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nanduti.com.py |
"Nikita, Nikita, lo que se da, no se quita", coreaban los cubanos
tras la retirada de los misiles soviéticos hace 50 años, pero los 41.000
soldados desplegados en la isla por la URSS estaban dispuestos a todo
para salvar la revolución castrista.
"Estábamos dispuestos a
disparar los misiles nucleares contra EEUU. Si hubiéramos recibido esa
orden, la habríamos cumplido a rajatabla", aseguró a Efe Víctor Yesin,
oficial de la 51 división de misiles emplazada en Cuba.
Encargado
de garantizar el funcionamiento de los misiles, Yesin recuerda con una
mezcla de orgullo y alivio la tensión nuclear vivida entre la URSS y
EEUU en octubre de 1962.
"Ahora siento alegría de que nuestros
dirigentes encontraran la voluntad política para solucionar la crisis,
ya que estuvimos muy cerca de la tercera guerra mundial. EEUU era
nuestro enemigo. Así nos educaron", dice.
Yesin llegó en agosto de
1962 a un lugar idílico rodeado de palmeras y caña de azúcar llamado
Sagua la Grande, pero no para descansar, sino para preparar el
lanzamiento de los R-12 (2.000 kilómetros de alcance) y R-14 (4.000),
capaces de llegar a cualquier ciudad norteamericana.
Poco sabía el
entonces joven teniente sobre su misión cuando zarpó a bordo de un
buque con destino al Mediterráneo para unas maniobras.
"Nos lo
dijeron a la altura de Mallorca. Nuestra misión era frenar con nuestra
presencia la agresión norteamericana. (Nikita) Jruschov debía visitar la
isla (de Cuba) y anunciar al mundo el despliegue de los misiles, pero
la crisis frustró el viaje", rememora.
Yesin, de 75 años, recuerda
como si fuera ayer los vuelos de reconocimiento de los aviones espías
norteamericanos apenas a unos 100 metros sorbe sus cabezas.
Aunque
lo más difícil fue soportar las condiciones climatológicas de humedad,
las lluvias torrenciales y las picaduras de los mosquitos.
"Dormíamos
en tiendas de campaña o al aire libre en camas húmedas. No había agua
potable y nos bañábamos en un río. Yo era joven, pero otros oficiales
mayores sufrieron mucho", relata.
Decenas de soldados murieron por las tempestades, enfermedades y sabotajes.
"Sólo
el 28 de octubre nos convencimos de que no habría conflicto mundial. Si
hubiéramos disparado los misiles, no habrían sufrido sólo los
soviéticos y norteamericanos, sino todo el mundo", apunta.
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