Dr. Eugenio Yáñez
La actual crisis de salud del presidente venezolano Hugo Chávez parece definitiva.
Cuatro
operaciones en un año y medio a un paciente que padece cáncer en los
huesos no son cosa de juego, y a pesar del secretismo que ha rodeado
este tema, las pocas noticias que se han podido conocer, las propias
informaciones que ha ofrecido el gobierno venezolano, las opiniones de
prestigiosos oncólogos sobre los pronósticos y posibilidades del
paciente, el hecho de que la televisión cubana interrumpiera su
programación en la noche del sábado 8 de diciembre para retransmitir a
Hugo Chávez anunciando que partía urgentemente hacia Cuba para ser
operado, no presagian nada agradable.
Se
suma a todo lo anterior, para dejar entrever que la situación de salud
resulta extremadamente compleja para el caudillo venezolano, la
designación de Nicolás Maduro como sustituto de Chávez, la presencia de
coroneles de las FAR cubanas en una misa por la salud del caudillo
venezolano en la iglesia de Jesús de Miramar en La Habana, y la
precipitada visita a Cuba del presidente ecuatoriano Rafael Correa para
solidarizarse con el enfermo: supuestamente Correa sería el heredero del
“socialismo del siglo XXI” para el frente internacional -tarea que ni
Raúl Castro, ni Evo Morales ni Daniel Ortega tienen talla intelectual
para pretender-, pero con menos carisma y muchos menos recursos que el
teniente coronel de Sabaneta, su influencia será marcadamente más
limitada.
Prueba de esas limitaciones de Correa es la siguiente noticia que circuló en la noche del domingo: “El
canciller ecuatoriano, Ricardo Patiño, visitó este domingo la ciudad
oriental de Santiago de Cuba, donde se mostró interesado en apoyar el
programa de construcción de casas para los damnificados del huracán
“Sandy”, que azotó severamente esa zona de la isla el pasado 25 de
octubre”. No es lo mismo mostrarte “interesado” que regalar recursos a manos llenas.
Nunca
en nuestros análisis hemos sido alarmistas, y los lectores saben que
nunca hemos dado por muerto a Fidel Castro sin tener evidencias, a pesar
de las innumerables “muertes” que se le han pronosticado y, sobre todo,
anunciado, en los últimos años. De igual forma, nunca nos dejamos
llevar por tremendismos morochos ni hemos seguido ciegamente a algunos
agoreros venezolanos que en este tema se han movido de ridículo en
ridículo sin cansarse de repetirse en el error, y siempre hemos
preferido seguir certezas y realidades antes que deseos y “ojalás”.
Sin
embargo, parece ser que esta vez hay una situación irreversible. Ni
estamos diciendo ni pretendemos decir que la vida de Hugo Chávez
terminará en cualquier momento en medio de la actual crisis, pues ni
somos médicos ni pretendemos serlo, ni existe información pública
suficiente para consultar a verdaderos especialistas sobre el tema.
Simplemente,
nos referimos solamente al aspecto estrictamente político de su vida, y
en esa dimensión es evidente que ya Hugo Chávez parece estar fuera del
juego: no es lo mismo superar un complejo conjunto de cirugías como a
las que ha sido sometido el teniente coronel, y posteriormente dedicarse
a una vida privada de reposo y tranquilidad junto a su familia, que
pretender después de ese calvario volver a asumir las funciones
inherentes a un jefe de Estado: resulta, evidentemente, imposible.
De
manera que no sería nada ocioso comenzar a pensar seriamente en
escenarios post-Chávez, o más exactamente, en Cuba y Venezuela sin
Chávez. No resulta ocioso que nosotros comencemos a pensar en eso
detalladamente, pero partiendo de ahí no hay que llegar a la errónea
conclusión de que ahora también en La Habana estarían comenzando a
pensar en ese mundo sin Hugo Chávez, como han hecho algunos.
Creer
que La Habana haya estado todo este tiempo ajena a estas elementales
previsiones, y ahora es que comienza a correr para improvisar, o que los
escenarios futuros de Venezuela a corto y mediano plazo pueden
delinearse ignorando a La Habana, es pecar de supina ignorancia de la
verdadera realpolítik.
Igualmente grave es hacerse la idea de que el régimen cubano “reacciona” a lo que ocurre en Venezuela, y no darse cuenta de que su participación, en la era chavista, siempre ha sido, es y será, absolutamente proactiva: el gobierno cubano “acciona” en Venezuela, no “reacciona”, sea para designar un sustituto, definir una política económica, encarcelar a un adversario, o para cualquier asunto de importancia. No digo esto ignorando la soberanía de Venezuela ni
despreciando los sentimientos de los venezolanos, sino constatando una
triste realidad, en la que Hugo Chávez y los hermanos Castro son
cómplices culpables, y sin atenuantes.
