jueves, noviembre 01, 2012

En el bunker de Fidel durante la Crisis de Octubre/ Gen. Rafael del Pino

 Cubanalisis-Think Tank
En ocasión de cumplirse medio siglo de la Crisis de Octubre, la periodista Erika Lüters Gamboa, de la Sección Internacional del prestigioso diario “El Mercurio”, de Santiago de Chile, entrevistó al general Rafael del Pino, quien durante la Crisis de los Misiles de 1962 estuvo en el Puesto Central de Mando de Fidel Castro, como representante de la Fuerza Aérea Revolucionaria cubana. Cubanálisis-El Think-Tank reproduce esa entrevista.

En el búnker durante la Crisis. De derecha a izquierda: Fidel Castro, Rafael del Pino, Claudio Rey Moriñas, Flavio Bravo
Periodista - ¿Qué significaba “asistir a Fidel Castro en lo concerniente a la Fuerza Aérea cubana” durante la Crisis de los Misiles? Específicamente, ¿cuál fue su responsabilidad?
R. del Pino - Para mí fue una experiencia enorme en todos los sentidos. La tensión, la incertidumbre, la preocupación por los familiares que desconocían los terribles peligros que le acechaban. En fin, fue un episodio muy difícil de olvidar. Fui enviado para asistir a Fidel Castro sobre la aviación por dos razones, primero yo era uno de los seis pilotos sobrevivientes de la batalla de Bahía de Cochinos, había derribado dos B-26, y junto a otros había hundido varios barcos, o sea, era un hombre de confianza. En cuanto comenzó la crisis los vuelos de la aviación de reconocimiento de Estados Unidos se intensificaron y él quería saber de inmediato en sus recorridos que tipo de avión era éste o aquel. Además preguntaba constantemente que posibilidades teníamos nosotros contra los aviones que pasaban a muy baja altura sobre nosotros. Como podrás imaginarte, eso significaba que no podía despegarme un instante del comandante. En los primeros tres días si pude dormir 4 o 5 horas fue mucho.    
P - ¿Cómo era el búnker donde estaba Fidel Castro?  ¿Me lo puede describir?
R - El búnker estaba recién terminado. Se encontraba en las márgenes del río Almendares en el corazón de La Habana. Se utilizó un farallón, o sea, un desnivel del terreno de más de cien metros de altura, que facilitó la excavación del túnel. Era un proyecto soviético, muy bien construido, y según nos decían ellos, podía resistir hasta golpes nucleares. Se trataba de un túnel con un pasillo de tres metros de ancho por cuatro de alto, en forma de bóveda, todo reforzado con hormigón armado. Cada veinte metros tenía lo que llamábamos gavetas. Estas eran salones de seis metros de ancho por doce de profundidad, también en forma de bóveda, destinados a las diferentes especialidades. Recuerdo que primero estaba el centro de comunicaciones junto con los especialistas de claves y códigos. Los encargados de cifrar las comunicaciones y todo tipo de mensajes. Después estaba la gaveta nuestra que la compartíamos el representante de la Marina de Guerra y yo, le seguía el salón de operaciones, donde radicaba el Capitán Flavio Bravo, jefe de Operaciones del Estado Mayor General. Allí también radicaba el Jefe de la Inteligencia, comandante Pedro Luis -no recuerdo ahora el apellido- [NOTA DE CUBANÁLISIS: el apellido era Rodríguez] y después estaba la gaveta del Comandante en Jefe Fidel Castro, donde radicaba él y el entonces Jefe del Estado Mayor General, el comandante Sergio del Valle.
