domingo, diciembre 30, 2012

Cuba 2012: 12 solavayas!!!


¡Pasen, pasen y vean lo más esperpéntico del año!
¡12 casos clínicos que quitan el hipo!
¡12 indecencias que no deben ver los niños!
¡12 seres venidos de otro planeta!
¡Las peores pesadillas del año que se esfuma! ¡Los mayores descaros!


Ozzie Guillén
Hay amores que... El venezolano Ozzie Guillén, mánager de los Marlins de Miami, confesó en abril a la revista Time su amor por Fidel Castro. "I love Castro", soltó ante un periodista. Al parecer, la razón de ese enamoramiento era el mucho tiempo que llevaba Castro en el poder. El mánager valoraba tan larga dictadura como si se tratara de una corona sostenida durante años por un equipo en las Grandes Ligas. Luego se desdijo y, al no poder echarle la culpa al entrevistador, lo achacó a estar pensando en español y hablando en inglés. Del amor pasó al odio generalizado: "A Castro lo odia todo el mundo", dijo. Y, por venezolano y para que no cupiera duda, alargó la repartición hasta Chávez: "Prefiero estar muerto que votar por Chávez". Pidió perdón públicamente, fue suspendido por cinco partidos y, luego de un pobre desempeño en la temporada, fue despedido en octubre. Hay quienes dicen que todavía está a tiempo de obedecer a la admiración que demostrara. Silvio Rodríguez, ese filósofo, ha sostenido que los amores cobardes no llegan a amores, ni a historias, se quedan así. Pero, ¿así, cómo?

Crescencio Marino Rivero
¿Por qué no puede ser uno teniente coronel del Ministerio del Interior (MININT) y decidir, un buen día, ir a probar los pastelitos de guayaba que tan famosa hacen a Miami? Crescencio Marino Rivero y su esposa ("Capitana Juana Ferrer, mucho gusto") debieron hacerse esta pregunta con suficiente empuje como para jurar en falso y silenciar durante todo el papeleo migratorio sus grados y sus militancias. Pero quien dice pastelitos, dice Ley de Ajuste Cubano, así que el matrimonio se instaló en vida floridana con todas las ventajas que, dada su edad, les ofrecían. Fueron descubiertos, sin embargo, y desde Cuba varios disidentes dieron testimonio de la violencia del teniente coronel. Crescencio Marino Rivero se hizo entonces esta otra pregunta decisiva: ¿por qué no puede uno vivir en Miami, haber sido teniente coronel del MININT, y no arrepentirse de ello? Ningún beneficio de la Ley de Ajuste le impediría defender su situación con argumentos de Mesa Redonda. A quienes desde Cuba lo acusaban de represión y de tortura, los tildó de mentirosos. En carta dirigida a  El Nuevo Herald, abundó en las bondades del sistema carcelario cubano en el tratamiento de las huelgas de hambre, y acusó a los "llamados disidentes" de vivir de los contribuyentes norteamericanos. Sostuvo que la policía política que rodea a las Damas de Blanco lo que procura siempre es protegerlas. Crescencio y Juana eran ya dos patas de la Mesa Redonda sembradas en Miami. Poco tiempo después, a finales de noviembre, Marino Rivero fue visto en Santa Clara, en una bodega, haciendo alguna compra. Allá estará, haciendo tiempo hasta que las cosas se calmen por Miami.

Abel Prieto
 Manos que cobran el aspecto de garras de hombre lobo, dientes y colmillos que quieren salirse de las encías: el antiguo ministro de Cultura y ahora asesor de Raúl Castro no es, normalmente, así. En la imagen parece lidiar con un severo contratiempo. Quizás acaban de informarle que, en algún lugar no muy remoto de la Isla, alguien ha hecho un chiste contrarrevolucionario. "En los cubanos no hay un solo chiste que aluda a la Revolución, ni a delaciones ni a presos de conciencia, ni a personajes escindidos", se mostró convencido él, en una tertulia literaria celebrada en septiembre. Y agregó que, cuando apuntan a las carencias padecidas por el cubano, los chistes de éste son benevolentes, perdonadores, sin hiel. No había más que comparar el humor político cubano con el de los antiguos países comunistas europeos. En los de la Isla no existía la oscura carga de resentimiento ni la bilis encontrable en aquellos lejanos países. Toda esta teoría, esbozo de tipología de los pueblos, para hacerse creer a sí mismo que él, su jefe y toda la camarilla gubernamental no son objeto de burla.