Un
ingenuo “experto” en el tema pronosticaba en la televisión de Miami
hace varios días que antes de fin de año se verían dramáticas medidas en
La Habana por parte del régimen cubano, orientadas a la profundización
de “reformas” dirigidas al mercado, para poder enfrentar la realidad
post-Chávez.
Eso
no tiene sentido: una cosa sería que determinados aspectos del concepto
general del llamado modelo económico en Cuba se aceleren, pero eso no
significa que vayan a existir precipitaciones y medidas impensadas, como
si en La Rinconada y Punto Cero no se hubiera analizado desde hace ya
mucho tiempo -incluso antes de que el teniente coronel supiera de su
enfermedad- en cómo serían los escenarios venezolanos sin Hugo Chávez,
fuera porque el caudillo de Sabaneta perdiera unas elecciones que no
pudieran “arreglarse” a tiempo, o porque quedara excluido del poder por
cualquier causa, como atentado, accidente o enfermedad.
Porque
se puede improvisar en el restaurante Versailles de la Calle Ocho, en
La Carreta de Hialeah, en La Isla de New Jersey, en El Floridita de Los
Ángeles, o en el Parque del Dominó, pero no en los tanques pensantes
neocastristas en La Habana, que saben perfectamente que tanto la propia
estabilidad del régimen como su subsistencia dependen estrechamente de
los destinos del mecenas venezolano y de la evolución de los
acontecimientos en Caracas.
Como
para desmentir tamaña candidez del supuesto “experto” mencionado, este
párrafo del discurso de Raúl Castro pronunciado en la Asamblea Nacional
del Poder Popular el pasado día 13 de diciembre, ya tras la operación de
Hugo Chávez en La Habana, es más que elocuente: “la actualización
del modelo económico cubano, tras las medidas iniciales de supresión de
prohibiciones y otras trabas para el desarrollo de las fuerzas
productivas, marcha con paso seguro y se empieza a adentrar en
cuestiones de mayor alcance, complejidad y profundidad, partiendo de la
premisa de que todo lo que hagamos va dirigido a la preservación y
desarrollo en Cuba de una sociedad socialista sustentable y próspera”.
Esas
palabras, y la totalidad del discurso en general, no reflejan nada de
tremendismo o decisiones heroicas por parte del régimen, ni tampoco
volteretas precipitadas hacia el mercado: se mantiene el paso que se
trae hace ya tiempo, independientemente de lo que pueda estar pasando en
Venezuela, porque todos esos escenarios ya estaban previstos.
Eso
no significa que las nuevas realidades del agravamiento de la salud de
Hugo Chávez provoquen un alocado aceleramiento en la aplicación de
determinadas reformas en Cuba. Lo que se desprende de las recientes
declaraciones del vicepresidente del gobierno cubano Marino Murillo en
la Asamblea Nacional del Poder Popular, de que en los próximos dos años
se profundizará en la aplicación de medidas de “perfeccionamiento”, es
que se insistirá en enfoques que no van mucho más allá de las reformas
soviéticas de 1965 propiciadas por el economista Evsei Liberman para las
empresas estatales -y que Ernesto Guevara nunca entendió, a pesar de
sus apologistas- mezcladas con tímidas aperturas hacia el sector de los
cuentapropistas y los arrendatarios de tierras, que no impedirán, sin
embargo, la necesidad de disponer de 1,900 millones de dólares para la
importación de alimentos en el 2013.
El
profesor cubano Enrique Patterson, que no tiene nada de ingenuo, a
diferencia del anteriormente mencionado “experto”, en un ángulo
diferente de análisis de las realidades cubano-venezolanas, planteó
recientemente en la televisión de Miami una hipótesis que resulta muy
interesante: se preguntaba si acaso ni el propio Hugo Chávez sabría más
detalles sobre su enfermedad que Fidel y Raúl Castro, quienes quizás no
le habrían informado minuciosamente de la magnitud y verdadera gravedad
que enfrentaba, tratando de que Chávez no se deprimiera y
pudiera presentarse a las elecciones presidenciales como si estuviera en
perfectas condiciones, con la enfermedad ya superada.
Algunos venezolanos, indignados con razón, han
señalado que Chávez engañó al pueblo al anunciar que ya no quedaban
células malignas en su organismo y que la enfermedad estaba superada, y
por lo tanto pedirles que votaran por él, pero la hipótesis de Patterson
supondría que Hugo Chávez hablaba convencido de lo que decía, y que los
hermanos Castro le ocultaron la realidad porque, en su planificación de
posibles escenarios futuros para Venezuela, necesitaban a un Chávez
candidato a presidente que le cerrara el paso al candidato opositor
Henrique Capriles, para después encaminar los rumbos de la sucesión de
acuerdo a los intereses de La Habana.
