miércoles, diciembre 19, 2012

Cuba y Venezuela sin Hugo Chavez

Dr. Eugenio Yáñez
La actual crisis de salud del presidente venezolano Hugo Chávez parece definitiva.
 
Cuatro operaciones en un año y medio a un paciente que padece cáncer en los huesos no son cosa de juego, y a pesar del secretismo que ha rodeado este tema, las pocas noticias que se han podido conocer, las propias informaciones que ha ofrecido el gobierno venezolano, las opiniones de prestigiosos oncólogos sobre los pronósticos y posibilidades del paciente, el hecho de que la televisión cubana interrumpiera su programación en la noche del sábado 8 de diciembre para retransmitir a Hugo Chávez anunciando que partía urgentemente hacia Cuba para ser operado, no presagian nada agradable.
 
Se suma a todo lo anterior, para dejar entrever que la situación de salud resulta extremadamente compleja para el caudillo venezolano, la designación de Nicolás Maduro como sustituto de Chávez, la presencia de coroneles de las FAR cubanas en una misa por la salud del caudillo venezolano en la iglesia de Jesús de Miramar en La Habana, y la precipitada visita a Cuba del presidente ecuatoriano Rafael Correa para solidarizarse con el enfermo: supuestamente Correa sería el heredero del “socialismo del siglo XXI” para el frente internacional -tarea que ni Raúl Castro, ni Evo Morales ni Daniel Ortega tienen talla intelectual para pretender-, pero con menos carisma y muchos menos recursos que el teniente coronel de Sabaneta, su influencia será marcadamente más limitada.
 
Prueba de esas limitaciones de Correa es la siguiente noticia que circuló en la noche del domingo: “El canciller ecuatoriano, Ricardo Patiño, visitó este domingo la ciudad oriental de Santiago de Cuba, donde se mostró interesado en apoyar el programa de construcción de casas para los damnificados del huracán “Sandy”, que azotó severamente esa zona de la isla el pasado 25 de octubre”. No es lo mismo mostrarte “interesado” que regalar recursos a manos llenas.
 
Nunca en nuestros análisis hemos sido alarmistas, y los lectores saben que nunca hemos dado por muerto a Fidel Castro sin tener evidencias, a pesar de las innumerables “muertes” que se le han pronosticado y, sobre todo, anunciado, en los últimos años. De igual forma, nunca nos dejamos llevar por tremendismos morochos ni hemos seguido ciegamente a algunos agoreros venezolanos que en este tema se han movido de ridículo en ridículo sin cansarse de repetirse en el error, y siempre hemos preferido seguir certezas y realidades antes que deseos y “ojalás”.
 
Sin embargo, parece ser que esta vez hay una situación irreversible. Ni estamos diciendo ni pretendemos decir que la vida de Hugo Chávez terminará en cualquier momento en medio de la actual crisis, pues ni somos médicos ni pretendemos serlo, ni existe información pública suficiente para consultar a verdaderos especialistas sobre el tema.
 
Simplemente, nos referimos solamente al aspecto estrictamente político de su vida, y en esa dimensión es evidente que ya Hugo Chávez parece estar fuera del juego: no es lo mismo superar un complejo conjunto de cirugías como a las que ha sido sometido el teniente coronel, y posteriormente dedicarse a una vida privada de reposo y tranquilidad junto a su familia, que pretender después de ese calvario volver a asumir las funciones inherentes a un jefe de Estado: resulta, evidentemente, imposible.
 
De manera que no sería nada ocioso comenzar a pensar seriamente en escenarios post-Chávez, o más exactamente, en Cuba y Venezuela sin Chávez. No resulta ocioso que nosotros comencemos a pensar en eso detalladamente, pero partiendo de ahí no hay que llegar a la errónea conclusión de que ahora también en La Habana estarían comenzando a pensar en ese mundo sin Hugo Chávez, como han hecho algunos.
 
Creer que La Habana haya estado todo este tiempo ajena a estas elementales previsiones, y ahora es que comienza a correr para improvisar, o que los escenarios futuros de Venezuela a corto y mediano plazo pueden delinearse ignorando a La Habana, es pecar de supina ignorancia de la verdadera realpolítik.
Igualmente grave es hacerse la idea de  que el régimen cubano “reacciona” a lo que ocurre en Venezuela,  y no darse cuenta de que su participación, en la era  chavista, siempre ha sido,  es y será, absolutamente proactiva: el  gobierno cubano “acciona” en Venezuela, no  “reacciona”,  sea para designar  un sustituto,  definir una política económica, encarcelar a un adversario, o  para cualquier  asunto  de importancia.  No digo esto ignorando  la soberanía  de Venezuela  ni despreciando los sentimientos de los venezolanos, sino constatando una triste realidad, en la que Hugo Chávez y los hermanos Castro son cómplices culpables, y sin atenuantes.
Un ingenuo “experto” en el tema pronosticaba en la televisión de Miami hace varios días que antes de fin de año se verían dramáticas medidas en La Habana por parte del régimen cubano, orientadas a la profundización de “reformas” dirigidas al mercado, para poder enfrentar la realidad post-Chávez.
 