Cardenal Jaime Ortega Alamino
El Forum John F. Kennedy Jr. de la Universidad de Harvard fue el lugar escogido, en abril, por Su Eminencia para tratar de "delincuentes" a un grupo de opositores que habían ocupado un templo en La Habana. Y aprovechó que monseñor Agustín Román acababa de morir y no podía desmentirlo ya, para contar que éste le había pedido que no mencionara la palabra "reconciliación" en sus homilías de Miami. "Es terrible que un obispo", dijo de Román, "que nosotros, tengamos que callar esa palabra". Preguntado acerca de quienes habían ocupado una iglesia habanera y fueron sacados por la fuerza, respondió: "Ellos eran un grupo, me apena mucho, todos eran... antiguos delincuentes". Se acarició la cabeza: "Había toda una gente, allí, eh, sin nivel cultural..." Al explicar el cortés operativo policial para sacar a los ocupantes del templo, sonrió ampliamente recordando cómo habían tomado del brazo a uno que quiso esconderse en el baño. Tuvo en sus manos los informes policiales, pudo consultarlos. "Pero yo quisiera que ustedes vieran el informe de esa gente", dijo a los reunidos en la universidad estadounidense. "Era lamentable". Reconciliación, había dicho defender. Su sonrisa al hablar de un sujeto con antecedentes de exhibicionista no era, precisamente, la de un pastor, sino la de alguien que se siente tremendamente por encima de las flaquezas humanas.

Juan Formell
Cada dedo de su mano abierta representa a un espía por el cual hacer campaña. A inicios de diciembre, un encuentro celebrado en la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) reunió a familiares de los "Cinco Héroes" con conocidos artistas. Y allí el músico se alzó con su propuesta de guerrilla en Miami. Los artistas cubanos que viajen a Estados Unidos, estimó, deben hacer campaña por la liberación de esos cinco hombres. "Debemos ser portadores de esa idea cuando nos hagan una entrevista, o salga de nosotros mismos pedirle públicamente al presidente estadounidense, Barack Obama, a nombre de la música cubana, que libere a los Cinco". Alicia Alonso, en un mensaje grabado, propuso presionar sobre la gente sencilla estadounidense. Otra ballerina, Aurora Bosch, recomendó llegar a Michelle Obama. Luis Carbonell, llamado El Acuarelista de la Poesía Antillana, recitó un poema de uno de los llamados Cinco Héroes. Gente sencilla, contactos con la Primera Dama, pero ninguno de los reunidos propuso lanzarse a hacer campaña en los medios. Salvo Formell. ¿Será tomada en serio su propuesta por artistas y escritores que viajen a Estados Unidos? ¿Y qué excusa van a dejar entonces para quienes dicen que ellos llegaron allí por su música y no para hablar de política? Como hizo en los inicios de su carrera con el songo, Juan Formell quiere mezclar Batalla de Ideas con Intercambio Cultural Cuba-EE UU. Pero puede ser que esta otra música no le salga tan bailable.

Bruno Rodríguez
La advertencia está clara cuando va acompañada de un rostro como el de la foto: "Aquí no estamos para menudito". "Calderilla no", escribió en una pancarta el canciller cuando le hablaron de inversión en Cuba de cubanos del exilio. Y preguntó, más bien para sí mismo: "Yo no sé a cuántos cubanos ustedes conocen que podrían invertir en Cuba 200, 300, 500, 1.000 millones de dólares, que es la inversión que demanda". La consulta daba para tema de congreso de ufólogos y astrofísicos: "¿Existe vida económica en grande más allá de la Isla?". La cuestión tomaba ribetes de subasta y Bruno era el martillo. Cuarenticuatro años después de la Gran Ofensiva Revolucionaria, el obstáculo, compañeros, no era más que númerico. La rebatiña castrista se había encargado en 1968 de arrasar hasta del tenderete más chiquito. Por principios, porque la economía no podía estar en manos de cualquiera. Y ahora, que parecía no haber impedimento ya para recibir inversión cubana del exilio, sucedía que los posibles inversionistas no le llegaban a las expectativas del país ni a la cintura. Y así, con tanta diferencia de estatura, no podrían noviar. Quienes pedían la mano no tenían fondos para una alianza como esa. Tendrían, pues, que irse lejos para merecerla, recorrer el mundo, labrarse una gran fortuna y regresar para ser tenidos en cuenta. Para entonces, por millonarios que sean, Bruno Rodríguez y sus amos habrán inventado ya una nueva imposibilidad, algún otro obstáculo.
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