La Razón / Manuel Malaver
articulo350.blogspot.com |
En cuanto a derechos más sofisticados como el respeto pleno y
generalizado a la propiedad privada (ínsito a toda democracia real), o
la tutela de los derechos a las minorías, la protección del medio
ambiente y de los que piensan distintos sea en lo ideológico, cultural o
religioso, no se piense que los “dictadores de la democracia
constitucional” no han tomado sus previsiones, pues para ellos se han
cocinado recetas mixtas donde los bienes son expropiados dejándoles a
sus legítimos dueños una ínfima parte de los mismos para “su” usufructo,
las minorías son medio respetadas solo si participan en el partido o
la ideología oficial, los parques o zonas protegidas deben ceder sus
espacios a las llamadas políticas sociales y las iglesias universales
aceptar la competencia de sectas nacionales que por lo general
irrespetan sus doctrinas y cultos.
En nada, sin embargo, son tan idóneos y eficaces los “dictadores
constitucionales” como en la construcción de sistemas, maquinarias y
eventos electorales, batallas para las que se dotan de armas con
tecnologías de última generación (máquinas Smartmatic, captahuellas y
cuadernos electorales, por ejemplo), usan del poder del Estado para
amedrentar, aventajar, engañar, apabullar y amenazar al adversario) y,
lo que es más criminal, para pervertir el derecho del voto comprándolo a
través de un clientelismo atroz donde se reparten cocinas, celulares,
neveras, tabletas, lavadoras, blackberrys, casas a medio construir,
minilaptos, muebles, carros de bajo costo, computadoras y dinero líquido
contante y sonante.
De modo que, ¡no sueñen señores teóricos ingenuos devotos del
marcusianismo residual y del postmodernismo tardío: la “revolución
chavista” es una furiosa promotora del consumo que usa como otra de sus
tantas herramientas electorales!
Como también usa las llamadas “misiones” (tan alabadas por cierta
oposición) puntal de la seudo política social donde una precaria
asistencia a las urgencias de los pobres es pretexto para el control
político que después resulta ideal para saber nombres, direcciones,
preferencias e historiales de los votantes que luego serán remolcados a
las mesas de votación para que sufraguen por el Jefe.
Y aquí llegamos al Eje o Centro de la dictadura constitucional en
camino a la perfección, como es la maquinaria electoral chavista, un
sistema que ejecuta los “fraudes” en los procesos de elaboración del
REP, en el ventajismo sin tregua ni control durante la campaña, la
amenaza de dirigentes opositores y votantes, unas autoridades
electorales sumisas porque son miembros del partido y funcionarios
oficiales, y unos poderes públicos (AN, Defensoría del Pueblo, TSJ y
Fiscalía General de la República) que solo atienden abusos si son
cometidos por la oposición.
Y last, but not least, la participación de cuerpos de la Fuerza
Armada Nacional, como la llamada Guardia Nacional Bolivariana, que
actúa cada vez menos desembozadamente en el proceso electoral y durante
las votaciones, para cumplir las tareas que le asignen las autoridades
civiles o militares chavistas o el Comandante en Jefe en persona.
En otras palabras: que si los votos que cuentan las máquinas de
votación se validan aislándolos de los perversos y sinuosos ductos por
los que llegaron, seguro que no hay fraude, en cambio que, si se
revisan las cañerías y las cloacas, la putrefacción deja al desnudo la
ilegalidad de la dictadura constitucional.
Sin forzar un símil: es que como una pelea de boxeo donde uno de los
contendores va con una mano amarrada a la espalda, un ojo parchado, y
sin protector y recibe, por tanto, un KO fulminante en el primer
segundo del primer round con un adversario en plenitud de condiciones.
Desde luego que ya en la lona, el réferi no le toca sino contarle los
10 al perdedor y alzarle la mano al ganador ¿pero podría hablarse o
admitirse de una victoria legítima, de un campeón que accede a un nuevo
record en el ranking porque se impuso a un contrario que combatió de
igual a igual? Pienso que no.
La gran pregunta es: conociendo, sabiendo y aun siendo víctima del
perverso y corrupto sistema electoral de la “dictadura constitucional”
¿debe la oposición democrática venezolana negarse a participar en él,
abstenerse por remilgos de contaminación y no involucrarse en los
eventos electorales donde la naturaleza del sistema le permite también
conquistar espacios políticos, preservarlos y aun aumentarlos?
Desde luego que la respuesta es “NO”, sobre todo si entendemos que la
dictadura constitucional no es un sistema cerrado, al uso de las
dictaduras totalitarias de izquierda o derecha, marxistas o fascistas,
nazis o polpotistas que asolaron el planeta durante el siglo XX, que
su propia naturaleza la obliga al riesgo de perderlo todo por guardar
las formas, y que en la capacidad de la oposición de obligarla a que
las cumpla, está la fórmula de su éxito, de su triunfo.
De ahí que el error de la oposición no consista en participar en
elecciones interferidas, trucadas y maquilladas, sino en pensar que no
lo son y, lo que es peor, hacerle creer “a otros” que no lo son.
A este respecto, es indispensable no pensar que los espacios
democráticos conquistados se logran solo porque en esas coyunturas los
dictadores constitucionales le hicieron a la oposición la concesión
graciosa de cedérselos, sino porque la oposición estaba dispuesta a
hacer respetar sus votos a dentellada limpia.
Si se me permitiera una definición de la situación de una oposición y
de un gobierno en un sistema de dictadura constitucional diría que es
de “intimidación mutua”, el de un continuo acecho, en el cual pierde el
que se siente más propensos a aceptarle emboscadas, e incluso,
bondades al enemigo.
Sin ser fanáticos, ni intolerantes, ni irracionales (nada más lejos
de la cultura y el talante democráticos), los demócratas deben
comprender que hay situaciones en las cuales la firmeza, la valentía,
el coraje y aun la fuerza (que no la violencia) son indispensables
para defender la democracia.
En este orden, hay que aceptar que Hugo Chávez ha resultado todo un
maestro, pues ni siquiera en las elecciones que perdió en el referendo
de diciembre del 2007 fue capaz de aceptar, a posteriori, los
resultados.
Todo lo contrario, los aceptó de palabra, y después hizo un referendo
o enmienda constitucional ilegal y espúrea, para negarlos y que nunca
debió ser admitido por la oposición
La oposición, de otro lado, no ha aceptado la tesis de denunciar en
toda su amplia extensión a la “dictadura constitucional” (sistema
político que no es nuevo, pero cuyos laberintos, abismos, honduras y
cuevas no han sido del todo explorados), y mucho menos de participar en
“sus” elecciones sino bajo protesta, denunciando sus ilegalidades y
negándose a aceptar sus resultados.
La conclusión aterradora es que día a día la hemos ido convalidando y
construyendo en torno a ella la difícilmente franqueable barrera de
la legitimidad.
Pero hacer política es, básicamente, aprender y aprender para no cometer los mismos errores.
En este sentido, creo que las elecciones presidenciales del 7-O, si
bien es cierto que no nos podían permitir ganar la presidencia de
acuerdo a las reglas de la “dictadura constitucional perfecta”, si nos
dejaron la guía para derrotarla dentro de poco tiempo y ello se dará en
función de estudiarla, descubrirla, denunciarla, y participar, no para
que nos engañe, sino para que la engañemos.
Las elecciones del 16 de diciembre serán una excelente oportunidad
para demostrar lo que hemos aprendido y ello se dará en la medida de
que los electores democráticos voten masivamente, conservemos las
emblemáticas 8 gobernaciones y conquistemos otras más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario