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Hace tres días fue la última vez que tuve que aguantar a un grupo de imbéciles hablando de sus viajes al prostíbulo. ¡Qué risueños, qué mulatas y mulatos! ¡Estoy aprendiendo a tocar el tambor!
Aquel es un país de putas y putos, es verdad, pero este es un país de puteros. Tampoco es tan malo, dirán algunos, pero es que yo no pago por follar.
Ahora, una política española, Esperanza Aguirre, dice que hay que investigar el caso. Que si la dictadura, qué mala. Pues con no haberle mandado el cirujano que salvó la vida al dictador nos habría servido mejor. Todos los puteros socialdemócratas y los liberales y los conservadores y en fin todos los puteros españoles llevan cincuenta y cuatro años lamiendo las botas y el culo de los Castro y colaborando y aplaudiendo viles o aguantando cobardes los desplantes de los matones cubanos y cincuenta y cuatro años después siguen en lo mismo y encima quieren que les tomemos en serio.
Pero quién puede tomar en serio a semejante banda de cagados y puteros.
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