El búnker tenía una cisterna de agua inmensa que tenía posibilidades de bombear agua desde el río Almendares en caso que se destruyeran las redes de agua y acueductos. Poseía una entrada y una salida, ambas con tres puertas consecutivas blindadas. Es decir, la primera, posteriormente a dos metros la segunda, y a otros dos metros la tercera. Parecidas a esas que utilizan las bóvedas de los bancos. Y eran tres porque, en caso de radioactividad debido a golpes nucleares, al traspasar la primera puerta estaba el personal químico para descontaminar y dejar nosotros la ropa que llevábamos puesta. Después de la segunda puerta era donde debíamos recibir la ropa nueva. El túnel era en forma de Y griega. La base de la Y era la entrada principal, el extremo derecho de la Y era la salida de emergencia, y el extremo izquierdo terminaba en un elevador que conducía hacia el interior de una casa que se encontraba en la superficie del farallón; es decir en la zona ocupada por el reparto Kohlly, que después de la crisis fue entregado enteramente a los especialistas y jefes rusos hasta el derrumbe y desaparición del imperio soviético.
P - ¿Qué tan cerca estaba de Castro durante la Crisis?  (Estaban en el mismo lugar, se comunicaban por teléfono, tenía usted acceso a reuniones de más alto nivel)
R - Castro se movía constantemente, por lo que cada vez que partía del búnker a visitar las unidades militares yo debía viajar en el segundo jeep de la caravana. En una oportunidad que llegamos a la base aérea de San Antonio de los Baños nos encontramos que no había comunicaciones entre las quince baterías de artillería antiaérea emplazadas allí con el puesto de mando de la base. Eso era un gran problema pues no había forma de avisar a los artilleros sobre la proximidad de un ataque. Entonces me pregunta si yo tenía idea de cómo poder resolver el problema, y le contesto que nosotros en la Fuerza Aérea no teníamos las posibilidades que tenia la Policía de tener radios microondas en todos los automóviles patrulleros, y que lo poquito que existía en la base eran teléfonos soviéticos de magnetos, de la segunda guerra mundial, que para llamar había que dar vueltas a una manigueta. Ahí mismo dio la orden de que llamaran al Ministro del Interior para que enviara 16 patrulleros para situar uno en cada batería y otro en el Puesto de Mando. Me imagino que Ramiro Valdés me debe de haber maldecido por contribuir a reducirle el parque de patrullas de un plumazo.   
P - ¿Es verdad que Castro rechazó en un primer momento el emplazamiento de los misiles soviéticos? 
R - No, de ninguna manera. Fue él y Raúl quienes les pidieron a los soviéticos que lo hicieran 
P - También se dice que Castro prefería que el despliegue se hiciera de manera pública.
R - Tampoco lo creo. Fíjate que hubo un compañero, el comandante Enrique Oropesa del Portal, que era el jefe de la artillería antiaérea cubana, que se entera por un general soviético borracho que ya habían misiles nucleares, y cuando Oropesa informa sobre esta conversación al mando superior, lo arrestan y lo aíslan por completo, hasta que ya comienza la crisis al anunciar Kennedy la cuarentena impuesta a la isla. O sea que todo debía mantenerse en el más estricto secreto. 
P - Realmente la URSS quería defender a Cuba de un supuesto ataque o lo hizo para tener un pie más cerca de EE.UU.
R - Creo que las dos cosas. 
P - Se supone que el despliegue soviético respondió a una amenaza de invadir Cuba hecha por Eisenhower. ¿Necesitaba Fidel Castro la presencia soviética en la isla?
R - Eso es un cuento para justificar el entreguismo al imperio soviético. Kennedy heredó de Eisenhower los planes de la invasión de Bahía de Cochinos y pudo haber utilizado ese momento para invadir Cuba y no lo hizo. ¿Por qué lo iba a hacer después, basado en una amenaza de la administración republicana anterior? No tiene sentido. 
P - ¿Las fuerzas armadas cubanas no eran suficientes ni capaces?
R-Ya en aquel momento las fuerzas armadas cubanas eran suficientes para hacerles pagar muy caro una invasión a Cuba. Además, estábamos políticamente muy motivados, y creíamos que la verdad y la justeza de nuestra causa estaba de nuestro lado.
