La autora, hija de Oswaldo Payá, responde a un artículo del corresponsal de la BBC en Cuba.
Fernando Ravsberg, corresponsal de BBC en La Habana. (VISORONLINE.BLOGSPOT.COM)
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Fernando Ravsberg ha publicado en estos días una extensión de las tergiversaciones, manipulaciones y falacias
con las que los medios de prensa oficiales cubanos han pretendido
confundir al pueblo cubano y al resto del mundo por ya más de medio
siglo. Lo ha hecho desde su propio blog. Al parecer, las cuatro páginas
del día de Granma, órgano del Partido Comunista, ya estaban saturadas.
Esta
vez, a las falsedades literalmente copiadas de la Mesa Redonda y a la
reiteración del absurdo carácter accidental que la Televisión Cubana se
empeña en dar a la muerte de mi padre y de Harold Cepero, Ravsberg añade
algunos enredos de su propia invención, como que Ángel Carromero y Aron
Modig viajaban por la Isla haciendo proselitismo y repartiendo dinero.
Harold
Cepero recientemente había escrito: "los que tienen el coraje y la
libertad de plantearse la opción política pacífica para sus vidas, saben
que se exponen a la soledad poco menos que absoluta, a la exclusión
laboral, a la persecución, a la prisión o a la muerte. Y su vida y su
muerte son la confirmación sincera y radical de su pensamiento".
Sin
embargo, Ravsberg, decide no mencionar que la mayoría de los disidentes
en Cuba pierden su trabajo, y ellos y sus familias son tratados como
apestados sociales y condenados a la miseria, principalmente fuera de La
Habana, donde en no llega la prensa extranjera acreditada y, en muchos
casos, ni le interesa llegar.
En
lugar de esto, Ravsberg intenta resaltar el hipócrita debate moral
sobre si la oposición debe o no recibir apoyo material, como si en la
mayoría de las luchas de los oprimidos en el mundo entero —y la historia
de Cuba es fiel ejemplo— no se hubiese necesitado de la ayuda de
simpatizantes y exiliados.
Me
pregunto cuántos países del mundo conocerá Ravsberg donde los miembros
de la oposición no puedan viajar libremente por el territorio nacional
porque sus nombres están circulados en todas las estaciones y
aeropuertos. En qué otros oscuros rincones del planeta la Seguridad del
Estado impide las reuniones de los opositores con chantajes, amenazas,
golpizas, detenciones o "accidentes". Esta es la razón por la que
jóvenes simpatizantes extranjeros que vienen a conocer a mi padre le
facilitan en ocasiones el transporte. Hecho que dista mucho de la
versión que el corresponsal de la BBC y el Gobierno cubano se empeñan en
sostener.
Fernando
Ravsberg sabe que miente, porque él conoció muy bien a mi padre y sabe
que nadie podía darle órdenes, y menos aún pretender organizar el MCL,
un movimiento con 24 años de historia, cuyo jóvenes tenemos muy claro
que hacer. Mi padre gozaba de un tipo de libertad que probablemente
Fernando Ravsberg nunca ha experimentado, a pesar de venir de un país
democrático: la libertad de vivir responsablemente, en coherencia con
sus principios, pensamientos y sentimientos, a la luz de su fe.
El
señor Ravsberg emplea el más cínico de los tonos colonialistas para
hablar de las preocupaciones de mi pueblo, minimizándonos, como si para
nosotros, "los cubanitos", con que mejorase o apareciese la comida o las
guaguas, fuese suficiente. Sutilmente se suma a esta orgía de la
mentira, que pretende entretener a la opinión pública con unas sosísimas
y mal implementadas reformas económicas, que son la fachada de ese
cambio-fraude que mi padre tantas veces denunció.
Fernando
Ravsberg goza de los privilegios que significan vivir en Cuba como un
extranjero, por encima de las desventajas de todos los cubanos. Sus
hijos pueden entrar y salir del país, mientras hacen sus vidas en
España, pero a mi hermano no lo dejan ir de visita a conocer a sus tíos a
Madrid. Me pregunto si Ravsberg habrá tenido que esperar 5 años para
visitar a su hijo médico, porque eso es lo que sufren los doctores de mi
país cuando deciden salir de la Isla, quizás también para reunirse con
su familia en el exterior.
Ravsberg
está tan acostumbrado a caminar sobre esas desventajas que se atreve a
sugerir que a los cubanos no les interesan los derechos humanos. ¿Cómo
se atreve a despreciar de esa manera racista al pueblo del que ha vivido
durante tantos años?
Gracias
a Dios hoy son muchas las iniciativas en el campo cultural, político y
social que ponen de manifiesto la inconformidad de los cubanos y la
promoción de los cambios pacíficos. Le recuerdo a Ravsberg que la
iniciativa de ley que constituye el Proyecto Varela está avalada por más
de 25.000 firmantes, y continúa vigente porque lo que pretende es un
cambio en la ley, no en la Constitución, para hacer realidad derechos
elementales que aún debemos conquistar.
Miles
firman en este período el Proyecto Heredia, que busca dar a las
personas el derecho a salir y a entrar libremente a Cuba, a residir en
cualquier parte del territorio nacional y, con ello, detener las
humillantes deportaciones internas, así como buscar la garantía de
igualdad de oportunidades sin exclusiones de tipo ideológico, y el
acceso libre y económicamente justo a internet.
Las
anteriores son iniciativas independientes y autóctonas que recogen las
aspiraciones y demandas de muchísimos ciudadanos. Los cubanos, de dentro
y de fuera necesitamos los derechos para diseñar y edificar la Cuba que
queremos. El ingenio, la laboriosidad y las capacidades que se ha
demostrado aun en tiempos de crisis, garantizan la prosperidad, a pesar
del destrozo legado por más de 50 años de comunismo. Y me atrevo a
asegurarle a Ravsberg que la comida y las guaguas aparecerán cuando los
cubanos ganemos por el precio justo de nuestro trabajo y tengamos
verdaderas oportunidades económicas, políticas y sociales de
participación en la construcción de nuestro futuro.
Para
ello necesitamos los derechos, esa es la liberación que estamos
proclamando. Estamos cada vez más cerca de lograrla, porque hasta ésos
que nos persiguen, esos a los que Ravsberg parece servir, son nuestros
hermanos, son cubanos y se beneficiarán con la democracia.
Fernando
Ravsberg, que tantas veces ha estado en mi casa y ahora finge hasta no
recordar cómo se escribe el nombre de mi padre —técnica que debe haber
aprendido de la Mesa Redonda—, ha utilizado su nombre para suplantar la
verdad, ofendiendo su memoria, a mi familia, a la oposición y a todos
los cubanos. Lo cual resulta demasiado bajo, incluso para un
corresponsal de la Mesa Redonda.
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