Cubanálisis El Think-Tank/ Juan
Benemelis y Eugenio Yáñez
La tierra de
los faraones
Por primera vez
en toda su larga historia de más de 7,000 años, los egipcios
acudieron a las urnas para elegir un presidente del país entre
varios candidatos, en lo que ha constituido un acontecimiento
realmente histórico y de significativa trascendencia (no como tantos
acontecimientos “históricos” que se mencionan a menudo en la
politiquería tradicional de cualquier país, sobre todo
tercermundista).
La elección
como presidente de Egipto de Mohamed Morsi, el candidato de la
Hermandad Musulmana, un ingeniero graduado en Estados Unidos,
resultó a partir de unos comicios muy reñidos, en el cual Morsi
obtuvo el 52 % de los votos ante su rival Ahmed Shafik, el último
primer ministro cuando el gobierno de Hosni Mubarak, quien logró el
48 %. Tal votación podría significar hasta el fin del estratégico
tratado de Paz de Camp David entre Israel y Egipto, un pacto formal
cimentado por el faraón Anwar el Sadat y el ex terrorista Menahem
Begin en 1979, bendecido por el entonces presidente de EEUU Jimmy
Carter.
Sin embargo,
también esos resultados, en buena ciencia política, indican que la
sociedad egipcia se ha escindido en dos grandes grupos tras su
ambigua “Primavera”: el que apoya a los islamistas más radicales,
representados en la “Hermandad”, aunque ésta supo presentar, de cara
a las elecciones presidenciales, un rostro más amable; y el grupo
que prefiere gobernantes “tradicionales” laicos, relativamente
“modernos” y que mantienen buenas relaciones con el Occidente,
aunque la corrupción, la falta de transparencia, y el autoritarismo
mesiánico hayan caracterizado sus gobiernos en los últimos sesenta
años.
El primer
ministro de Gaza y militante de Hamás, Ismail Haniyeh, telefoneó de
inmediato a Morsi, agasajándolo por devenir en el primer presidente
islamista de Egipto. Igualmente, el presidente palestino, Mahmoud
Abbas, también elogió a Morsi. Cuando reconocidos terroristas se
muestran satisfechos por la elección de un presidente, hay razones
de sobra para preocuparse. Por su parte, los líderes de los ricos
estados petroleros de Kuwait y Bahréin, temerosos de la Hermandad
Musulmana, también enviaron cables a Morsi congratulándolo. A las
alabanzas islamitas se sumó también Abu Yacén, la cabeza visible de
la oposición Siria en la ciudad de Hama. Como puede verse, tal
elección parece haber complacido a muchos líderes de naciones y
grupos islámicos.
Sin dudas, los
acontecimientos en todo el Medio Oriente, y ahora con la disyuntiva
de la Hermandad Musulmana en la presidencia de Egipto, nos llevan
hacia un ámbito regional diferente. Lo cierto es que la larga era de
Nasser-el Sadat-Mubarak finalizó con la dominación de la Hermandad
Musulmana, y ello plantea que estos nuevos líderes tienen que variar
sus “principios fundamentalistas” para legitimar la paz de Camp
David, o de lo contrario precipitarse a lo insoluble, lo que podría
traerle infinitos dolores de cabeza a los nuevos gobernantes, e
interminables penurias a los egipcios, que no necesitan más de las
que ya tienen.
La victoria de
Morsi confirma el camino que se inició en Túnez, el de la tan
cacareada “Primavera Árabe”, por la cual, tras la caída de regímenes
laicos de fuerza, las fuerzas políticas con mayores posibilidades
para ascender al poder en toda el área son los fundamentalistas
islámicos. Realidad que nunca se quiso ver, y menos entender, desde
la “izquierda caviar” europea hasta el “liberalismo hamburguesa”
norteamericano o el “antiimperialismo churrasco” latinoamericano,
que soñaban con un Thomas Jefferson en el gobierno de Túnez, un Juan
Jacobo Rousseau en el de El Cairo, o un Lázaro Cárdeanas en el de
Trípoli.
Sin embargo, en
honor a la verdad y en cierto descargo de los grupos anteriormente
mencionados, tampoco todas las cancillerías del Primer Mundo
entendieron lo que estaba sucediendo, y menos aun pudieron prever
estratégicamente las nuevas realidades que se le venían encima a
nuestro planeta con aquella “Primavera”, que daría paso a un mundo
lo más alejado posible del inicio a las transiciones a la democracia
que se vivieron en los países europeos del bloque soviético.
Fantasía geopolítica que sumió bajo su influjo, también, a cierta
“disidencia puercoasao” en Cuba y a varias legiones beligerantes de
la Calle Ocho y sus alrededores.
Luego de que
los cuerpos legislativos en Túnez y Marruecos (país este último
donde su Rey se adelantó a la “Primavera” con una apresurada reforma
de “finales del invierno” magrehbino) cayeron en manos de los
fundamentalistas, la elección del egipcio Mohamed Morsi le define al
mundo, una vez más, que se debe pensar de manera distinta cuando se
está lidiando con los países de la civilización islámica, que no
debe olvidarse nunca que no son solamente los países “árabes”, pues
esa extensa civilización islámica cubre desde el occidente africano
hasta los grandes archipiélagos del Pacífico y el Índico, y gana
adeptos continuamente en las Antillas Menores. Mas >>
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