lunes, diciembre 24, 2012

Breve mirada politicamente incorrecta al nuevo reformismo criollo.

Rodolfo Monteblanco

El Blog de los 4 Gatos

Yo sé que ponerse a hacer referencias y citas históricas puede parecerle a muchos una pesadez. Y caer pesado es la peor mancha en el expediente personal de un cubano. Pero en la vida hay que arriesgarse si uno cree en lo que piensa y viceversa.
La espiral de la vida de una nación pasa por la misma proyección vertical muchas veces y al final estamos debatiendo un asunto que fue dilucidado en el pasado por gente mucho mas brillante, mas apasionada y mas dedicada que nosotros. Y no aprendemos de ello.
Se quiere camouflagear de mil maneras, llamar por nombres exóticos y en fin escamotear la verdad en el proceso actual cubano cuando lo que está planteado, con cualquiera de las variantes que quieran meterle al referido ajiaco, es un reformismo mondo y lirondo. Al descaro. Y lo vemos soportado por muchos cubanos bajo diferentes etiquetas, pero todas baratas, por brillantes que pretendan ser.
José Martí fue un enconado enemigo del reformismo de su época, que en definitiva se planteaba lidereado por Saco, lo mismo que se plantea hoy para Cuba. Si sustituimos en la ecuación al colonialismo español por el régimen de sus pichones de Birán, vemos que la situación del esclavo pueblo cubano es la misma. Bueno, mucho peor porque para el colonialista si te hacias rico mejor, si te ibas no te quitaba nada y ya eras español sin tener que hacer cola en el Consulado ni meter paquetes sobre un inexistente abuelo de Logroño.
Y es que Martí estaba muy claro de que el camino para lograr el bienestar del pueblo y su identidad como nación exigía los siguientes pasos y en ese orden:
1.       Independencia política
2.       Independencia mental.
3.       Independencia económica.
Por ello luchó toda su vida y la entregó, totalmente convencido.
Ahora los nuevos reformistas, aquellos que aún dicen defender la causa final de la libertad nacional, hablan de invertir completamente ese camino. Lo mismo decían los reformistas de Saco.  Hoy esos nuevos reformistas, unos solapados defensores del status actual en las dos orillas y otros erroneamente convencidos de que el reformismo llevará a la paulatina libertad, defienden la inversión del proceso que ya mostró hace 120 años que era el que lograba el objetivo. Las épocas han cambiado. Los escenarios de confrontación, sus formas y las acciones también. Pero el principio es y debe ser el mismo.
Veamos que piensa un cubano de adentro, sin “doble fondo” sobre ese proceso de reformas:
…”Con tantas naves quemadas y tanto terreno que nos han minado, que no me hablen de transiciones. ¿A qué? ¿Al peor y más salvaje de los capitalismos, el de Estado y Partido Único, sin derecho a nada que vaya mas allá de los timbiriches y las vendutas? ¿A una democracia putineska y putinera, administrada por corruptos, segurosos, chivatos, simuladores, payasos, timadores y sinvergüenzas? Porque, ustedes me perdonan, pero eso es lo que veo venir…¿Hay que conformarse con que el infierno nos lo transformen en un purgatorio un poquito –solo un poquito- más civilizado y encima de eso mostrarse agradecidos y felices? Yo no puedo…” (sic.)
El texto anterior, del hoy altamente controvertido y atacado Luis Cino, es irrefutable porque es lo que está viviendo en Cuba y lo que de seguro ofrece ese camino.
Para nadie es un secreto que existe una floreciente, millonaria “industria” en la dos orillas del Estrecho que rapiña y se asienta sobre la miseria del isleño y el sentimiento y la solidaridad del que vive fuera, exiliado ó emigrado. Para esta industria la situación actual y el embarajado  reformismo los colocan en una situación de ganar/ganar. Si progresa lo que Cino y muchos avizoran, mejor para ellos, la escala del business sube y se amplía, se diversifica. Si todo se mantiene igual, agarrotado, siguen arañando como hasta ahora. Obviamente, todos los envueltos en esa industria de timadores y sinvergüenzas defienden a capa y espada esa posición. Lo que no les conviene es el otro camino, el martiano, que implica que el cambio politico tiene que ser el primero, impulsado por un pueblo de mayoritaria voluntad.
Intentar convencer a los que piensan un poco por si mismos de que esas reformas supuestas llevarán a la libertad final por el camino inverso, es un crimen contra la nación. Creerlo, es una simpleza sin antecedente histórico.

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