Hipótesis
al fin y al cabo esta de Patterson, es necesario pensar con mucha calma
en ella, porque teniendo en cuenta las características de la
personalidad de Fidel Castro -que en este tema de Venezuela y Chávez no
puede considerarse fuera del juego de ninguna manera, porque no lo está
ni lo estará- no debería ser rechazada a priori, más aun cuando
contiene una lógica aplastante para la supervivencia del régimen de La
Habana: pensar que consideraciones éticas o morales limitarían a los
hermanos Castro a renunciar a esa opción tan vinculada a su propia
supervivencia sería, simplemente, no conocerlos.
El eterno problema de las sucesiones
El
gran problema de la sucesión tras la muerte -biológica o política- de
un caudillo, al menos en el mundo latino, es que, por regla general, sus
colaboradores pueden ser leales, pero no pueden heredar su carisma y su
control casi absoluto: sucedió tras la muerte de Trujillo en República
Dominicana, y posteriormente tras la de Marcelo Caetano en Portugal y la
de Francisco Franco en España -a pesar de haber creído este último que
todo estaba “atado y bien atado”.
Si
no sucedió absolutamente lo mismo en Haití con “Baby Doc” Duvalier ni
en Cuba con Raúl Castro, y no se perdió de golpe todo el “legado”, fue
porque -en cierta medida-, más que “sucesores” desde afuera, ambos
sucesores resultaban una especie de vice-caudillo ligado por vínculos
familiares al caudillo original -hijo, hermano-, cada uno en su
contexto. Pero ni Hugo Chávez, ni Evo Morales, ni Daniel Ortega, ni
Rafael Correa, tienen un “sucesor” en sus países que pueda ser capaz de
garantizar la continuación del supuesto “socialismo del siglo XXI”
cuando ellos no puedan ser los líderes, por cualquier razón.
En
Venezuela se le trató de buscar una solución funcional a ese complejo
problema con la designación de Nicolás Maduro como el sucesor de Hugo
Chávez, pero la constitución venezolana es muy explícita en ese tema,
aunque ya se han manejado muy diferentes interpretaciones de sus
postulados: el vicepresidente sustituye al presidente y termina su
período presidencial si la ausencia del presidente se produce en los
últimos dos años de su mandato (como sucede en estos momentos, cuando el
actual mandato expira el 10 de enero del 2013), pero si se tratara del
caso de que el presidente no pueda asumir un nuevo mandato en la fecha
establecida, entonces le corresponde al presidente de la Asamblea
Nacional ocupar interinamente la presidencia del país y convocar a
elecciones en un período de treinta días.
En
un primer momento, una serie de “iluminados” en Miami y Caracas se
burlaban del vicepresidente Nicolás Maduro por haber sido en su juventud
conductor de autobús, y despectivamente comenzaron a referirse a él
como “el autobusero”. Sin embargo, Maduro no es un tonto ni mucho menos,
tiene décadas de militancia y disciplina política marxista y amplia
experiencia en su condición de dirigente sindical desde el Metro de
Caracas, y se le considera una persona que sabe escuchar y es abierto a
la negociación.
Tiene
toda la confianza de Chávez, de quien ha sido un incondicional
absoluto, y de los hermanos Castro. Sin dudas, Maduro es un político
mucho más preparado y mucho mejor formado que el conjunto de buhoneros
políticos y payasos que en Miami y Caracas se dedicaron a subestimarlo,
por el solo hecho de haber sido un “autobusero”, cuando fue designado
por Chávez para la sucesión el pasado 8 de diciembre.
El
día cinco de enero del 2013 debe elegirse la nueva presidencia y la
directiva de la Asamblea Nacional venezolana, ante la cual Chávez
debería asumir su nuevo mandato cinco días después. El actual presidente
de ese órgano hasta el día cinco de enero es Diosdado Cabello, que
actualmente es también vicepresidente del Partido Socialista Unido de
Venezuela (PSUV) y un rival político de Nicolás Maduro.
Diosdado
Cabello era un oficial del ejército cuando participó junto a Chávez en
el fallido golpe de estado de febrero de 1992 contra el presidente
Carlos Andrés Pérez, y tiene muy buenas relaciones en el sector militar.
Además, era el vicepresidente de la república cuando Chávez fue sacado
del poder en abril del 2002, y se mantuvo leal al presidente hasta que
este regresó al gobierno dos días después, por lo que se considera a sí
mismo con méritos históricos suficientes como chavista y como
“bolivariano”.
Sin
embargo, debido a su acérrimo nacionalismo y sus evidentes y no muy
disimuladas posiciones contra la ingerencia castrista, no es bien visto
en Cuba, por pertenecer y en cierto sentido liderar al sector del
chavismo que no ve con buenos ojos la demasiado estrecha relación de
Caracas con La Habana. Para decirlo desde la perspectiva y con el
lenguaje del régimen en Cuba, Diosdado Cabello no es una persona
“confiable”, lo que dificulta enormemente sus perspectivas.
