Tan sólo una semana después de perder su última batalla ante la justicia
para que se le reconociera el el derecho a una muerte digna, el
británico Tony Nicklinson, un hombre de 58 años paralizado de cintura
para abajo desde hacía siete años, ha fallecido esta mañana por “causas
naturales”. La policía de Wiltshire, su condado de residencia en
Inglaterra, parece no cuestionar el dictamen médico de deceso por
neumonía, puesto que ha declinado la apertura de una investigación.
Nicklinson llevaba siete días rechazando cualquier tipo de
alimentación cuando le sobrevino la muerte, o el final de lo que él
mismo calificó de “una pesadilla en vida”, a las 10 de la mañana (hora
local). Tomó esa decisión tras conocer la sentencia de la High Court
(Alto Tribunal) en la que tres jueces estimaban que no les corresponde a
ellos modificar la legislación según la cual “la eutanasia voluntaria
equivale a un asesinato”. Aquel día lloró ante las cámaras y denunció la
“cobardía” de una justicia que persigue a los médicos y familiares
dispuestos a ayudar a morir a un paciente terminal, aunque en la
práctica ello no siempre sea así.
“Temo por el futuro y por las miserias que me acarreará”, explicó a
través de la pizarra electrónica que se había convertido en su medio de
comunicación con el mundo desde que un ataque de apoplejía le dejara sin
habla y paralizada casi todo su cuerpo en 2005. Un año antes de que
Nicklinson sufriera aquel infarto cerebral durante un viaje de trabajo
en Atenas, ya había firmado una directiva a través de la cual rechazaba
cualquier tipo de tratamiento de apoyo en el supuesto de convertirse en
un enfermo terminal. La enfermedad que le sobrevino meses después recibe
un nombre bien gráfico en inglés: ”the locked-in syndorme”, esto es, el
síndrome del cautiverio. Mas >>
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