Eso no tiene sentido: una cosa sería que determinados aspectos del concepto general del llamado modelo económico en Cuba se aceleren, pero eso no significa que vayan a existir precipitaciones y medidas impensadas, como si en La Rinconada y Punto Cero no se hubiera analizado desde hace ya mucho tiempo -incluso antes de que el teniente coronel supiera de su enfermedad- en cómo serían los escenarios venezolanos sin Hugo Chávez, fuera porque el caudillo de Sabaneta perdiera unas elecciones que no pudieran “arreglarse” a tiempo, o porque quedara excluido del poder por cualquier causa, como atentado, accidente o enfermedad.
 
Porque se puede improvisar en el restaurante Versailles de la Calle Ocho, en La Carreta de Hialeah, en La Isla de New Jersey, en El Floridita de Los Ángeles, o en el Parque del Dominó, pero no en los tanques pensantes neocastristas en La Habana, que saben perfectamente que tanto la propia estabilidad del régimen como su subsistencia dependen estrechamente de los destinos del mecenas venezolano y de la evolución de los acontecimientos en Caracas.
 
Como para desmentir tamaña candidez del supuesto “experto” mencionado, este párrafo del discurso de Raúl Castro pronunciado en la Asamblea Nacional del Poder Popular el pasado día 13 de diciembre, ya tras la operación de Hugo Chávez en La Habana, es más que elocuente: “la actualización del modelo económico cubano, tras las medidas iniciales de supresión de prohibiciones y otras trabas para el desarrollo de las fuerzas productivas, marcha con paso seguro y se empieza a adentrar en cuestiones de mayor alcance, complejidad y profundidad, partiendo de la premisa de que todo lo que hagamos va dirigido a la preservación y desarrollo en Cuba de una sociedad socialista sustentable y próspera”.
 
Esas palabras, y la totalidad del discurso en general, no reflejan nada de tremendismo o decisiones heroicas por parte del régimen, ni tampoco volteretas precipitadas hacia el mercado: se mantiene el paso que se trae hace ya tiempo, independientemente de lo que pueda estar pasando en Venezuela, porque todos esos escenarios ya estaban previstos.
 
Eso no significa que las nuevas realidades del agravamiento de la salud de Hugo Chávez provoquen un alocado aceleramiento en la aplicación de determinadas reformas en Cuba. Lo que se desprende de las recientes declaraciones del vicepresidente del gobierno cubano Marino Murillo en la Asamblea Nacional del Poder Popular, de que en los próximos dos años se profundizará en la aplicación de medidas de “perfeccionamiento”, es que se insistirá en enfoques que no van mucho más allá de las reformas soviéticas de 1965 propiciadas por el economista Evsei Liberman para las empresas estatales -y que Ernesto Guevara nunca entendió, a pesar de sus apologistas- mezcladas con tímidas aperturas hacia el sector de los cuentapropistas y los arrendatarios de tierras, que no impedirán, sin embargo, la necesidad de disponer de 1,900 millones de dólares para la importación de alimentos en el 2013.
 
El profesor cubano Enrique Patterson, que no tiene nada de ingenuo, a diferencia del anteriormente mencionado “experto”, en un ángulo diferente de análisis de las realidades cubano-venezolanas, planteó recientemente en la televisión de Miami una hipótesis que resulta muy interesante: se preguntaba si acaso ni el propio Hugo Chávez sabría más detalles sobre su enfermedad que Fidel y Raúl Castro, quienes quizás no le habrían informado minuciosamente de la magnitud y verdadera gravedad que enfrentaba, tratando de  que Chávez no se deprimiera y pudiera presentarse a las elecciones presidenciales como si estuviera en perfectas condiciones, con la enfermedad ya superada.
 
Algunos venezolanos, indignados con razón,  han señalado que Chávez engañó al pueblo al anunciar que ya no quedaban células malignas en su organismo y que la enfermedad estaba superada, y por lo tanto pedirles que votaran por él, pero la hipótesis de Patterson supondría que Hugo Chávez hablaba convencido de lo que decía, y que los hermanos Castro le ocultaron la realidad porque, en su planificación de posibles escenarios futuros para Venezuela, necesitaban a un Chávez candidato a presidente que le cerrara el paso al candidato opositor Henrique Capriles, para después encaminar los rumbos de la sucesión de acuerdo a los intereses de La Habana.
 