Entre
lo que se comenta dentro de la avalancha de temas políticos en
Venezuela en estos convulsos días, es que el chavismo duro (se supondría
que con anuencia de La Habana) intentaría proponer para presidente de
la Asamblea Nacional a Fernando Soto Rojas, un veterano de la Liga
Socialista junto a Nicolás Maduro, donde militaron juntos hace ya
muchísimos años, y que también anteriormente fue presidente de la
Asamblea Nacional. Con esta jugada los ortodoxos del chavismo duro
estarían pretendiendo dejar fuera del juego a Diosdado Cabello, pero las
cosas no parecen tan sencillas.
Cabello
tiene marcada influencia en el sector militar venezolano, y excelentes
relaciones con una importante parte del generalato del país, incluidos
los altos mandos acusados de vínculos con el narcotráfico. No es fácil
creer que este grupo aceptaría tranquilamente el desplazamiento de
Diosdado Cabello y la subordinación sin protección alguna a un civil
como Nicolás Maduro, con fama de flexible y negociador. Ninguno de ellos
quisiera arriesgarse a que esa “flexibilidad” pueda terminar en algún
tipo de arreglo de extradición del gobierno venezolano con la DEA, la
agencia antidrogas de Estados Unidos.
Por
otra parte, y sobre este tema, se comenta también que Diosdado Cabello
le propuso a la embajada norteamericana en Caracas que si él fuera
apoyado para establecerse como el hombre fuerte de Venezuela en esta
coyuntura, mantendría a los cubanos a distancia, garantizaría sin
problemas los flujos de petróleo hacia Estados Unidos, y mejoraría las
relaciones con ese país, todo eso a cambio de que no hubiera presiones
contra su persona por eventuales acusaciones de narcotráfico o de
corrupción.
Se
trata de rumores al fin y al cabo, pero son elementos que dan vueltas
entre la comidilla política en Venezuela en estos días de incertidumbre,
y podrían tener una fundamentación lógica y pragmática. De haber
sucedido, es evidente que tal hecho no habría pasado inadvertido a los
servicios cubanos de contrainteligencia en Caracas.
Lo
que si que no es un rumor es que Diosdado Cabello, por primera vez en
los catorce años de poder de Hugo Chávez, visitó brevemente La Habana en
estos días de la cuarta operación del presidente venezolano, cosa que
no había hecho nunca anteriormente, y de seguro que en estos momentos no
fue ni para conocer La Habana Vieja ni tampoco la playa de Varadero.
¿Qué
se conversó en La Habana con Cabello? ¿Qué se le puede haber ofrecido o
qué se le puede haber solicitado, y a cambio de qué? ¿Impunidad, poder,
amenazas, presiones?
No
deberíamos sorprendernos si un día nos enteramos de que durante esa
breve visita a Cuba se le puede haber ofrecido desde la vicepresidencia
ejecutiva junto a Maduro, o quizás respaldo si después de Maduro
quisiera aspirar como Presidente del país, o aun apoyarlo para la
presidencia en esta coyuntura actual a cambio de compromisos muy
concretos, hasta haberle presionado fuertemente para apoyar a Nicolás
Maduro sin crear dificultades, o quien sabe si hasta le hayan podido
mostrar evidencias suficientes -reales o fabricadas- para incriminarlo
ante la DEA norteamericana en acciones de narcotráfico.
Con
tantas cosas en juego para la supervivencia del régimen en La Habana no
hay que pensar que los extensos tentáculos del castrismo vayan a estar
durmiendo mientras se está asegurando la permanencia del espíritu de
Hugo Chávez en el poder venezolano, y con ello el apoyo incondicional a
La Habana de los hermanos Castro.
Lo
que si parece comprobado también es que en el último viaje de dos días
de Chávez a Venezuela, donde evidentemente fue para atar cabos de última
hora, antes de anunciar su regreso a La Habana para la cuarta y muy
compleja y peligrosa cirugía, encontró el tiempo necesario para firmar
un importantísimo decreto presidencial que coloca bajo la autoridad del
Vicepresidente los servicios de inteligencia y contrainteligencia del
país, hasta ahora bajo el mando del Ministerio del Interior.
La
jugada, evidentemente, fortalece la posición y el poder de Nicolás
Maduro en ausencia de Hugo Chávez, a la vez que debilita al Ministerio
del Interior al quitarle el control de los órganos de más importancia y
trascendencia para esa cartera, así como al mismísimo ministro Néstor
Reverol, quien es considerado un hombre cercano a Diosdado Cabello.
Como
quiera que se puedan desarrollar las cosas, La Habana no puede
plantearse ni en broma escenarios donde los suministros de petróleo
subsidiado o el generoso pago por la colaboración de médicos, maestros,
entrenadores, asesores y otros profesionales, fueran interrumpidos de
golpe. Ni siquiera se aceptaba esa opción en los escenarios del 2006 y
2012, en que los candidatos opositores pudieran obtener la presidencia
venezolana.
