Por Andrés Pascual
Una vez le pregunté al maestro Nacho Beristaín que si alguna vez le ha disgustado el boxeo, la leyenda azteca de la esquina y el training me ripostó que “cada vez que escuchó a ciertos comentaristas hablando por televisión”.
Este sábado opté por internet pata ver el programa de Las Vegas, si dos sabelotodo son pocos, hubo que dispararse a 4 españoles diciendo una cantidad de barbaridades que, cada segundo de ataque de aquel ejército de increíbles poco conocedores a mis tímpanos, me ponía en la línea de Nacho: estuve a menos de 1 minuto de apagar el aparato, sin embargo, conté hasta 1,000, me aplaqué a medias y vi las peleas Gamboa vs Fareñas y Márquez vs Pacquiao.
Yo creo que no vale la pena comentar la estelar, que concluyó con un nocao que asustó a todos los que observamos la forma cómo cayó el filipino y los segundos siguientes sin respuesta.
Pero algo voy a decir: el swing de derecha que tiró al asiático para un knockdown fue menos fuerte que otros que el oriental asimiló sin problemas en las tres peleas previas y, si agregamos la derecha corta que lo horizontalizó, igual: ninguno de los dos son los golpes de más poder y puntería lanzados por el mexicano a través de 3 combates y cuarto. Yo creo que ayer se vio a un Pacquiao sano, hombre natural, porque, luego de conectar con precisión a Márquez, de lastimarlo peligrosamente, no pudo rematarlo y todo eso junto dice bastante…
Yuriorkis Gamboa ganó bien, yo pensé y así lo escribí, que no ganaría, pero se sobrepuso al tiempo de “descanso” y dominó las acciones, aunque aceptó algunos buenos golpes de un contrario de guardia rara, que se agachaba demasiado peligrosamente.
Gamboa tiene que corregir las entradas de frente, completamente parado y tiene que separase tirando, además de que debe ponerle más atención a la defensa cuando lanzas sus golpes, porque se queda descubierto y lo golpean a mansalva al fallar.
Supongo que el cubano retomará el sendero del trabajo regular, es decir, que le busquen las peleas que un boxeador de su categoría necesita, hasta que adivine un disparo por otro campeonato mundial que le haga oficial la clase respetable que tiene.
Una vez le pregunté al maestro Nacho Beristaín que si alguna vez le ha disgustado el boxeo, la leyenda azteca de la esquina y el training me ripostó que “cada vez que escuchó a ciertos comentaristas hablando por televisión”.
Este sábado opté por internet pata ver el programa de Las Vegas, si dos sabelotodo son pocos, hubo que dispararse a 4 españoles diciendo una cantidad de barbaridades que, cada segundo de ataque de aquel ejército de increíbles poco conocedores a mis tímpanos, me ponía en la línea de Nacho: estuve a menos de 1 minuto de apagar el aparato, sin embargo, conté hasta 1,000, me aplaqué a medias y vi las peleas Gamboa vs Fareñas y Márquez vs Pacquiao.
Yo creo que no vale la pena comentar la estelar, que concluyó con un nocao que asustó a todos los que observamos la forma cómo cayó el filipino y los segundos siguientes sin respuesta.
Pero algo voy a decir: el swing de derecha que tiró al asiático para un knockdown fue menos fuerte que otros que el oriental asimiló sin problemas en las tres peleas previas y, si agregamos la derecha corta que lo horizontalizó, igual: ninguno de los dos son los golpes de más poder y puntería lanzados por el mexicano a través de 3 combates y cuarto. Yo creo que ayer se vio a un Pacquiao sano, hombre natural, porque, luego de conectar con precisión a Márquez, de lastimarlo peligrosamente, no pudo rematarlo y todo eso junto dice bastante…
Yuriorkis Gamboa ganó bien, yo pensé y así lo escribí, que no ganaría, pero se sobrepuso al tiempo de “descanso” y dominó las acciones, aunque aceptó algunos buenos golpes de un contrario de guardia rara, que se agachaba demasiado peligrosamente.
Gamboa tiene que corregir las entradas de frente, completamente parado y tiene que separase tirando, además de que debe ponerle más atención a la defensa cuando lanzas sus golpes, porque se queda descubierto y lo golpean a mansalva al fallar.
Supongo que el cubano retomará el sendero del trabajo regular, es decir, que le busquen las peleas que un boxeador de su categoría necesita, hasta que adivine un disparo por otro campeonato mundial que le haga oficial la clase respetable que tiene.
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