Lo primero que tengo que decir de Ho Chi Minh es que en Cuba llegué a estar hasta los huevos de Ho Chi Minh. Y hasta los huevos de Vietnam, en general. Hubo un tiempo en que en Cuba no podías ni ir a cagar sin ver el careto de taimado asesino de Ho Chi Minh o sin escuchar en la radio o en la televisión alguna imbecilidad sobre Vietnam y Ho Chi Minh. Todos los pintores cubanos corrieron a pintar retratos de Ho Chi Minh. En el repugnante Granma sólo se hablaba de Ho Chi Minh.
Ho Chi Minh fue otro destacado asesino comunista. Vivió en China diez años y allí aprendió mucho de Mao y de la KGB y gracias a Mao pudo ganar la guerra e imponer una dictadura comunista en su país. China construyó una enorme carretera hasta la frontera con Vietnam para suministrar armas a los vietnamitas y se dedicó a entrenar y armar a decenas de miles de soldados. Así pudieron derrotar a los franceses primero y luego a los norteamericanos, desgraciadamente. Desgraciadamente para los vietnamitas quiero decir. Y desgraciadamente para mí que tenía que soportar el careto de asesino de Ho Chi Minh en la lejana isla de Cuba.
Recuerdo que no había manera en Cuba de escapar a los poemas sobre Ho Chi Minh. Todos los poetas cubanos endémicamente serviles escribían sin parar poemas ensalzando a Ho Chi Minh. Silvio Rodríguez, uno de los tipos más abyectos de la llamada intelectualidad cubana llena de tipos abyectos, si mal no recuerdo, escribió unos espeluznantes ripios sobre Ho Chi Minh. Y después con su voz de inodoro tupido, los cantaba.
En Viet Nam, por otro lado, mientras el país se sumía en una espantosa dictadura comunista y maoísta, To Huu, el “poeta laureado” de Vietnam, ensalzaba a Mao con “poemas” de esta naturaleza:
Mata, mata más…
Para la agricultura, el buen arroz, la rápida recaudación de impuestos…
Adoremos al presidente Mao, adoremos a Stalin…
Para la agricultura, el buen arroz, la rápida recaudación de impuestos…
Adoremos al presidente Mao, adoremos a Stalin…
Los poetas, siempre tan lameculos.
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