lunes, noviembre 12, 2012

El avance del chavismo hacia la perfecta dictadura constitucional

La Razón /  Manuel Malaver
articulo350.blogspot.com
La diferencia de la dictadura constitucional con relación a la clásica, tradicional o inconstitucional es que no odia, ama las elecciones; no tolera sino que le son necesarios “ciertos” tipos de libertad de expresión, no está en guerra sino que puede bypasear el sistema de partidos, puede convivir con la sociedad civil si logra limarle sus garrar más punzantes y enconosas y practica un selectivo “respeto” por los derechos humanos donde resultan presos, exilados, heridos o muertos solo aquellos grupos o individuos que califica taimadamente de “enfermos”, “incontrolados”, “desintegrados” o “irredentos”.
En cuanto a derechos más sofisticados como el respeto pleno y generalizado a la propiedad privada (ínsito a toda democracia real), o la tutela de los derechos a las minorías, la protección del medio ambiente y de los que piensan distintos sea en lo ideológico, cultural o religioso, no se piense que los “dictadores de la democracia constitucional” no han tomado sus previsiones, pues para ellos se han cocinado recetas mixtas donde los bienes son expropiados dejándoles a sus legítimos dueños una ínfima parte de los mismos para “su” usufructo, las minorías son medio respetadas solo si participan en el partido o la ideología oficial, los parques o zonas protegidas deben ceder sus espacios a las llamadas políticas sociales y las iglesias universales aceptar la competencia de sectas nacionales que por lo general irrespetan sus doctrinas y cultos.
En nada, sin embargo, son tan idóneos y eficaces los “dictadores constitucionales” como en la construcción de sistemas, maquinarias y eventos electorales, batallas para las que se dotan de armas con tecnologías de última generación (máquinas Smartmatic, captahuellas y cuadernos electorales, por ejemplo), usan del poder del Estado para amedrentar, aventajar, engañar, apabullar y amenazar al adversario) y, lo que es más criminal, para pervertir el derecho del voto comprándolo a través de un clientelismo atroz donde se reparten cocinas, celulares, neveras, tabletas, lavadoras, blackberrys, casas a medio construir, minilaptos, muebles, carros de bajo costo, computadoras y dinero líquido contante y sonante.
De modo que, ¡no sueñen señores teóricos ingenuos devotos del marcusianismo residual y del postmodernismo tardío: la “revolución chavista” es una furiosa promotora del consumo que usa como otra de sus tantas herramientas electorales!
Como también usa las llamadas “misiones” (tan alabadas por cierta oposición) puntal de la seudo política social donde una precaria asistencia a las urgencias de los pobres es pretexto para el control político que después resulta ideal para saber nombres, direcciones, preferencias e historiales de los votantes que luego serán remolcados a las mesas de votación para que sufraguen por el Jefe.
Y aquí llegamos al Eje o Centro de la dictadura constitucional en camino a la perfección, como es la maquinaria electoral chavista, un sistema que ejecuta los “fraudes” en los procesos de elaboración del REP, en el ventajismo sin tregua ni control durante la campaña, la amenaza de dirigentes opositores y votantes, unas autoridades electorales sumisas porque son miembros del partido y funcionarios oficiales, y unos poderes públicos (AN, Defensoría del Pueblo, TSJ y Fiscalía General de la República) que solo atienden abusos si son cometidos por la oposición.
Y last, but not least, la participación de cuerpos de la Fuerza Armada Nacional, como la llamada Guardia Nacional Bolivariana, que actúa cada vez menos desembozadamente en el proceso electoral y durante las votaciones, para cumplir las tareas que le asignen las autoridades civiles o militares chavistas o el Comandante en Jefe en persona.
En otras palabras: que si los votos que cuentan las máquinas de votación se validan aislándolos de los perversos y sinuosos ductos por los que llegaron, seguro que no hay fraude, en cambio que, si se revisan las cañerías y las cloacas, la putrefacción deja al desnudo la ilegalidad de la dictadura constitucional.