La
mayor concesión que podría haberse hecho en negociaciones con Diosdado
Cabello y los chavistas que no simpatizan demasiado con La Habana sería
un compromiso de retirada escalonada y con tiempo suficiente de parte de
la colaboración cubana en Venezuela, -fundamentalmente la militar y de
seguridad, pero nunca de la protección del presidente- y alguna promesa
de negociar alrededor de las condiciones del financiamiento del petróleo
venezolano que se suministra a Cuba. No mucho más, al menos por el
momento, y en dependencia de cómo evolucionen los acontecimientos en
Venezuela y la correlación de fuerzas de cada bando.
Las realidades venezolanas
Sin
embargo, todo este complejo ajedrez dificulta mucho las cosas. Además
de resultar imposible un chavismo sin Chávez en Venezuela, la necesidad
de conjugar dos fuerzas “chavistas” opuestas, representadas por Maduro y
Cabello, y a pesar de que Chávez dio su apoyo total a Maduro en ese
sordo y callado enfrentamiento, no existen garantías de que las diversas
facciones e intereses que componen el chavismo respaldarán la decisión
del caudillo, no solamente tras su eventual muerte, sino incluso desde
ahora mismo.
No
es lo mismo lo que pueden pensar Adán Chávez, Elías Jaua, o Alí
Rodríguez Araque, del grupo de los “duros”, que lo que piensen los
recientemente ascendidos generales del “cartel de los soles” o los
integrantes de la “boli-burguesía” (burguesía bolivariana) que se han
enriquecido aceleradamente a la sombra de la corrupción y los negocios
ilícitos facilitados y bendecidos por Diosdado Cabello.
Por
otra parte, es interesante destacar cómo todos los movimientos y
estrategias del chavismo para la sucesión, tanto los de los “duros” como
los de los “nacionalistas”, se hacen de espaldas a la oposición y sin
contar para nada con ella.
Todo
este análisis lo estoy escribiendo el sábado 15 de diciembre, el día
anterior a las elecciones regionales que se celebrarán en Venezuela el
domingo 16, por lo que es imposible en estos momentos conocer los
resultados. Sin embargo, y aunque los chavistas plantean que están en
condiciones de ganar las 23 gobernaciones estatales en juego en todo el
país, lo que parecería demasiado optimista -antes de las elecciones
controlaban 15- y la oposición no demuestra hacerse demasiadas ilusiones
esta vez, habría que esperar por los resultados para considerar hasta
que punto la oposición democrática venezolana pudiera tener determinado
peso específico en las negociaciones por la sucesión de Hugo Chávez.
Aparentemente,
de acuerdo a las encuestas en días anteriores a estas elecciones, y con
la enorme carga emocional que la maquinaria del chavismo ha transmitido
a todos los venezolanos alrededor de la enfermedad del caudillo, las
posibilidades opositoras son, en el mejor de los casos, bastante
limitadas.
Por
consiguiente, y a la espera de los resultados de las elecciones del
domingo 16, continuemos con este análisis de la proyección de la
sucesión de Chávez, que se complica más aun cuando se tiene en cuenta la
difícil situación económica de Venezuela en estos momentos, y su
relativa escasez de capital, en un momento en que en los precios del
petróleo se mueven a la baja el mercado mundial.
Varios
problemas demasiado serios y complejos siguen pendientes y latentes en
la realidad venezolana, independientemente de la evolución de la salud
de Chávez. Posibles soluciones para algunos de ellos se han pospuesto
momentáneamente, pero no pueden ser diferidos eternamente sin riesgo de
crisis mayores.
Entre
esos problemas se cuentan la imprescindible devaluación de la moneda
nacional, el bolívar, cuyo tipo de cambio artificial actual está
generando una inflación galopante; el interrumpido diálogo de
reconciliación nacional, propuesto por el mismo Chávez tras su victoria
presidencial en octubre; se han frenado los esfuerzos para lograr una
amnistía propuesta para todos los presos políticos, algunos de los
cuales también padecen de cáncer; por ahora ya tampoco se habla más de
la renovación de las más altas instituciones del estado, como el
Tribunal Supremo de Justicia o el Consejo Nacional Electoral; y el
avance de la delincuencia y la inseguridad en las calles cada vez
resulta mayor y más preocupante, si cabe, sin que el gobierno logre
hacer nada efectivo para eliminar o al menos aliviar este flagelo.
Ya
la chequera venezolana que Hugo Chávez manejaba sin límites y
festinadamente en América Latina y el Caribe no estará a disposición de
su sucesor, quienquiera que sea. Ni Rafael Correa en Ecuador tiene
recursos ni voluntad para regalar el dinero a manos llenas como hacía
Hugo Chávez para atenuar conflictos o ganar voluntades.
