Por Veizant Boloy
Pablo Marcial Leyva Rodríguez fue uno de esos intrépidos jóvenes revolucionarios que a finales de los años cincuenta se incorporó al Ejército Rebelde, en la Sierra Maestra. Bajo las órdenes de Aldo Santamaría Cuadrado, ahora [nota: 'ERA', fallecio en el 2003-lg] vicealmirante y jefe de la Marina de Guerra Revolucionaria, participó en difíciles combates. Como trofeo de guerra muestra una herida de bala que le atravesó las costillas.
Ya para esa fecha conocía a Fidel y Raúl Castro. También nació en Birán y, según él, tenía como hábito visitar la casa de los hermanos Castro desde la niñez. Más de cinco décadas le separan de aquellos días sombríos.
Hoy Leyva Rodríguez, de 78 años, atesora cuatro paredes mugrientas y una cama sin colchón que comparte con su mujer, Cristobalina Rubio Foure, de 68 años y con su hija, Martha Virginia.
Hoy Leyva Rodríguez, de 78 años, atesora cuatro paredes mugrientas y una cama sin colchón que comparte con su mujer, Cristobalina Rubio Foure, de 68 años y con su hija, Martha Virginia.
Era propietario de una pequeña vivienda situada en el reparto Juanelo, en San Miguel Padrón, la cual se quemó en el año 2000 con todas sus pertenencias. El núcleo familiar fue reubicado temporalmente en un apartamento, ubicado en la calle Dolores y San Joaquín, del municipio San Miguel del Padrón.
“Luego de una carta dirigida personalmente a Raúl Castro se me asignó un albergue”, refiere. Le comenzaron a pagar 158 pesos mensuales por seguridad social, para dos personas, menos de 7 dólares con el cambio oficial.
“Verlo provoca dolor. En una parada de ómnibus espera sentado mientras su esposa busca entre la basura comida o ropa”, dijo un residente del lugar que se negó a ser identificado. “Ahí donde tú lo ves, tiene problemas en el corazón, es diabético, epiléptico e hipertenso”.
Su esposa Cristobalina lamentó:
“En estos años no faltaron las incomprensiones por parte de las instituciones y sus funcionarios; en más de una ocasión nos dijeron viejos sucios”.
Su hija se quejó en la Asamblea Municipal del Poder Popular de San Miguel del Padrón, refiriendo la trayectoria de su padre. Desde el 2001 somos los primeros en el escalafón de Dirección Municipal de Vivienda y no nos han asignado casa, le dijo a la funcionaria. Esta le respondió: “No es mi problema, deben seguir esperando”.
La familia de Leyva no tiene lo básico que necesita una persona para vivir. Los años y las decepciones les han vencido.
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