lunes, diciembre 24, 2012

Cientos de reclusos contaminados con colera en carcel cubana

cubanet

Juan Carlos Linares Balmaseda
LA HABANA, Cuba, 21 de diciembre de 2012, www.cubanet.org.-La agresividad con que la epidemia del cólera se expande entre los cubanos devela que los métodos utilizados por el sistema de salud para contrarrestarla son lentos y conservadores. En la prisión kilo 9, ubicada en la provincia de Camagüey, ya sobrepasa el centenar de reclusos contagiados.
Así lo pudo reportar, vía telefónica, uno de los infestados, el recluso Iván Álvarez Mosquera:
“Las diarreas y los vómitos comenzaron el pasado 8 de diciembre en una treintena de presos, ahora todo el penal se encuentra en cuarentena, la situación es grave aquí”.
En medio de ese contexto infeccioso se han generado diversas reacciones psicológicas, tanto en el personal carcelario como en la población penitencial. Al estar viviendo en un estado de acuartelamiento, algunos carceleros manifiestan  cansancio evidente, pues pesa sobre ellos la orden de observar incesantemente cualquier nuevo caso con los síntomas predeterminados.
Algunos de los carceleros exhiben su ilimitada ira cuando determinados presos no cumplen de manera estricta las disposiciones sanitarias internas para prevenir el contagio, o cuando los reclusos enfermos hacen rechazo a la medicación.
Entre las 8 y las 9 de la mañana, del día 12 de diciembre, el jefe de orden interior Jordan Escalona González agredió, apretando por el cuello, al recluso Yanko Oviedo Moreno porque éste se negó a ingerir agua con sales hidratantes, alegando que le provocaba náuseas. Además de propinarle varios golpes al recluso, el oficial le empujó fuera del destacamento 24, donde se encontraba ingresado. El acto de violencia ocurrió ante la presencia impávida de la jefa del puesto medico, la doctora Ana María Fernández Riva. La escena terminaría con el militar descargando su furia contra una pared, a la que le asestó un golpe con la porra, que se partió en dos.
Poco tiempo después, el recluso fue trasladado con suero puesto en venas hacia la clínica en la prisión de kilo 8, lugar donde concentran a los pacientes más delicados físicamente.
El hambre arrecia
Envueltos por las circunstancias, también los internos sienten la presión de las medidas sanitarias impuestas, al no poder salir de pase. Pues en su mayoría son considerados en régimen de mínima severidad, y cuentan con la prerrogativa de visitar por unas horas a sus familiares cada 45 días. Además, la cuarentena comprende la prohibición de entrada particular de alimentos, líquidos y sólidos, al interior del penal, restricción que aumenta el hambre de los convictos.
Muchas veces, al hambre se le suman los retrasos en el horario de repartir el mejunje alimentario, en ocasiones a las 3 de la tarde sirven el almuerzo. Entonces, el horario de comer se corre hasta pasadas las 9 de la noche.
En Kilo 9 existe una cocina propia donde se laboran los alimentos y, por lo general, las raciones son servidas por debajo de la norma establecida, y la calidad es infernal, según narra Iván Álvarez Mosquera. Tampoco existe agua corriente dentro de la prisión, la traen en una carreta cisterna. El preciado líquido apenas permite mantener las mínimas normas higiénicas en los baños. Para bañarse, los reclusos han de cargar el agua en cubos.
El pasado 11 de diciembre, sobre las 3 de la tarde, el recluso Junior Martínez Guerrero se auto agredió, cortándose las venas de uno de sus brazos. Y a pesar de que se hallaba reunida una fuerza de servicios médicos extra, apoyando al personal médico de kilo 9, pocos minutos restaron para que desangrara, porque en el momento preciso no aparecía ningún galeno. A Martínez Guerrero hubo que llevarlo hacia un hospital en el centro de Camagüey para contenerle la hemorragia.
Iván indicó que el jefe de la Seguridad del Estado conoce muy bien las tragedias:
“Personalmente se las he enumerado en varias ocasiones, dijo.
Otra dificultad que no deja de molestar a los reclusos es que los guardias les quiten los televisores a los presos enfermos, y tengan algunos que llegar al extremo de protestar ayunando para que les devuelvan los equipos de televisión. Los carceleros ponen la justificación de no contar con suficientes equipos, pero cuando la presión de los presos se hace enérgica aparecen los televisores.
Iván concluye señalando que, aunque les cambiaron las viejas sabanas de camas y las toallas por unas nuevas, les interrumpieron los pases para visitar a sus seres queridos.  Esa medida de control surte poco efecto debido a que los jefes de la prisión y la mayoría del personal carcelario sigue entrando y saliendo cada tarde, con el riesgo a que ello conlleva en la propagación del cólera en todo Camagüey.

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