Hipótesis al fin y al cabo esta de Patterson, es necesario pensar con mucha calma en ella, porque teniendo en cuenta las características de la personalidad de Fidel Castro -que en este tema de Venezuela y Chávez no puede considerarse fuera del juego de ninguna manera, porque no lo está ni lo estará- no debería ser rechazada a priori, más aun cuando contiene una lógica aplastante para la supervivencia del régimen de La Habana: pensar que consideraciones éticas o morales limitarían a los hermanos Castro a renunciar a esa opción tan vinculada a su propia supervivencia sería, simplemente, no conocerlos.
 
El eterno problema de las sucesiones
 
El gran problema de la sucesión tras la muerte -biológica o política- de un caudillo, al menos en el mundo latino, es que, por regla general, sus colaboradores pueden ser leales, pero no pueden heredar su carisma y su control casi absoluto: sucedió tras la muerte de Trujillo en República Dominicana, y posteriormente tras la de Marcelo Caetano en Portugal y la de Francisco Franco en España -a pesar de haber creído este último que todo estaba “atado y bien atado”.
 
Si no sucedió absolutamente lo mismo en Haití con “Baby Doc” Duvalier ni en Cuba con Raúl Castro, y no se perdió de golpe todo el “legado”, fue porque -en cierta medida-, más que “sucesores” desde afuera, ambos sucesores resultaban una especie de vice-caudillo ligado por vínculos familiares al caudillo original -hijo, hermano-, cada uno en su contexto. Pero ni Hugo Chávez, ni Evo Morales, ni Daniel Ortega, ni Rafael Correa, tienen un “sucesor” en sus países que pueda ser capaz de garantizar la continuación del supuesto “socialismo del siglo XXI” cuando ellos no puedan ser los líderes, por cualquier razón.
 
En Venezuela se le trató de buscar una solución funcional a ese complejo problema con la designación de Nicolás Maduro como el sucesor de Hugo Chávez, pero la constitución venezolana es muy explícita en ese tema, aunque ya se han manejado muy diferentes interpretaciones de sus postulados: el vicepresidente sustituye al presidente y termina su período presidencial si la ausencia del presidente se produce en los últimos dos años de su mandato (como sucede en estos momentos, cuando el actual mandato expira el 10 de enero del 2013), pero si se tratara del caso de que el presidente no pueda asumir un nuevo mandato en la fecha establecida, entonces le corresponde al presidente de la Asamblea Nacional ocupar interinamente la presidencia del país y convocar a elecciones en un período de treinta días.
 
En un primer momento, una serie de “iluminados” en Miami y Caracas se burlaban del vicepresidente Nicolás Maduro por haber sido en su juventud conductor de autobús, y despectivamente comenzaron a referirse a él como “el autobusero”. Sin embargo, Maduro no es un tonto ni mucho menos, tiene décadas de militancia y disciplina política marxista y amplia experiencia en su condición de dirigente sindical desde el Metro de Caracas, y se le considera una persona que sabe escuchar y es abierto a la negociación.
 
Tiene toda la confianza de Chávez, de quien ha sido un incondicional absoluto, y de los hermanos Castro. Sin dudas, Maduro es un político mucho más preparado y mucho mejor formado que el conjunto de buhoneros políticos y payasos que en Miami y Caracas se dedicaron a subestimarlo, por el solo hecho de haber sido un “autobusero”, cuando fue designado por Chávez para la sucesión el pasado 8 de diciembre.
 
El día cinco de enero del 2013 debe elegirse la nueva presidencia y la directiva de la Asamblea Nacional venezolana, ante la cual Chávez debería asumir su nuevo mandato cinco días después. El actual presidente de ese órgano hasta el día cinco de enero es Diosdado Cabello, que actualmente es también vicepresidente del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y un rival político de Nicolás Maduro.
 
Diosdado Cabello era un oficial del ejército cuando participó junto a Chávez en el fallido golpe de estado de febrero de 1992 contra el presidente Carlos Andrés Pérez, y tiene muy buenas relaciones en el sector militar. Además, era el vicepresidente de la república cuando Chávez fue sacado del poder en abril del 2002, y se mantuvo leal al presidente hasta que este regresó al gobierno dos días después, por lo que se considera a sí mismo con méritos históricos suficientes como chavista y como “bolivariano”.
 
Sin embargo, debido a su acérrimo nacionalismo y sus evidentes y no muy disimuladas posiciones contra la ingerencia castrista, no es bien visto en Cuba, por pertenecer y en cierto sentido liderar al sector del chavismo que no ve con buenos ojos la demasiado estrecha relación de Caracas con La Habana. Para decirlo desde la perspectiva y con el lenguaje del régimen en Cuba, Diosdado Cabello no es una persona “confiable”, lo que dificulta enormemente sus perspectivas.
 
