Juan Francisco Puello Herrera |
Es increíble que, quienes
expulsaron a patadas por el trasero al grupo al renunciar con mil
críticas destructivas al beisbol profesional hace 51 años, que juegan el
peor beisbol posible como país de tradición, ocupe el lugar de Dios del
juego, al recibir la visita de unos dirigentes más arrastrados que
gallardos, para conversar sobre un tema que, de deportivo, posiblemente
no tenga ni la “d”.
Estos hombres de la
Confederación se sienten inferiores a su contraparte castrista, de otro
modo no es posible semejante bochorno: se supone que debería ser Castro
quien pida perdón y la aceptación en el torneo; pero esa gente de allá,
lo mejor creado por el Diablo para lo malo, nunca pensaron que estos
fantoches de hoy arriesgarían su moral y la del Organismo para
implorarles la participación, que traería como consecuencias la
violación de las sagradas escrituras de 64 años de la Confederación: los
Estatutos, entonces, caso poco usual en la tiranía, los tomaron por
sorpresa.
La pelota cubana es más
floja que la de clase A, la Serie del Caribe se juega por equipos
campeones del torneo nacional más uno ó dos refuerzos, la clase real del
beisbol castrista se ha puesto en ridículo, a nivel de selección,
contra jugadores de ligas menores al perder cada evento al que han
concurrido en los últimos 4 años, porque, en el mal llamado Clásico,
también perdieron con Japón. A esos eventos han asistido en fase
absoluta de juego, entonces ¿Cómo creen que puede la Monarquía tropical,
con trono en la capital cubana, estimular el interés por un evento que,
como mejor se mantendría, es botando a la dirigencia, con un beisbol
sin nivel competitivo?
Si la tiranía lo acepta,
sería para “jugársela al perdido”, a ver si, por carambola, gana el
próximo evento y, después, pregonar a los 4 vientos que todavía son “los
mejores del mundo” y la pelota continuaría su viaje cuesta abajo, en un
trayecto que ya le queda poco para llegar al fondo. O más peligroso e
importante: se estarían creando los mecanismos, entre ambas partes, para
evitar o bloquear las deserciones de los jugadores que piensen escapar
del Infierno antillano.
Cuando un negocio no tiene
posibilidades de solucionarse porque no hay ni inteligencia ni
personalidad para improvisar por quienes deben, lo mejor es cerrarlo
bajo la ley de bancarrota, sea la Serie del Caribe o un grupo de “perico
ripiao” que nadie contrata ni para un velorio por lo desafinado.
En este “enfrentamiento de
muertos de hambre contra guatacas y liberales”, la tiranía empezó
anotándose un knockdown monumental: “no se puede hablar hasta que no
esté dicho todo; es decir, hasta que Antonio, Raúl y el tirano lo
ordenen”.
En La Habana no solo están
pisoteando los estatutos estos elementos del Caribe, sino algo más
sublime y sensible que no debo escribir aquí.
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