Por Andrés Pascual
En estos últimos años, el público
del boxeo ha visto cómo inflaron globos que explotaron por la poca clase para
mantenerse en niveles de estelaridad deportiva; o ha tenido que soportar a
boxeadores solo buenos que los han impuesto con el laboratorio a mano para
ganar dinero y pisotear la historia…
Desde que concluyó la era Roy
Jones jr por el desperdicio de sus facultades
con la participación de los excesos ajenos al ring, desde que se apagó
su virtuosismo, el fanático boxístico no se había reencontrado con el peleador
completo, cuya demostración estuviera basada
en la capacidad física superior y en
la más absoluta inteligencia, hasta que
llegó André Ward.
Parecía que el pugilismo había
agotado su esencia como práctica de la defensa personal con el menor grado
posible de castigo recibido, porque el boxeo es “el arte de dar y que no te
den”, que significa lo contrario a una carnicería entre dos.
Transitar con éxito y trascendencia los
pasillos de Fistiana es más, mucho más que caerse a golpes con otro sin control
de la defensa que, además de crearle un peligroso precedente a la salud,
obstruye la capacidad de decreto de un ganador, porque todas las peleas en las
que el ataque prevalece y la defensa brilla por su ausencia son muy parecidas a
empates.
La clientela del boxeo que, por
falsos conceptos arraigados en leyendas urbanas de pueblos subdesarrollados,
prefiere el boxeo callejero de “dos parados ahí dando y recibiendo con instinto
asesino y sin intuición defensiva”, es menor que, a Dios gracias, la que
disfruta este deporte como deber ser de acuerdo a su objetivo, a fin de
cuentas, por algo el soldado está en la guerra disparando desde una trinchera,
nunca disparando de pie ante las balas enemigas como un escudo estático y
receptor. Y el boxeo es una guerra y la gana el más inteligente y el que más
rápido reaccione y se mueva, atacando desde posiciones bien camufladas y
defendidas.
Anoche Ward noqueó en 10 rounds a
Chad Dawson, un lightheavy natural, bueno, pero que cometió la imprudencia de
enfrentar no lo mejor de su peso, sino lo mejor del boxeo desde que Jones jr
dejó de brindar cátedra en la asignatura.
¿Qué hizo mal Dawson? Nada,
porque nada pudo ante un hombre que lo superó en todo: inteligencia, precisión
en los golpes, puntería, instinto, intuición, velocidad de desplazamiento, de
manos…
Ward dio lecciones de como se
camina el ring, de cómo se entra y se sale sin exponerse peligrosamente al
castigo enemigo, pero, sobre todo, de cómo se anula a un buen boxeador zurdo.
La inteligencia de André Ward
para el boxeo es la continuación de la que hizo inmortales a la clase genuina
del espectáculo. Este joven llegó al boxeo para reanimarlo en un momento en
que, por todo lo demás que se conoce y salvo por un par de boxeadores como
Mayweathers jr, Juan Manuel Márquez y un Maravilla que ya no deber ser sino el
60 % del virtuoso que fue, no es digno de seguirse por nadie.
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