Por Andrés Pascual
Entrenar a un boxeador que llegue a campeón mundial es difícil, sin embargo, hacer un Hall of Famer es harina de otro costal.
En boxeo, si no existe el material para que se le trabaje de acuerdo a sus condiciones, la labor de un trainer pudiera lindar con lo mediocre; pero la mayoría abismal de peleadores que han alcanzado la inmortalidad les ha sido posible con preparadores capaces de empeños superiores.
Y un buen trainer en el boxeo no es solo el que perfile el waving y el side-step, incluso el que prepare adecuadamente en lo físico al púgil hasta lograr que el pupilo transite con aire el difícil trayecto al límite, además de lo anterior, cuenta “la filosofía” que pueda transmitir: el sentido de la responsabilidad ante la preparación, la estimación hacia sí mismo y la seguridad de lo que pueda ser capaz en el ring…
Cuando Cassius Clay se le presentó en la 5ta de Miami Beach a Angelo Dundee para que lo preparara, después de la conversación de trámite viró la espalda y se fue.
Según se supo, al día siguiente declaró en Kentucky: “ese tipo no es nadie para prepararme…” una de las estupideces de boca sucia que se comentan poco del “más bocón de todos”. Pero, en 21 días, estaba a las cinco de la mañana frente al Gimnasio, esperando al entrenador para pedirle mil perdones y rogarle que lo aceptara como uno de sus elementos.
Emanuel Steward, es uno de los grandes trainers de todos los tiempos, al que un cáncer terminal que le produjo trastornos estomacales con diverticulitis, lo tiene casi noqueado a los 68 años.
El virginiano llenó una página en Fistiana y yo diría que de igual nivel que Fuchs, Blackbourne, Arcel o Dundee, porque sobresalió en un colateral tan importante como preparar física o técnicamente a un boxeador: Steward debe ser considerado uno de los seconds o “esquina” más eficientes de la historia.
Porque, estar en la esquina de un peleador, tal vez cualquiera; pero tener el instinto y la intuición para señalar lo posible del contrario y lo obligatorio del representado ante circunstancias evidentes, incluso “ver” el golpe que nadie vio y lastimó tanto que, si no hay control sobre el boxeador para que cumpla con el señalamiento defensivo absoluto, pudiera caerse solo, eso, que es lo más difícil y no se enseña en manuales académicos ni lo puede transmitir nadie, lo tuvo Emanuel como antes Luis Sarría o Arcel.
Cuando Dundee reinauguró el Gym de la 5ta en Miami Beach, Santos Pérez, cronista de The Miami Herald y yo esperamos por él para saludarlo, además, Santos quería preguntarle sobre la división completa del boxeo de hoy.
Al vernos, el hombre nos sonrío complaciente, pero una mujer que lo acompañaba paró un taxi y lo introdujo a empujones. Por la ventanilla, el insigne ícono de Detroit nos miró con gesto resignado y bajó la cabeza.
Un americano calvo, fotógrafo de ESPN, me dijo: “está seriamente enfermo…”
Entrenar a un boxeador que llegue a campeón mundial es difícil, sin embargo, hacer un Hall of Famer es harina de otro costal.
En boxeo, si no existe el material para que se le trabaje de acuerdo a sus condiciones, la labor de un trainer pudiera lindar con lo mediocre; pero la mayoría abismal de peleadores que han alcanzado la inmortalidad les ha sido posible con preparadores capaces de empeños superiores.
Y un buen trainer en el boxeo no es solo el que perfile el waving y el side-step, incluso el que prepare adecuadamente en lo físico al púgil hasta lograr que el pupilo transite con aire el difícil trayecto al límite, además de lo anterior, cuenta “la filosofía” que pueda transmitir: el sentido de la responsabilidad ante la preparación, la estimación hacia sí mismo y la seguridad de lo que pueda ser capaz en el ring…
Cuando Cassius Clay se le presentó en la 5ta de Miami Beach a Angelo Dundee para que lo preparara, después de la conversación de trámite viró la espalda y se fue.
Según se supo, al día siguiente declaró en Kentucky: “ese tipo no es nadie para prepararme…” una de las estupideces de boca sucia que se comentan poco del “más bocón de todos”. Pero, en 21 días, estaba a las cinco de la mañana frente al Gimnasio, esperando al entrenador para pedirle mil perdones y rogarle que lo aceptara como uno de sus elementos.
Emanuel Steward, es uno de los grandes trainers de todos los tiempos, al que un cáncer terminal que le produjo trastornos estomacales con diverticulitis, lo tiene casi noqueado a los 68 años.
El virginiano llenó una página en Fistiana y yo diría que de igual nivel que Fuchs, Blackbourne, Arcel o Dundee, porque sobresalió en un colateral tan importante como preparar física o técnicamente a un boxeador: Steward debe ser considerado uno de los seconds o “esquina” más eficientes de la historia.
Porque, estar en la esquina de un peleador, tal vez cualquiera; pero tener el instinto y la intuición para señalar lo posible del contrario y lo obligatorio del representado ante circunstancias evidentes, incluso “ver” el golpe que nadie vio y lastimó tanto que, si no hay control sobre el boxeador para que cumpla con el señalamiento defensivo absoluto, pudiera caerse solo, eso, que es lo más difícil y no se enseña en manuales académicos ni lo puede transmitir nadie, lo tuvo Emanuel como antes Luis Sarría o Arcel.
Cuando Dundee reinauguró el Gym de la 5ta en Miami Beach, Santos Pérez, cronista de The Miami Herald y yo esperamos por él para saludarlo, además, Santos quería preguntarle sobre la división completa del boxeo de hoy.
Al vernos, el hombre nos sonrío complaciente, pero una mujer que lo acompañaba paró un taxi y lo introdujo a empujones. Por la ventanilla, el insigne ícono de Detroit nos miró con gesto resignado y bajó la cabeza.
Un americano calvo, fotógrafo de ESPN, me dijo: “está seriamente enfermo…”
Steward
ha sido con uno de dos que quedan vivos de la era clásica (para mí el
otro es Nacho Beristaín) del pugilismo, hombre serio, trabajador,
responsable, competitivo y genio, si cabe esta expresión, de lo que
muchos creen que es cosa de juego: hacer que boxeadores lleguen a
campeones y que, la mayoría, siga rumbo a la Inmortalidad.
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