúl Castro llegaba a Chile. El canciller Alfredo Moreno recordó entonces la inmunidad de los jefes de Estado.
¿Pudo el hermano del Castro mayor no asistir a la Cumbre? Por supuesto que sí, pero la importancia del cónclave para Cuba resultaba imprescindible, con un Chávez muy grave en La Habana y una Venezuela que puede cambiar y desaparecer así la enorme subvención de Caracas.
Algunas fisuras
Entre la oposición política chilena, con excepción imaginable de los tres diputados comunistas, el senador Alejandro Navarro y algún otro, reinaba y reina la convicción del derecho de la UDI a reclamar la extradición, aunque la discrepancia estribaba en el momento, o sea, si resultaba razonable en el espacio de la Cumbre.
A lo anterior se añadió la insistencia por diversos actores de la prohibición a Rosa María Payá de viajar a Chile para un curso universitario, caso muy sonado en el país austral, pero al respecto no fue la UDI, sino la democracia cristiana, con fuertes relaciones con Osvaldo Payá, cuya muerte se mantiene aún entre el asesinato político y el accidente de tránsito, la que encabezó las denuncias contra La Habana y su falta de libertades.
Hasta Guillermo Teillier, líder del Partido Comunista de Chile (PC), entidad cuya credibilidad desciende hasta niveles no medibles por su respaldo a lo que sucede en la Isla, llegó a admitir, ante la crítica cercana a la unanimidad y las preguntas incisivas de la prensa, que no estaba de acuerdo con la negativa contra Rosa María.
La crítica desatada en el contexto de la Cumbre fue tal que el más que comedido secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, dijo que La Habana no ha hecho caso a su Comisión de Derechos Humanos, y añadió que nadie ha levantado la voz en el tema.
Súmese que en el contexto de la Cumbre continuó ventilándose el polémico acuerdo electoral entre la DC y el PC chileno, donde el no reconocimiento de los derechos humanos en la Isla ocupa un sitio decisivo. De tal manera, líderes de la DC y en particular el senador y presidente del partido, Ignacio Walker, desnudaban con frecuencia y públicamente la situación doméstica isleña.
Ante las presiones de la UDI, Sebastián Piñera decide presentar la demanda en la entrevista que tendría en la Cumbre con Raúl Castro, lo cual destensaba vínculos con sus socios políticos que, no obstante, informarán la entrega a las delegaciones visitantes —60 en total— de un documento con las pruebas que señalan a la Isla como refugio de los presuntos asesinos de Guzmán.
Desde luego que el anuncio de Piñera sobre lo que haría en la entrevista ocupó las primeras planas de la prensa austral, y no podía ser de otro modo ya que muchos chilenos se sintieron representados y en cierto modo redimidos por lo que acaso sentían como intangibilidad de Raúl Castro.
Mientras todo este conjunto de situaciones se expandía hasta la crítica contra Raúl que lanzó Max Marambio en El Mercurio, el diputado y presidente de la UDI, Patricio Melero, extendió siempre sus declaraciones al tema primordial, y en este sentido dijo a DIARIO DE CUBA: "Si Raúl Castro pretende llegar a Chile para blanquear su imagen y tratar de plantearse como un demócrata ante la comunidad mundial, ésta tiene que solidarizar con la causa de los derechos humanos y la democracia en Cuba".
Ciertamente, la alta política se comportó de forma diferente, pero en Chile y en otros muchos lugares se instaló la convicción de los derechos violados de los cubanos y la necesidad de un cambio.
En el mismo sentido de Melero dialogaron con este diario, en los días de la Cumbre, el senador demócrata cristiano Mariano Ruiz-Esquide, del temprano Grupo de los 13 contra el pinochetismo; el diputado y miembro de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara, Eduardo Antonio Cerda; el senador Patricio Walker; el diputado por Renovación Nacional José Manuel Edwards, cuya esposa es cubana, y su homóloga por el PRO argentino Cornelia Schmidt-Liermann, entre otros.
Esta última es impulsora del Grupo Parlamentario de Amistad con el Movimiento Democrático Cubano, que pretende plena "apertura política" y lograr el derecho a elecciones libres y democráticas, según lo establecido en la Declaración Universal de Derechos Humanos.
En estos días, como nunca en democracia según nuestro conocimiento, se difundió de forma continua al régimen de La Habana como una dictadura prácticamente en todos los medios y por los más disímiles actores. Vale afirmar que este clima no se redujo a los círculos políticos, sino que fue mucho más allá. Los debates por las redes sociales se sucedían a diario.
Podríamos asegurar que a partir de esta reunión y la temperatura que se generó, La Habana tiene perdida de antemano cualquier batalla en la ONU sobre derechos humanos. Los avatares chilenos aludidos tuvieron el mérito de instalar una profunda certidumbre al respecto.