De
manera que apelar al bolsillo generoso (con dinero del pueblo
venezolano) para resolver crisis regionales en el continente, o
problemas sociales complejos en el propio país, cada día se hace más
difícil, cuando no imposible para el sucesor. Lo que también significa
que el ALBA, esa entelequia “bolivariana” tan poco efectiva y cada vez
más intrascendente, irá cayendo en picada en los próximos tiempos, hasta
resultar totalmente irrelevante.
Sin
embargo, y esto es algo que no se recuerda muy a menudo, la totalidad
de las reservas de oro del país fueron llevadas para Venezuela hace poco
tiempo, y todavía no se sabe exactamente, al menos con el nivel de
transparencia que se requeriría en una situación como esa, ni por dónde
andan ni cuál es su destino, ni tampoco se sabe quién o quiénes toman
las decisiones en este sentido, ni cómo las toman.
Tales
reservas, a los precios actuales del oro en los mercados mundiales,
representan decenas y decenas de miles de millones de dólares, lo que le
daba al chavismo, o más exactamente a Hugo Chávez, una determinada
capacidad de maniobra que se olvida a menudo. Por eso el caudillo se ha
movido entre la inminente bancarrota y la “magia” de continuar gastando
dinero a manos llenas, sin que se entienda demasiado por parte de muchas
personas y de algunos gobiernos cómo es posible eso, pero comoquiera
que sea, es una complicación adicional para la sucesión.
Posibles escenarios y estrategias
De
manera que el carácter de sucesor “automático” y capaz de un
“aterrizaje suave” que Chávez pretendió otorgar de a dedo a Nicolás
Maduro durante su corta visita casi de despedida a Venezuela, es
ficticio a los efectos legales, políticos y prácticos.
Para
que Maduro pueda ser realmente el sucesor debería ser aceptado como
candidato del Partido Socialista Unido Venezolano (PSUV), y entonces
ganar las eventuales elecciones que se celebrarían en caso de que Chávez
no pudiera asumir la presidencia de la nación el diez de enero de 2013.
De
acuerdo al verdadero estado de salud del presidente venezolano, es
difícil que pueda asumir el nuevo mandato, al menos en condiciones
normales. Por ley, ese acto de jurar un nuevo mandato tiene que hacerse
en territorio venezolano (no en el extranjero) ante la Asamblea
Nacional, o en su defecto ante el Tribunal Supremo de Justicia, lo cual
implicaría estar en Venezuela el día de la toma de posesión del cargo,
lo cual no sería nada fácil teniendo en cuenta la salud de Chávez en
estos momentos, tres semanas antes de la fecha prevista.
Si
se observan detenidamente los intereses de los hermanos Castro en Cuba y
de los chavistas “duros” en Venezuela, hay que considerar que
intentarían que Hugo Chávez jurara a cualquier precio su nuevo mandato
como presidente venezolano, que comienza el 10 de enero del 2013, aunque
fuera por unos instantes solamente, y hasta en una silla de ruedas o
una camilla de ambulancia si no hubiera otra opción.
Una
vez habiendo tomado posesión, y nombrado Nicolás Maduro como
vicepresidente para el nuevo período 2013-2019, lo que haría Chávez, es
que se podría entonces recurrir inmediatamente a la figura jurídica de
una ausencia temporal del presidente que ha comenzado su mandato, y
dejar al vicepresidente Maduro como el sustituto legítimo de un
presidente que temporalmente resulta inhabilitado por problemas de
salud.
Naturalmente,
un Hugo Chávez tan disminuido en su salud solamente podría aspirar a
que se desconozca esa evidencia y se legitime una ausencia “temporal” y
no “absoluta” en el inicio de su mandato, contando con la complicidad
tanto de la Asamblea Nacional como la del Tribunal Supremo de Justicia,
pero esos serían “detalles” menores dentro de una lúgubre conspiración
castro-chavista para mantener el poder a toda costa.
De lograr hacerlo así, lo que no sería imposible, Maduro podría funcionar de jure y de facto
como presidente provisional al menos por dos períodos de noventa días
cada uno, períodos que debería aprobar, uno por uno, la Asamblea
Nacional, donde el oficialismo disfruta de cómoda mayoría.
Si
se hiciera de esa manera, solamente después de esos seis meses de
interinato habría que convocar a elecciones presidenciales en caso de
que Hugo Chávez Frías no estuviera todavía en condiciones -como muy bien
podría ser el caso aún después de ese período- de asumir finalmente la
presidencia del país.
Aparecen
entonces problemas prácticos relacionados con la salud de Hugo Chávez y
las posibilidades reales de que esté en su país y pueda presentarse
ante la Asamblea Nacional en Caracas, como está establecido en la
Constitución venezolana, el día que debe llevarse a cabo la toma de
posesión para el próximo mandato de seis años, que es el 10 de enero del
2013.
Trasladarlo
por avión de La Habana a Caracas supondría someter su maltrecha
anatomía y debilitada salud a un elevado cambio de presión durante el
viaje en avión, que podría resultar dañino o hasta fatal para Chávez,
pero no debemos descartar que, a falta de otra posibilidad, fuera
trasladado a Caracas hasta por mar, en un buque habilitado como hospital
de campaña, si se considera imprescindible garantizar que pueda
juramentar el cargo: no es ciencia-ficción ni se trata de fantasías.