Entre lo que se comenta dentro de la avalancha de temas políticos en Venezuela en estos convulsos días, es que el chavismo duro (se supondría que con anuencia de La Habana) intentaría proponer para presidente de la Asamblea Nacional a Fernando Soto Rojas, un veterano de la Liga Socialista junto a Nicolás Maduro, donde militaron juntos hace ya muchísimos años, y que también anteriormente fue presidente de la Asamblea Nacional. Con esta jugada los ortodoxos del chavismo duro estarían pretendiendo dejar fuera del juego a Diosdado Cabello, pero las cosas no parecen tan sencillas.
 
Cabello tiene marcada influencia en el sector militar venezolano, y excelentes relaciones con una importante parte del generalato del país, incluidos los altos mandos acusados de vínculos con el narcotráfico. No es fácil creer que este grupo aceptaría tranquilamente el desplazamiento de Diosdado Cabello y la subordinación sin protección alguna a un civil como Nicolás Maduro, con fama de flexible y negociador. Ninguno de ellos quisiera arriesgarse a que esa “flexibilidad” pueda terminar en algún tipo de arreglo de extradición del gobierno venezolano con la DEA, la agencia antidrogas de Estados Unidos.
 
Por otra parte, y sobre este tema, se comenta también que Diosdado Cabello le propuso a la embajada norteamericana en Caracas que si él fuera apoyado para establecerse como el hombre fuerte de Venezuela en esta coyuntura, mantendría a los cubanos a distancia, garantizaría sin problemas los flujos de petróleo hacia Estados Unidos, y mejoraría las relaciones con ese país, todo eso a cambio de que no hubiera presiones contra su persona por eventuales acusaciones de narcotráfico o de corrupción.
 
Se trata de rumores al fin y al cabo, pero son elementos que dan vueltas entre la comidilla política en Venezuela en estos días de incertidumbre, y podrían tener una fundamentación lógica y pragmática. De haber sucedido, es evidente que tal hecho no habría pasado inadvertido a los servicios cubanos de contrainteligencia en Caracas.
 
Lo que si que no es un rumor es que Diosdado Cabello, por primera vez en los catorce años de poder de Hugo Chávez, visitó brevemente La Habana en estos días de la cuarta operación del presidente venezolano, cosa que no había hecho nunca anteriormente, y de seguro que en estos momentos no fue ni para conocer La Habana Vieja ni tampoco la playa de Varadero.
 
¿Qué se conversó en La Habana con Cabello? ¿Qué se le puede haber ofrecido o qué se le puede haber solicitado, y a cambio de qué? ¿Impunidad, poder, amenazas, presiones?
 
No deberíamos sorprendernos si un día nos enteramos de que durante esa breve visita a Cuba se le puede haber ofrecido desde la vicepresidencia ejecutiva junto a Maduro, o quizás respaldo si después de Maduro quisiera aspirar como Presidente del país, o aun apoyarlo para la presidencia en esta coyuntura actual a cambio de compromisos muy concretos, hasta haberle presionado fuertemente para apoyar a Nicolás Maduro sin crear dificultades, o quien sabe si hasta le hayan podido mostrar evidencias suficientes -reales o fabricadas- para incriminarlo ante la DEA norteamericana en acciones de narcotráfico.
 
Con tantas cosas en juego para la supervivencia del régimen en La Habana no hay que pensar que los extensos tentáculos del castrismo vayan a estar durmiendo mientras se está asegurando la permanencia del espíritu de Hugo Chávez en el poder venezolano, y con ello el apoyo incondicional a La Habana de los hermanos Castro.
 
Lo que si parece comprobado también es que en el último viaje de dos días de Chávez a Venezuela, donde evidentemente fue para atar cabos de última hora, antes de anunciar su regreso a La Habana para la cuarta y muy compleja y peligrosa cirugía, encontró el tiempo necesario para firmar un importantísimo decreto presidencial que coloca bajo la autoridad del Vicepresidente los servicios de inteligencia y contrainteligencia del país, hasta ahora bajo el mando del Ministerio del Interior.
 
La jugada, evidentemente, fortalece la posición y el poder de Nicolás Maduro en ausencia de Hugo Chávez, a la vez que debilita al Ministerio del Interior al quitarle el control de los órganos de más importancia y trascendencia para esa cartera, así como al mismísimo ministro Néstor Reverol, quien es considerado un hombre cercano a Diosdado Cabello.
 
Como quiera que se puedan desarrollar las cosas, La Habana no puede plantearse ni en broma escenarios donde los suministros de petróleo subsidiado o el generoso pago por la colaboración de médicos, maestros, entrenadores, asesores y otros profesionales, fueran interrumpidos de golpe. Ni siquiera se aceptaba esa opción en los escenarios del 2006 y 2012, en que los candidatos opositores pudieran obtener la presidencia venezolana.
 