P - ¿Es verdad que a los militares cubanos se les prohibía el ingreso a la base donde estaban los soviéticos? ¿Cuál era la relación entre los soviéticos y los cubanos?
R - Se le prohibía totalmente el acceso de los militares cubanos a donde estaban los soviéticos. Incluso después de pasada la crisis ocurrieron problemas con los soviéticos, al tener que transferirnos estos la tecnología poco a poco, debido a que teníamos que asimilar esa tecnología y no teníamos suficiente gente preparada. Parece que el mando superior de los soviéticos no se percató bien del cambio en la situación, y los oficiales al mando de sus pequeñas unidades no habían recibido las debidas instrucciones. En cuanto termina la crisis a mi me nombran jefe de la base aérea de Holguín, en el oriente del país, y entre otras cosas debíamos recibir las estaciones de radar que permanecían controladas por los rusos dentro de la base. Una mañana me avisa el jefe de servicios médicos que era imprescindible realizar una limpieza general en el área de los radares, debido a un brote de disentería producido por la suciedad y las montañas de desperdicios que allí tenían los militares soviéticos encargados de las estaciones de radar. Yo doy la orden al jefe de logística que enviara un equipo de limpieza para sanear toda el área, y el jefe soviético de dicha unidad les prohíbe la entrada argumentando que ese era “territorio soviético”. Yo no quise discutir con ese jefe, pero si le di de su misma medicina: le comuniqué que fuera del perímetro de sus radares era territorio cubano, y yo les prohibía la entrada en territorio cubano, pues ponían en peligro el estado de salud de mis tropas. Paralelamente, informé al Estado Mayor de la Fuerza Aérea la situación creada, y estos le pasaron el incidente a los jefes soviéticos. Esa misma tarde el mando soviético envió un general en uno de sus aviones, que destituyo inmediatamente al jefe de los radares y se lo llevó preso para La Habana.             
P - En lo personal, en su interior, ¿qué pasaba por su cabeza?  ¿Sintió temor?
R - Le soy sincero, nosotros estábamos muy motivados políticamente. Había transcurrido solo un año y algunos meses de nuestra victoria en Bahía de Cochinos. Siempre pensamos que teníamos derecho a defendernos y formar alianzas con quien estuviera de nuestra parte. Y estábamos acondicionados a luchar hasta la muerte. Lo que si desconocíamos totalmente eran las interioridades del acuerdo entre el gobierno cubano y el de la Unión Soviética. Al desaparecer la URSS y desclasificarse los archivos, conocimos las famosas cartas entre Krushov y Fidel Castro durante la crisis. La sorpresa más grande fue al conocer que Castro le había pedido a la URSS que iniciara los ataques nucleares preventivos contra Estados Unidos. Eso hubiera significado el holocausto de centenares de millones de personas, incluyendo la desaparición de la mayoría del pueblo cubano. Lo más vergonzoso y cobarde de esta solicitud de Fidel Castro es haberla hecho desde un búnker a prueba de golpes nucleares. Los cubanos iban a desaparecer, a excepción de los que nos encontrábamos en el famoso búnker.  
P - Habiendo sido usted tan cercano al régimen y a su líder, ¿qué fue finalmente lo que lo alejó y  lo llevó a desertar?
R - Fueron varios factores los que me llevaron a recapacitar. Primero, influyó mucho nuestra intervención en la guerra de Angola durante 14 años. Yo fui el jefe de la Fuerza Aérea del cuerpo expedicionario en el inicio de la guerra. Cumplí mi misión convencido de que nuestra causa era justa. Y creo que fue justa hasta el momento en que las tropas invasoras de África del Sur se retiraron al sur de la frontera con Namibia y se pudo consolidar el gobierno del MPLA. Pero ya a partir de ese momento, en lugar de ser una fuerza que acudió en ayuda de un país agredido, nos convertimos en un ejército de ocupación. Con cinco regimientos blindados motomecanizados acantonados a todo lo largo y ancho del país que solo respondían a las ordenes de Fidel Castro en La Habana, y arriba de eso se creó un cuerpo especializado en lucha antiguerrillera, nombrado “Los Olivos”, dirigido inicialmente por el general Raúl Menéndez Tomasevich y posteriormente por el general Enrique Lussón, el cual llevó todo el peso de la lucha contra el movimiento UNITA dirigido por Jonas Savimbi. Es decir, caímos en el mismo error en que cayeron los norteamericanos en Vietnam. Este espasmo napoleónico duró nada menos que 14 años, al precio de miles de vidas de cubanos y la dilapidación de enormes recursos económicos.