Sencillamente, el castrismo tendría que ser capaz de cualquier cosa en
este sentido.
Teniendo
en cuenta esas dificultades prácticas, ya se ha comenzado a hablar
dentro de las filas del chavismo en Caracas -y no habría que descartar
la influencia desde La Habana de interpretaciones en este sentido- sobre
la supuesta posibilidad “legal” de que Chávez jurara su cargo en la
Embajada de Venezuela en La Habana, que, de acuerdo con todas las
convenciones internacionales existentes, es territorio venezolano, como
sucede con todas las embajadas de cualquier lugar en cualquier país del
mundo.
Esta
variante sería una interpretación muy peculiar de las disposiciones de
la constitución venezolana, y no está claro si es realmente válida o no
en términos constitucionales y legales, pero no por ello sería algo que
no fuera intentado por el chavismo duro en caso de considerarse
necesario.
Y,
una vez más, si para materializar una acción como esa fuera necesaria
la aprobación por parte del Tribunal Supremo de Justicia o de la
Asamblea Nacional, o de ambos, de tan peculiar interpretación, el
chavismo puede contar con esa aquiescencia, en un país donde la
separación e independencia de los poderes del Estado ha ido siendo
reducida a pura ficción.
De
manera que los escenarios que se avecinan, cronológicamente hablando, y
en caso de que no surjan imponderables o situaciones no previstas
-tales como una eventual muerte de Hugo Chávez, una situación de
conmoción nacional, una crisis de ingobernabilidad, o un intento de
golpe de estado-, serían tres:
-
Elección del Presidente y la Junta Directiva de la Asamblea Nacional el día 5 de enero del 2013. Debe desarrollarse sin excesivas complicaciones, sea reeligiendo a Diosdado Cabello, o eligiendo a Fernando Soto Rojas, o a otra persona no mencionada todavía, al menos en los corrillos políticos venezolanos. A partrir de ahí, surgirían dos posibilidades:
-
Juramentación por parte de Hugo Chávez Frías del cargo de presidente de la República Bolivariana de Venezuela para el período 2013-2019, el día 10 de enero del 2013, ante la Asamblea Nacional o el Tribunal Supremo de Justicia (¿o en la Embajada de Venezuela en La Habana?). Inmediatamente después designará a Nicolás Maduro como Vicepresidente Ejecutivo, y hecho esto se solicitaría autorización de ausencia temporal del presidente, por motivos de salud, dejando el cargo interinamente por un período de noventa días (prorrogables una sola vez) en manos del Vicepresidente Nicolás Maduro.
-
De no ser posible este escenario anteriormente mencionado, que aparentemente sería el más positivo tanto para el chavismo como para el neocastrismo en las condiciones actuales, cuando no sería realista pensar que Hugo Chávez podría estar en condiciones de asumir el cargo sin limitaciones de su salud, la Asamblea Nacional debería proclamar la ausencia del presidente de la República para asumir el alto cargo, y entonces el Presidente de esa Asamblea Nacional que haya sido electo para esa posición el día 5 de enero del 2013 -es decir, cinco días antes- sería proclamado Presidente provisional de la república, estando obligado a convocar elecciones presidenciales en un plazo de treinta días a partir de ese momento.
-
Otro escenario, mucho más difícil de materializar, y mucho más peligroso, sería desconocer abiertamente lo que señala la constitución venezolana y designar a Nicolás Maduro como presidente, sin necesidad de realizar nuevas elecciones. Podría ser tentador para algunos sectores del chavismo “duro”, pero al mismo tiempo sería una violación tan flagrante de la constitución venezolana que podría desencadenar situaciones demasiado explosivas en el país y una vigorosa reacción de los chavistas que no desearían a Maduro, y un escenario como ese debe ser lo que menos le interese a los chavistas duros y a La Habana en estos momentos.
¿Conclusiones?
¿Cuál
será el escenario que prevalezca? Si pudiera saberse con exactitud no
habría ninguna necesidad de elaborar escenarios, y se trabajaría
solamente con la opción que se creyera que se materializaría con
certeza, como si se tratara de la siempre despistada “planificación
socialista”, pero eso no es posible.
Sin
embargo, es posible suponer los escenarios que resultarían más
probables, teniendo en cuenta el balance de las fuerzas y medios de cada
bando contendiente.
En
ese caso, el escenario de la juramentación presidencial de Chávez para
el período 2013-2019 en cualquier estado de salud que se encontrara, con
tal de que estuviese vivo, en un acto celebrado ante la Asamblea
Nacional o el Tribunal Supremo en Caracas, o en la Embajada de Venezuela
en La Habana, sería al que tanto el neocastrismo como el chavismo duro
apostarían con todos sus medios y recursos.
