lunes, julio 16, 2012

De la "Primavera Árabe" al invierno islamista ( I ). Enseñanzas para Cuba

Cubanálisis El Think-Tank/ Juan Benemelis y Eugenio Yáñez
La tierra de los faraones
Por primera vez en toda su larga historia de más de 7,000 años, los egipcios acudieron a las urnas para elegir un presidente del país entre varios candidatos, en lo que ha constituido un acontecimiento realmente histórico y de significativa trascendencia (no como tantos acontecimientos “históricos” que se mencionan a menudo en la politiquería tradicional de cualquier país, sobre todo tercermundista).
La elección como presidente de Egipto de Mohamed Morsi, el candidato de la Hermandad Musulmana, un ingeniero graduado en Estados Unidos, resultó a partir de unos comicios muy reñidos, en el cual Morsi obtuvo el 52 % de los votos ante su rival Ahmed Shafik, el último primer ministro cuando el gobierno de Hosni Mubarak, quien logró el 48 %. Tal votación podría significar hasta el fin del estratégico tratado de Paz de Camp David entre Israel y Egipto, un pacto formal cimentado por el faraón Anwar el Sadat y el ex terrorista Menahem Begin en 1979, bendecido por el entonces presidente de EEUU Jimmy Carter.
Sin embargo, también esos resultados, en buena ciencia política, indican que la sociedad egipcia se ha escindido en dos grandes grupos tras su ambigua “Primavera”: el que apoya a los islamistas más radicales, representados en la “Hermandad”, aunque ésta supo presentar, de cara a las elecciones presidenciales, un rostro más amable; y el grupo que prefiere gobernantes “tradicionales” laicos, relativamente “modernos” y que mantienen buenas relaciones con el Occidente, aunque la corrupción, la falta de transparencia,  y el autoritarismo mesiánico hayan caracterizado sus gobiernos en los últimos sesenta años.
El primer ministro de Gaza y militante de Hamás, Ismail Haniyeh, telefoneó de inmediato a Morsi, agasajándolo por devenir en el primer presidente islamista de Egipto. Igualmente, el presidente palestino, Mahmoud Abbas, también elogió a Morsi. Cuando reconocidos terroristas se muestran satisfechos por la elección de un presidente, hay razones de sobra para preocuparse. Por su parte, los líderes de los ricos estados petroleros de Kuwait y Bahréin, temerosos de la Hermandad Musulmana, también enviaron cables a Morsi congratulándolo. A las alabanzas islamitas se sumó también Abu Yacén, la cabeza visible de la oposición Siria en la ciudad de Hama. Como puede verse, tal elección parece haber complacido a muchos líderes de naciones y grupos islámicos.
Sin dudas, los acontecimientos en todo el Medio Oriente, y ahora con la disyuntiva de la Hermandad Musulmana en la presidencia de Egipto, nos llevan hacia un ámbito regional diferente. Lo cierto es que la larga era de Nasser-el Sadat-Mubarak finalizó con la dominación de la Hermandad Musulmana, y ello plantea que estos nuevos líderes tienen que variar sus “principios fundamentalistas” para legitimar la paz de Camp David, o de lo contrario precipitarse a lo insoluble, lo que podría traerle infinitos dolores de cabeza a los nuevos gobernantes, e interminables penurias a los egipcios, que no necesitan más de las que ya tienen.
La victoria de Morsi confirma el camino que se inició en Túnez, el de la tan cacareada “Primavera Árabe”, por la cual, tras la caída de regímenes laicos de fuerza, las fuerzas políticas con mayores posibilidades para ascender al poder en toda el área son los fundamentalistas islámicos. Realidad que nunca se quiso ver, y menos entender, desde la “izquierda caviar” europea hasta el “liberalismo hamburguesa” norteamericano o el “antiimperialismo churrasco” latinoamericano, que soñaban con un Thomas Jefferson en el gobierno de Túnez, un Juan Jacobo Rousseau en el de El Cairo, o un Lázaro Cárdeanas en el de Trípoli.
Sin embargo, en honor a la verdad y en cierto descargo de los grupos anteriormente mencionados, tampoco todas las cancillerías del Primer Mundo entendieron lo que estaba sucediendo, y menos aun pudieron prever estratégicamente las nuevas realidades que se le venían encima a nuestro planeta con aquella “Primavera”, que daría paso a un mundo lo más alejado posible del inicio a las transiciones a la democracia que se vivieron en los países europeos del bloque soviético. Fantasía geopolítica que sumió bajo su influjo, también, a cierta “disidencia puercoasao” en Cuba y a varias legiones beligerantes de la Calle Ocho y sus alrededores.
Luego de que los cuerpos legislativos en Túnez y Marruecos (país este último donde su Rey se adelantó a la “Primavera” con una apresurada reforma de “finales del invierno” magrehbino) cayeron en manos de los fundamentalistas, la elección del egipcio Mohamed Morsi le define al mundo, una vez más, que se debe pensar de manera distinta cuando se está lidiando con los países de la civilización islámica, que no debe olvidarse nunca que no son solamente los países “árabes”, pues esa extensa civilización islámica cubre desde el occidente africano hasta los grandes archipiélagos del Pacífico y el Índico, y gana adeptos continuamente en las Antillas Menores.  Mas >>

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