La mayor concesión que podría haberse hecho en negociaciones con Diosdado Cabello y los chavistas que no simpatizan demasiado con La Habana sería un compromiso de retirada escalonada y con tiempo suficiente de parte de la colaboración cubana en Venezuela, -fundamentalmente la militar y de seguridad, pero nunca de la protección del presidente- y alguna promesa de negociar alrededor de las condiciones del financiamiento del petróleo venezolano que se suministra a Cuba. No mucho más, al menos por el momento, y en dependencia de cómo evolucionen los acontecimientos en Venezuela y la correlación de fuerzas de cada bando.
 
Las realidades venezolanas
 
Sin embargo, todo este complejo ajedrez dificulta mucho las cosas. Además de resultar imposible un chavismo sin Chávez en Venezuela, la necesidad de conjugar dos fuerzas “chavistas” opuestas, representadas por Maduro y Cabello, y a pesar de que Chávez dio su apoyo total a Maduro en ese sordo y callado enfrentamiento, no existen garantías de que las diversas facciones e intereses que componen el chavismo respaldarán la decisión del caudillo, no solamente tras su eventual muerte, sino incluso desde ahora mismo.
 
No es lo mismo lo que pueden pensar Adán Chávez, Elías Jaua, o Alí Rodríguez Araque, del grupo de los “duros”, que lo que piensen los recientemente ascendidos generales del “cartel de los soles” o los integrantes de la “boli-burguesía” (burguesía bolivariana) que se han enriquecido aceleradamente a la sombra de la corrupción y los negocios ilícitos facilitados y bendecidos por Diosdado Cabello.
 
Por otra parte, es interesante destacar cómo todos los movimientos y estrategias del chavismo para la sucesión, tanto los de los “duros” como los de los “nacionalistas”, se hacen de espaldas a la oposición y sin contar para nada con ella.
 
Todo este análisis lo estoy escribiendo el sábado 15 de diciembre, el día anterior a las elecciones regionales que se celebrarán en Venezuela el domingo 16, por lo que es imposible en estos momentos conocer los resultados. Sin embargo, y aunque los chavistas plantean que están en condiciones de ganar las 23 gobernaciones estatales en juego en todo el país, lo que parecería demasiado optimista -antes de las elecciones controlaban 15- y la oposición no demuestra hacerse demasiadas ilusiones esta vez, habría que esperar por los resultados para considerar hasta que punto la oposición democrática venezolana pudiera tener determinado peso específico en las negociaciones por la sucesión de Hugo Chávez.
 
Aparentemente, de acuerdo a las encuestas en días anteriores a estas elecciones, y con la enorme carga emocional que la maquinaria del chavismo ha transmitido a todos los venezolanos alrededor de la enfermedad del caudillo, las posibilidades opositoras son, en el mejor de los casos, bastante limitadas.
 
Por consiguiente, y a la espera de los resultados de las elecciones del domingo 16, continuemos con este análisis de la proyección de la sucesión de Chávez, que se complica más aun cuando se tiene en cuenta la difícil situación económica de Venezuela en estos momentos, y su relativa escasez de capital, en un momento en que en los precios del petróleo se mueven a la baja el mercado mundial.
 
Varios problemas demasiado serios y complejos siguen pendientes y latentes en la realidad venezolana, independientemente de la evolución de la salud de Chávez. Posibles soluciones para algunos de ellos se han pospuesto momentáneamente, pero no pueden ser diferidos eternamente sin riesgo de crisis mayores.
 
Entre esos problemas se cuentan la imprescindible devaluación de la moneda nacional, el bolívar, cuyo tipo de cambio artificial actual está generando una inflación galopante; el interrumpido diálogo de reconciliación nacional, propuesto por el mismo Chávez tras su victoria presidencial en octubre; se han frenado los esfuerzos para lograr una amnistía propuesta para todos los presos políticos, algunos de los cuales también padecen de cáncer; por ahora ya tampoco se habla más de la renovación de las más altas instituciones del estado, como el Tribunal Supremo de Justicia o el Consejo Nacional Electoral; y el avance de la delincuencia y la inseguridad en las calles cada vez resulta mayor y más preocupante, si cabe, sin que el gobierno logre hacer nada efectivo para eliminar o al menos aliviar este flagelo.
 
Ya la chequera venezolana que Hugo Chávez manejaba sin límites y festinadamente en América Latina y el Caribe no estará a disposición de su sucesor, quienquiera que sea. Ni Rafael Correa en Ecuador tiene recursos ni voluntad para regalar el dinero a manos llenas como hacía Hugo Chávez para atenuar conflictos o ganar voluntades.
 