El
escenario de la imposibilidad de Chávez de presentarse a la toma de
posesión debido a su estado de salud, sería menos agradable para
chavistas y neocastristas, pero no puede descartarse tampoco: dependerá
entonces de quién haya sido elegido presidente de la Asamblea Nacional
el 5 de enero del 2013 y deberá actuar como presidente provisional del
país para convocar las elecciones presidenciales, de los compromisos que
se hayan establecido con ese presidente de la Asamblea, y de las
promesas y concesiones que se hayan manejado de cada parte antes de esa
fecha.
Si
el anterior fuera el escenario que prevalece, Nicolás Maduro tendría
que consolidarse en treinta días como candidato del Partido Socialista
Unido de Venezuela (PSUV) para aspirar a recoger la antorcha del
chavismo si ganara esas elecciones. Aparentemente, aunque el camino no
está exento de dificultades, si antes de la convocatoria a
elecciones se hubiera logrado concertar y poner de acuerdo, al menos
tácticamente para esas elecciones, a los grupos representados por
Nicolás Maduro y Diosdado Cabello.
Como
puede observarse, en estos escenarios que se manejan no parece que la
oposición democrática venezolana tenga muchas posibilidades de influir o
de participar ni tan siquiera con carácter simbólico, dada la enorme
carga emocional que el chavismo ha conseguido poner de su lado con la
figura de un presidente Chávez gravemente enfermo y luchando por su
vida.
Lamentablemente,
las desuniones entre las filas opositoras, y sus dudosas estrategias de
renunciar a protagonismos nacionales para concentrarse en otros
regionales o locales, no le han aportado solidez ni alcance para esta
nueva situación que ha surgido en los últimos tiempos, y para la cual,
evidentemente, no estaba preparada, mientras que tanto los chavistas de
ambos grupos antagónicos como los cerebros del neocastrismo en La
Habana, estaban diseñando escenarios, opciones y estrategias desde hace
mucho tiempo.
Los resultados de las elecciones del
domingo para escoger gobernadores parecen confirmar, lamentablemente,
ese desfase de los opositores antichavistas venezolanos, que solamente
lograron que triunfaran 3 de sus 23 candidatos, lo que significa que el oficialismo, que hasta ahora contaba con 15 gobernadores, tendrá 20 a partir de estos resultados. El Periódico Juventud Rebelde, en La Habana, tituló la noticia como “Victoria aplastante de la Revolución Bolivariana en elecciones regionales”.
Lo
más significativo de la oposición fue la reelección de Henrique
Capriles Radonski como gobernador del central estado de Miranda (que
incluye a Caracas), derrotando al ex-vicepresidente chavista Elías Jaua,
lo que permite suponer que una vez más Capriles podría ser protagónico
en unas nuevas elecciones presidenciales que habría que celebrar si Chávez no está en condiciones de desempeñar el cargo.
¿Cuál
será el futuro de Venezuela en los próximos meses? Difícil saberlo con
exactitud, y habrá que ver de que manera se van a desarrollar los
acontecimientos, sobre todo en las próximas tres semanas, que van a
resultar decisivas para lo que pueda venir después del día 10 de enero
del 2013, en un sentido o el otro.
Y
ese futuro también influirá, cualquiera que sea, en el desarrollo de
los acontecimientos tanto en La Habana como en toda Cuba. Por
consiguiente, el neocastrismo de ninguna manera puede haberse dado el
lujo de no haber previsto estos escenarios y no estar preparado, mejor o
peor, para cualquiera de ellos.
De
manera que un corre-corre en La Habana para aplicar “reformas” de
mercado antes de fin de año, a causa de las sorpresas que puedan estar
ocurriendo en Venezuela, no va más allá de una mediocre ciencia-ficción
de improvisados, que en realidad no le quita el sueño a nadie ni en La
Rinconada ni en Punto Cero.
Los
desenlaces previsibles de esta Odisea Bolivariana se anunciaron
discretamente en Caracas, cuando el Partido Socialista Unido de
Venezuela proclamó para el cierre de la campaña para elegir gobernadores
la consigna “Asumir la tristeza como motor para la lucha y la victoria revolucionaria”.
Por
su parte, la gran apuesta en La Habana alrededor de esta trama es la
continuación de las relaciones privilegiadas con Venezuela,
independientemente de quién esté al timón del buque morocho. Esta idea
se sintetiza en las palabras de Fidel Castro en una carta al grupo que
celebraba el octavo aniversario del ALBA en Caracas el pasado sábado 15
de diciembre. Palabras que tienen la anticipación del anuncio de un
eventual alejamiento del poder, por una causa o por otra. Son muy
explícitas sobre las perspectivas de Hugo Chávez y las intenciones del
régimen:
“Tengo la seguridad de que ustedes con él y aún por dolorosa que fuese la ausencia de él serían capaces de continuar su obra”.
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