Emilio Ichikawa
La democratización de las tecnologías y el abaratamiento del uso de impresoras por “inyección” han propiciado que proliferen en Miami una serie de “pequeñas editoriales” que han elevado la cantidad de material bibliográfico disponible en la ciudad; sobre todo el relacionado con la memoria inmediata y el pasado reciente de la historia cubana. Por otra parte, la nueva arribazón a Miami de cubanoamericanos retirados en estados del norte y el oeste de la unión americana; así como el reacomodo de otros compatriotas llegados desde terceros países por razones de la crisis económica global, inclinan a muchas de estas personas a insertarse lo más rápido posible en el espacio social miamense, para lo que expiden testimonios excepcionales en lo que es un gran tema de sociedad en Miami Dade County: la querella castrismo-anticastrismo. Además la longevidad de la revolución cubana, que en unos días entra en su aniversario 54, intensifica la ansiedad por hacer “auditorías personales” y establecer saldos de la participación individual (inocente, más o menos culpable) en este largo proceso.
Decía que estos elementos estimulan la aparición de material biográfico y autobiográfico en las librerías, emisoras de radio y televisión, cuya finalidad es a veces más terapéutica que científica o investigativa. De ahí que sea lógico que tiendan a practicar un comprensible revisionismo, generalmente de carácter apologético. La pandemia autobiográfica se ha extendido por todas las edades y ya se pueden adquirir memorias de personas que rondan los 30 y los 40 años de edad.
En los últimos años han aparecido historias de vida de Roberto Martín Pérez, de Ramón Barquín, de Francisco Tabernilla, de Antonio Llano Montes, de Eduardo Zayas Bazán, de Orlando Bosch, de Carlos Alberto Montaner… Y es realmente una pena que, por todo lo anterior, no se les pueda citar con confianza como una fuente de primer o segundo orden, siendo más aconsejable su lectura como “reconstrucción mitológica con pretensión veritativa”. Hay que filtrarles el sentido lógico de la ficción; no el aporte a la verdad.
Es recomendable prudencia incluso sobre los documentos que algunos relatos publicados están insertando en sus páginas; como actas, “transcripciones”, certificados, cartas y fotos. Claro que se pueden usar; con reservas.
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