Sin forzar un símil: es que como una pelea de boxeo donde uno de los contendores va con una mano amarrada a la espalda, un ojo parchado, y sin protector y recibe, por tanto, un KO fulminante en el primer segundo del primer round con un adversario en plenitud de condiciones. Desde luego que ya en la lona, el réferi no le toca sino contarle los 10 al perdedor y alzarle la mano al ganador ¿pero podría hablarse o admitirse de una victoria legítima, de un campeón que accede a un nuevo record en el ranking porque se impuso a un contrario que combatió de igual a igual? Pienso que no.
La gran pregunta es: conociendo, sabiendo y aun siendo víctima del perverso y corrupto sistema electoral de la “dictadura constitucional” ¿debe la oposición democrática venezolana negarse a participar en él, abstenerse por remilgos de contaminación y no involucrarse en los eventos electorales donde la naturaleza del sistema le permite también conquistar espacios políticos, preservarlos y aun aumentarlos?
Desde luego que la respuesta es “NO”, sobre todo si entendemos que la dictadura constitucional no es un sistema cerrado, al uso de las dictaduras totalitarias de izquierda o derecha, marxistas o fascistas, nazis o polpotistas que asolaron el planeta durante el siglo XX, que su propia naturaleza la obliga al riesgo de perderlo todo por guardar las formas, y que en la capacidad de la oposición de obligarla a que las cumpla, está la fórmula de su éxito, de su triunfo.
De ahí que el error de la oposición no consista en participar en elecciones interferidas, trucadas y maquilladas, sino en pensar que no lo son y, lo que es peor, hacerle creer “a otros” que no lo son.
A este respecto, es indispensable no pensar que los espacios democráticos conquistados se logran solo porque en esas coyunturas los dictadores constitucionales le hicieron a la oposición la concesión graciosa de cedérselos, sino porque la oposición estaba dispuesta a hacer respetar sus votos a dentellada limpia.
Si se me permitiera una definición de la situación de una oposición y de un gobierno en un sistema de dictadura constitucional diría que es de “intimidación mutua”, el de un continuo acecho, en el cual pierde el que se siente más propensos a aceptarle emboscadas, e incluso, bondades al enemigo.
Sin ser fanáticos, ni intolerantes, ni irracionales (nada más lejos de la cultura y el talante democráticos), los demócratas deben comprender que hay situaciones en las cuales la firmeza, la valentía, el coraje y aun la fuerza (que no la violencia) son indispensables para defender la democracia.
En este orden, hay que aceptar que Hugo Chávez ha resultado todo un maestro, pues ni siquiera en las elecciones que perdió en el referendo de diciembre del 2007 fue capaz de aceptar, a posteriori, los resultados.
Todo lo contrario, los aceptó de palabra, y después hizo un referendo o enmienda constitucional ilegal y espúrea, para negarlos y que nunca debió ser admitido por la oposición
La oposición, de otro lado, no ha aceptado la tesis de denunciar en toda su amplia extensión a la “dictadura constitucional” (sistema político que no es nuevo, pero cuyos laberintos, abismos, honduras y cuevas no han sido del todo explorados), y mucho menos de participar en “sus” elecciones sino bajo protesta, denunciando sus ilegalidades y negándose a aceptar sus resultados.
La conclusión aterradora es que día a día la hemos ido convalidando y construyendo en torno a ella la difícilmente franqueable barrera de la legitimidad.
Pero hacer política es, básicamente, aprender y aprender para no cometer los mismos errores.
En este sentido, creo que las elecciones presidenciales del 7-O, si bien es cierto que no nos podían permitir ganar la presidencia de acuerdo a las reglas de la “dictadura constitucional perfecta”, si nos dejaron la guía para derrotarla dentro de poco tiempo y ello se dará en función de estudiarla, descubrirla, denunciarla, y participar, no para que nos engañe, sino para que la engañemos.
Las elecciones del 16 de diciembre serán una excelente oportunidad para demostrar lo que hemos aprendido y ello se dará en la medida de que los electores democráticos voten masivamente, conservemos las emblemáticas 8 gobernaciones y conquistemos otras más.

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