Por encima de los acontecimientos del pasado, incluso quien suscribe no alcanza a explicarse totalmente la particular sensibilidad, esa emotividad perceptible de los chilenos hacia Cuba, con independencia de su posición ideológica.
Las protestas
Varios eventos se involucraron también en el clima ascensional de críticas a Cuba en los alrededores de la Cumbre, entre ellos el Osvaldo Payá in Memoriam y el Foro de Relaciones Internacionales y Derechos Humanos, donde la Isla ocupó el eje de numerosos abordajes.
En el Foro expusieron el senador Patricio Walker, encargado del tema cubano en la democracia cristiana y otros ya mencionados, así como Gabriel Salvia, director general de CADAL (Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina), la diputada Mónica Zalaquett (UDI) y el consejero nacional del Partido Regionalista Independiente, Edmundo Salas, entre otros.
Pero el tema cubano en los alrededores de la Cumbre no quedó ahí. A pocas horas del comienzo de la reunión, militantes de la UDI protestaron frente a las rejas de la embajada cubana en Santiago y deslizaron sus demandas por debajo de dicha reja, pues la sede amaneció cerrada.
Aquí habría que destacar que la porción de la izquierda chilena que recibe órdenes de la embajada cubana y el Partido Comunista, se enteró tarde o decidió dormir la mañana el 24 de enero.
Así, perdieron la oportunidad de formar un show —violencia incluida— contra quienes criticaban a Cuba. En más de una ocasión han utilizado la violencia contra los isleños que se han manifestado frente a la sede diplomática.
Con la experiencia del 24, el 27 de enero esta izquierda llegó mucho antes que los cubanos que habían solicitado permiso oficial para protestar en la céntrica Plaza Baquedano, donde existe un busto de Martí, contra la presencia de Castro en Chile. Los gritos, groserías y amenazas de dicha izquierda, entre cuyas filas la cifra de cubanos era ínfima (al punto que no pudieron cantar el himno nacional), escogió como uno de sus objetivos a la atractiva periodista Karen Caballero, de Televisión Martí, quien se sintió afectada por tanta ofensa y vulgaridad en su contra, pero a pesar de lo cual hizo su trabajo con entereza y profesionalismo.
Gracias a la numerosa presencia policial no hubo encuentros violentos.
Errores no forzados
Si existe personalidad política incapaz de dar vuelta a la imagen que predominaba en la Cumbre, esa se llama Raúl Castro.
No es que no haya tratado de mostrarse simpático. Su problema no reside en la falta de carisma, sino en su ineficiencia estructural para generar simpatía, agravada a los 82 años.
En primer lugar, Castro no convocó la conferencia de prensa que se perfilaba como oportunidad para disolver la temperatura reinante en un cónclave al que asistieron 1.300 informadores. La periodista de la televisora del gobierno chileno contó sus carreras para extraerle alguna declaración, y finalmente logró que le dijera un par de ñoñerías sobre la salud del hermano y de Chávez. Además, lo hizo tan lejos del micrófono que obligó al canal a poner subtítulos. Probablemente su nieto, que no se le separa según el canal oficial chileno, le impidió aproximarse. Quién sabe.
Si Castro no iba a responder a tanta crítica, lo que nunca debió hacer la delegación isleña fue convocar una conferencia de prensa que movilizó a nutrido grupo de periodistas para el tan esperado momento. Sin embargo, pronto vieron cómo las puertas se cerraban por dentro, solamente con prensa y funcionarios cubanos del otro lado. Cualquier isleño puede adivinar lo que allí sucedió: una reunión del partido. Este error no forzado, para utilizar términos tenísticos, fue criticado también por la prensa.
Una empresa como EFE, cuyos periodistas no pueden expresar sus opiniones personales a otros medios, resultó harto condescendiente cuando calificó la convocatoria de "llamativa" y "original" conferencia de prensa.
Un extraño regusto quedó en boca de muchos cuando la líder natural de la UE, Ángela Merkel, mostró desdén —o desprecio según se quiera— y le negó el saludo a Castro, en un ámbito donde se camina y se va saludando a todo el que se encuentra. Saludar y socializar aunque sea de forma efímera es el contenido de este espacio protocolario, pero Merkel no saludó a Castro.
Sin embargo, restaba al mandatario cubano una última oportunidad para brindar respuesta a las innumerables críticas contra su régimen: el discurso luego de recibir la presidencia de la CELAC. En sus palabras, Castro se dividió entre el ditirambo a Chávez y mostrar a la Isla como campeona de la solidaridad, a lo que endosó una larga digresión sobre cómo combatir la droga, sin que faltara su habitual antimperialismo. Un montón de viejas nociones, en fin, sin espacios para la creación y el avance. Nada dijo sobre las montañas de críticas de que Cuba había y estaba siendo objeto.
Tal vez ahora pueda el lector hacerse una idea sobre si fue o no un éxito para Cuba la Primera Cumbre CELAC-Unión Europea.
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