Por Arnaldo M. Fernández Díaz
El 24 de enero de 1998, Teté Machado y Ariel Hidalgo dieron en Miami la
noticia de que Oswaldo Payá (1952-2012) había lanzado el Proyecto Varela
(PV) con ánimo de modificar «algunas leyes [como] camino para que el
pueblo de Cuba transite en la verdad y el derecho en la solidaridad y
realice sus esperanzas». La inspiración venía del Padre Varela
(1788-1853), porque «nos enseñó a pensar como cubanos», pero el diseño
teórico y la ejecución práctica del proyecto nada tenían que ver con
aquel cura. El PV pidió peras democráticas al olmo totalitario sin
advertir que quien hace la ley constitucional hace la trampa
reglamentaria. Esto no rebaja un ápice la valentía y sacrificio de sus
promotores, ante los cuales hay que quitarse el sombrero. El análisis
lógico-histórico demuestra ya sólo que se engolfaron en iniciativa
condenada de antemano al fracaso. No fueron los primeros ni serán los
últimos. Desde que Federico Hegel (1770-1831) disertó sobre la astucia
de la razón, se tornó más inteligible la evidencia histórica de que
muchos salen perdiendo y sufren descalabros al desfogar su pasión por la
libertad en contexto ignoto.
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