De manera que apelar al bolsillo generoso (con dinero del pueblo venezolano) para resolver crisis regionales en el continente, o problemas sociales complejos en el propio país, cada día se hace más difícil, cuando no imposible para el sucesor. Lo que también significa que el ALBA, esa entelequia “bolivariana” tan poco efectiva y cada vez más intrascendente, irá cayendo en picada en los próximos tiempos, hasta resultar totalmente irrelevante.
 
Sin embargo, y esto es algo que no se recuerda muy a menudo, la totalidad de las reservas de oro del país fueron llevadas para Venezuela hace poco tiempo, y todavía no se sabe exactamente, al menos con el nivel de transparencia que se requeriría en una situación como esa, ni por dónde andan ni cuál es su destino, ni tampoco se sabe quién o quiénes toman las decisiones en este sentido, ni cómo las toman.
 
Tales reservas, a los precios actuales del oro en los mercados mundiales, representan decenas y decenas de miles de millones de dólares, lo que le daba al chavismo, o más exactamente a Hugo Chávez, una determinada capacidad de maniobra que se olvida a menudo. Por eso el caudillo se ha movido entre la inminente bancarrota y la “magia” de continuar gastando dinero a manos llenas, sin que se entienda demasiado por parte de muchas personas y de algunos gobiernos cómo es posible eso, pero comoquiera que sea, es una complicación adicional para la sucesión.
 
Posibles escenarios y estrategias
 
De manera que el carácter de sucesor “automático” y capaz de un “aterrizaje suave” que Chávez pretendió otorgar de a dedo a Nicolás Maduro durante su corta visita casi de despedida a Venezuela, es ficticio a los efectos legales, políticos y prácticos.
 
Para que Maduro pueda ser realmente el sucesor debería ser aceptado como candidato del Partido Socialista Unido Venezolano (PSUV), y entonces ganar las eventuales elecciones que se celebrarían en caso de que Chávez no pudiera asumir la presidencia de la nación el diez de enero de 2013.
 
De acuerdo al verdadero estado de salud del presidente venezolano, es difícil que pueda asumir el nuevo mandato, al menos en condiciones normales. Por ley, ese acto de jurar un nuevo mandato tiene que hacerse en territorio venezolano (no en el extranjero) ante la Asamblea Nacional, o en su defecto ante el Tribunal Supremo de Justicia, lo cual implicaría estar en Venezuela el día de la toma de posesión del cargo, lo cual no sería nada fácil teniendo en cuenta la salud de Chávez en estos momentos, tres semanas antes de la fecha prevista.
 
Si se observan detenidamente los intereses de los hermanos Castro en Cuba y de los chavistas “duros” en Venezuela, hay que considerar que intentarían que Hugo Chávez jurara a cualquier precio su nuevo mandato como presidente venezolano, que comienza el 10 de enero del 2013, aunque fuera por unos instantes solamente, y hasta en una silla de ruedas o una camilla de ambulancia si no hubiera otra opción.
 
Una vez habiendo tomado posesión, y nombrado Nicolás Maduro como vicepresidente para el nuevo período 2013-2019, lo que haría Chávez, es que se podría entonces recurrir inmediatamente a la figura jurídica de una ausencia temporal del presidente que ha comenzado su mandato, y dejar al vicepresidente Maduro como el sustituto legítimo de un presidente que temporalmente resulta inhabilitado por problemas de salud.
 
Naturalmente, un Hugo Chávez tan disminuido en su salud solamente podría aspirar a que se desconozca esa evidencia y se legitime una ausencia “temporal” y no “absoluta” en el inicio de su mandato, contando con la complicidad tanto de la Asamblea Nacional como la del Tribunal Supremo de Justicia, pero esos serían “detalles” menores dentro de una lúgubre conspiración castro-chavista para mantener el poder a toda costa.
 
De lograr hacerlo así, lo que no sería imposible, Maduro podría funcionar de jure y de facto como presidente provisional al menos por dos períodos de noventa días cada uno, períodos que debería aprobar, uno por uno, la Asamblea Nacional, donde el oficialismo disfruta de cómoda mayoría.
 
Si se hiciera de esa manera, solamente después de esos seis meses de interinato habría que convocar a elecciones presidenciales en caso de que Hugo Chávez Frías no estuviera todavía en condiciones -como muy bien podría ser el caso aún después de ese período- de asumir finalmente la presidencia del país.
 
Aparecen entonces problemas prácticos relacionados con la salud de Hugo Chávez y las posibilidades reales de que esté en su país y pueda presentarse ante la Asamblea Nacional en Caracas, como está establecido en la Constitución venezolana, el día que debe llevarse a cabo la toma de posesión para el próximo mandato de seis años, que es el 10 de enero del 2013.
 