Desde el momento en que se cambia la inicial misión “altruista” por la otra de ocupación militar, yo comienzo a darme cuenta de la forma tan criminal en que fuimos manipulados por Fidel Castro. Al mismo tiempo, estoy observando la corrupción rampante en todas las esferas del gobierno y sus dirigentes, desde Fidel Castro hacia abajo, a todos los niveles. Analizo el desastre económico creado no solo por un sistema totalmente improductivo y fracasado, sino fundamentalmente por los métodos caudillistas de dirección de Fidel Castro. Porque déjame decirte, Erika, ahora los dirigentes del régimen cubano hablan de que van a “actualizar el socialismo”, pero es que en Cuba jamás ha existido socialismo; un populismo caudillista y voluntarioso no tiene nada que ver con el socialismo. Con todo esto en mente, tomé la drástica situación que me dictaba la conciencia: romper definitivamente con la tiranía y ponerme al lado del pueblo cubano.
El tiempo me dio la razón. Un año después de mi ruptura con el régimen se produjo aquel conocido escándalo de la Causa No.1 y No.2, donde Fidel Castro fusila al más condecorado de los generales, el general de división Arnaldo Ochoa, y a otros altos oficiales del MININT. A su vez, envían a la cárcel al general Abrantes, ministro del interior, a su segundo jefe, y a varios altos cargos de dicho ministerio.
No era un secreto para nadie que el Ministerio del Interior, dirigido por el general Abrantes, se había convertido en un mundo aparte, en una completa organización mafiosa. Pero la mejor muestra de que no es problema de hombres, ni cuadros, sino un problema intrínseco del sistema impuesto a la fuerza, es que ya han transcurrido 24 años de aquel gran escándalo, y vemos que en Cuba hay más corrupción que nunca en sus altas esferas. Reconocido públicamente por el propio Raúl Castro, diciendo que: “Cuba está al borde del precipicio”
Mi mayor satisfacción en esta vida es haber decidido romper definitivamente hace ya más de un cuarto de siglo con los que traicionaron nuestros ideales para eternizarse en el poder y han destruido nuestra nación.
P - ¿Qué opina de Raúl Castro y cómo cree que lo está haciendo a la cabeza del régimen?
R - Raúl Castro sabe que el régimen colectivista que implantaron, y con el que han destruido la nación, no funciona, y quiere emprender reformas económicas, pero sin alterar la dictadura de un solo partido, y continuar gobernando sin devolverle al pueblo cubano las libertades que reclama y necesita para poder sacar el país adelante. Se niega a negociar con la actual administración del presidente Obama, perdiendo una gran oportunidad que a lo mejor se le termina si éste pierde las elecciones de noviembre. Ya han transcurrido casi dos años desde que anunció reformas y cambios, y el país continúa cayéndose a pedazos. Además, el tiempo se le acaba. La máxima dirección actual del gobierno cubano, Raúl Castro, Machado Ventura y Ramiro Valdés, son unos ancianos octogenarios, que no les queda mucho en este mundo. O reforman de verdad el sistema imperante, estableciendo una verdadera democracia participativa con todos los derechos que les fueron conculcados a los cubanos, o aquello se hunde. No hay otra solución para salir de la terrible crisis que atraviesa el país.

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