viernes, enero 18, 2013

CUBA-EEUU: ¿Robo de cerebros?

Arnaldo M. Fernández & Emilio Ichikawa
humanismouruguayo
El robo es una acción asimétrica. El de “cerebros”, como cualquier otro, cobra sentido en una dualidad: la instancia que roba y aquella que es robada. Optaremos aquí por darle carácter neutral al objeto robado (el “cerebro”), sin considerar si es cómplice o no en la operación. La frase “robo de cerebros” ha tenido en el contexto cubano y el latinoamericano en general una connotación reivindicativa. Lo mismo en la dicotomía norte-sur, desarrollo-subdesarrollo, capitalismo-socialismo. El “robo de cerebros” es un tema importante de la llamada Sociología de la Ciencia y en particular el pensamiento marxista le ha prestado tradicional atención. En el libro de Eduardo Galeano que Chávez le regaló a Obama, hay un indignado capítulo dedicado al “robo de cerebros”.
Ahora bien, al menos dos enfoques de la Ciencia y la Historia de la Ciencia nos conducen por caminos distintos en el análisis del “robo de cerebros”. Una historia llamada “heroica”, caracterizada por considerar solo aquellas cumbres del pensamiento que han propiciado cambios de paradigmas teóricos o realizado descubrimientos cruciales; y una llamada “historia social de la ciencia” a la que incumben las rutinas de laboratorio, la docencia y divulgación científica, la acumulación de datos, la búsqueda de financiamiento, la dinámica de los grupos de investigación (sistematizadores,creativos, objetores, etc.)… En fin, todo ese lado ordinario del saber científico.
Surgen a partir de esto matices importantes, porque no es lo mismo “robarse” un Premio Nobel, un eminente cirujano argentino, un biólogo molecular chileno o un físico nuclear brasileño para que trabajen en Universidades de EE. UU. o Inglaterra, que drenar la clase médica cubana (o los destacamentos de agrónomos norcoreanos) en virtud de un diferendo político que se arrastra de la Guerra Fría.
Podemos convenir en que hay un “robo de cerebros” en sentido estricto cuando el “ladrón” detecta (por espionaje científico o “intercambio académico” regular) la existencia de un talento excepcional en un país extranjero y quiere llevárselo al suyo para servirse de su inteligencia. No es “robo de cerebro”, o lo es pero en un sentido diferente, la sangría de profesionales de disímiles categorías para conmocionar un orden sociopolítico que se desaprueba. Por ejemplo, las Universidades de EEUU tienen contratada una gran cifra de profesores de origen cubano, muchos de ellos formados en las escuelas del socialismo, para la enseñanza de Idioma Español, Literatura Hispanoamericana y cursos de introducción a la Historia del Caribe. La pregunta que se impone es: ¿Necesitaba EE. UU. “robarse” esos “cerebros” de las Facultades, la UNEAC o las redacciones de periódicos de la isla? ¿Necesitaba EE. UU. “robarse” cubanólogos de la Escuela Superior del Partido Ñico López, del ISRI o los Centros de Investigación adjuntos al Comité Central porque no cuenta con graduados capaces de hablar con cierta propiedad de los orígenes y el porvenir del castrismo? Claro que no. Entonces no hay aquí “robo de cerebros” en sentido estricto, se trata mejor del diezmo de un sector que si no provoca crisis de personal por lo menos sirve como reserva humana para la batalla ideológica mediática. Aunque es una común evidencia que la base profesional de cualquier país se estremece lo mismo si se extraen masivamente de ella los médicos, los deportistas, los taxistas o los panaderos.
El término “robo de cerebros” tiene entonces varios sentidos, varios niveles de prestigio y en consecuencia hasta varios tipos de visado. Cuando aparece un físico pakistaní, un químico ruso o un genetista chino de relevancia hay resortes en la legislación migratoria que se activan de inmediato para quedárselo. La presencia de profesionales cubanos en EE. UU. suele legalizarse por otras visas y otras vías; particularmente a través del conocido Ajuste Cubano.
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