Trasladarlo por avión de La Habana a Caracas supondría someter su maltrecha anatomía y debilitada salud a un elevado cambio de presión durante el viaje en avión, que podría resultar dañino o hasta fatal para Chávez, pero no debemos descartar que, a falta de otra posibilidad, fuera trasladado a Caracas hasta por mar, en un buque habilitado como hospital de campaña, si se considera imprescindible garantizar que pueda juramentar el cargo: no es ciencia-ficción ni se trata de fantasías. Sencillamente, el castrismo tendría que ser capaz de cualquier cosa en este sentido.
 
Teniendo en cuenta esas dificultades prácticas, ya se ha comenzado a hablar dentro de las filas del chavismo en Caracas -y no habría que descartar la influencia desde La Habana de interpretaciones en este sentido- sobre la supuesta posibilidad “legal” de que Chávez jurara su cargo en la Embajada de Venezuela en La Habana, que, de acuerdo con todas las convenciones internacionales existentes, es territorio venezolano, como sucede con todas las embajadas de cualquier lugar en cualquier país del mundo.
 
Esta variante sería una interpretación muy peculiar de las disposiciones de la constitución venezolana, y no está claro si es realmente válida o no en términos constitucionales y legales, pero no por ello sería algo que no fuera intentado por el chavismo duro en caso de considerarse necesario.
 
Y, una vez más, si para materializar una acción como esa fuera necesaria la aprobación por parte del Tribunal Supremo de Justicia o de la Asamblea Nacional, o de ambos, de tan peculiar interpretación, el chavismo puede contar con esa aquiescencia, en un país donde la separación e independencia de los poderes del Estado ha ido siendo reducida a pura ficción.
 
De manera que los escenarios que se avecinan, cronológicamente hablando, y en caso de que no surjan imponderables o situaciones no previstas -tales como una eventual muerte de Hugo Chávez, una situación de conmoción nacional, una crisis de ingobernabilidad, o un intento de golpe de estado-, serían tres:
 
  • Elección del Presidente y la Junta Directiva de la Asamblea Nacional el día 5 de enero del 2013. Debe desarrollarse sin excesivas complicaciones, sea reeligiendo a Diosdado Cabello, o eligiendo a Fernando Soto Rojas, o a otra persona no mencionada todavía, al menos en los corrillos políticos venezolanos. A partrir de ahí, surgirían dos posibilidades:
 
  • Juramentación por parte de Hugo Chávez Frías del cargo de presidente de la República Bolivariana de Venezuela para el período 2013-2019, el día 10 de enero del 2013, ante la Asamblea Nacional o el Tribunal Supremo de Justicia (¿o en la Embajada de Venezuela en La Habana?). Inmediatamente después designará a Nicolás Maduro como Vicepresidente Ejecutivo, y hecho esto se solicitaría autorización de ausencia temporal del presidente, por motivos de salud, dejando el cargo interinamente por un período de noventa días (prorrogables una sola vez) en manos del Vicepresidente Nicolás Maduro.
  • De no ser posible este escenario anteriormente mencionado, que aparentemente sería el más positivo tanto para el chavismo como para el neocastrismo en las condiciones actuales, cuando no sería realista pensar que Hugo Chávez podría estar en condiciones de asumir el cargo sin limitaciones de su salud, la Asamblea Nacional debería proclamar la ausencia del presidente de la República para asumir el alto cargo, y entonces el Presidente de esa Asamblea Nacional que haya sido electo para esa posición el día 5 de enero del 2013 -es decir, cinco días antes- sería proclamado Presidente provisional de la república, estando obligado a convocar elecciones presidenciales en un plazo de treinta días a partir de ese momento.
  • Otro escenario, mucho más difícil de materializar, y mucho más peligroso, sería desconocer abiertamente lo que señala la constitución venezolana y designar a Nicolás Maduro como presidente, sin necesidad de realizar nuevas elecciones. Podría ser tentador para algunos sectores del chavismo “duro”, pero al mismo tiempo sería una violación tan flagrante de la constitución venezolana que podría desencadenar situaciones demasiado explosivas en el país y una vigorosa reacción de los chavistas que no desearían a Maduro, y un escenario como ese debe ser lo que menos le interese a los chavistas duros y a La Habana en estos momentos.
¿Conclusiones?
 
¿Cuál será el escenario que prevalezca? Si pudiera saberse con exactitud no habría ninguna necesidad de elaborar escenarios, y se trabajaría solamente con la opción que se creyera que se materializaría con certeza, como si se tratara de la siempre despistada “planificación socialista”, pero eso no es posible.
 
Sin embargo, es posible suponer los escenarios que resultarían más probables, teniendo en cuenta el balance de las fuerzas y medios de cada bando contendiente.
 
En ese caso, el escenario de la juramentación presidencial de Chávez para el período 2013-2019 en cualquier estado de salud que se encontrara, con tal de que estuviese vivo, en un acto celebrado ante la Asamblea Nacional o el Tribunal Supremo en Caracas, o en la Embajada de Venezuela en La Habana, sería al que tanto el neocastrismo como el chavismo duro apostarían con todos sus medios y recursos.
 
El escenario de la imposibilidad de Chávez de presentarse a la toma de posesión debido a su estado de salud, sería menos agradable para chavistas y neocastristas, pero no puede descartarse tampoco: dependerá entonces de quién haya sido elegido presidente de la Asamblea Nacional el 5 de enero del 2013 y deberá actuar como presidente provisional del país para convocar las elecciones presidenciales, de los compromisos que se hayan establecido con ese presidente de la Asamblea, y de las promesas y concesiones que se hayan manejado de cada parte antes de esa fecha.
 
Si el anterior fuera el escenario que prevalece, Nicolás Maduro tendría que consolidarse en treinta días como candidato del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) para aspirar a recoger la antorcha del chavismo si ganara esas elecciones. Aparentemente, aunque el camino no está exento de dificultades, si antes de la convocatoria  a elecciones se hubiera logrado concertar y poner de acuerdo, al menos tácticamente para esas elecciones, a los grupos representados por Nicolás Maduro y Diosdado Cabello.
 
Como puede observarse, en estos escenarios que se manejan no parece que la oposición democrática venezolana tenga muchas posibilidades de influir o de participar ni tan siquiera con carácter simbólico, dada la enorme carga emocional que el chavismo ha conseguido poner de su lado con la figura de un presidente Chávez gravemente enfermo y luchando por su vida.
 
Lamentablemente, las desuniones entre las filas opositoras, y sus dudosas estrategias de renunciar a protagonismos nacionales para concentrarse en otros regionales o locales, no le han aportado solidez ni alcance para esta nueva situación que ha surgido en los últimos tiempos, y para la cual, evidentemente, no estaba preparada, mientras que tanto los chavistas de ambos grupos antagónicos como los cerebros del neocastrismo en La Habana, estaban diseñando escenarios, opciones y estrategias desde hace mucho tiempo.
 
Los resultados de las elecciones del domingo para escoger gobernadores parecen confirmar, lamentablemente, ese desfase de los opositores antichavistas venezolanos, que solamente lograron que triunfaran 3 de sus 23 candidatos, lo que significa que el oficialismo, que hasta ahora contaba con  15 gobernadores, tendrá 20 a partir de estos resultados. El Periódico Juventud Rebelde, en La Habana, tituló la noticia como “Victoria aplastante de la Revolución Bolivariana en elecciones regionales”.
 
Lo más significativo de la oposición fue la reelección de Henrique Capriles Radonski como gobernador del central estado de Miranda (que incluye a Caracas), derrotando al ex-vicepresidente chavista Elías Jaua, lo que permite suponer que una vez más Capriles podría ser protagónico en unas nuevas elecciones presidenciales que habría que celebrar si Chávez no está en condiciones de desempeñar el cargo.
 
¿Cuál será el futuro de Venezuela en los próximos meses? Difícil saberlo con exactitud, y habrá que ver de que manera se van a desarrollar los acontecimientos, sobre todo en las próximas tres semanas, que van a resultar decisivas para lo que pueda venir después del día 10 de enero del 2013, en un sentido o el otro.
 
Y ese futuro también influirá, cualquiera que sea, en el desarrollo de los acontecimientos tanto en La Habana como en toda Cuba. Por consiguiente, el neocastrismo de ninguna manera puede haberse dado el lujo de no haber previsto estos escenarios y no estar preparado, mejor o peor, para cualquiera de ellos.
 
De manera que un corre-corre en La Habana para aplicar “reformas” de mercado antes de fin de año, a causa de las sorpresas que puedan estar ocurriendo en Venezuela, no va más allá de una mediocre ciencia-ficción de improvisados, que en realidad no le quita el sueño a nadie ni en La Rinconada ni en Punto Cero.
 
Los desenlaces previsibles de esta Odisea Bolivariana se anunciaron discretamente en Caracas, cuando el Partido Socialista Unido de Venezuela proclamó para el cierre de la campaña para elegir gobernadores la consigna “Asumir la tristeza como motor para la lucha y la victoria revolucionaria”.
 
Por su parte, la gran apuesta en La Habana alrededor de esta trama es la continuación de las relaciones privilegiadas con Venezuela, independientemente de quién esté al timón del buque morocho. Esta idea se sintetiza en las palabras de Fidel Castro en una carta al grupo que celebraba el octavo aniversario del ALBA en Caracas el pasado sábado 15 de diciembre. Palabras que tienen la anticipación del anuncio de un eventual alejamiento del poder, por una causa o por otra. Son muy explícitas sobre las perspectivas de Hugo Chávez y las intenciones del régimen:
 
Tengo la seguridad de que ustedes con él y aún por dolorosa que fuese la ausencia de él serían capaces de continuar su obra”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario