Cuba Encuentro/
Tan planificada y detallada como una operación militar de largo
alcance es la ofensiva neocastrista que tiene como misión estratégica la
supervivencia del régimen, y que se materializa en varios frentes a la
vez.
Como operación militar bien planificada, incluye además
acciones diversionistas con la intención de desviar la atención de la
dirección del golpe principal, y no queda más remedio que reconocer que
han logrado algún éxito en estos aspectos.
El empantanamiento y
deterioro constante de la situación económica del país, con su fallida
“actualización del modelo”, a causa de un proceso cargado de acciones
timoratas y limitaciones arbitrarias, de conjunto con el descalabro de
la salud de Hugo Chávez y la puesta en peligro de las “relaciones
económicas bolivarianas” entre Cuba y Venezuela —eufemismo para no
llamarle escandalosos “subsidios” venezolanos, que es lo que son—,
obligan a la gerontocracia a aferrarse a la única tabla de salvación
estratégicamente disponible, que no es otra que la obtención de divisas
del odiado “imperialismo yanqui”, porque a la otra opción, facilitar el
surgimiento y funcionamiento de empresas privadas y cooperativas al
margen de los dinosaurios empresariales estatales, le temen como el
diablo a la cruz.
Como en La Habana saben perfectamente que no hay
posibilidades reales de un levantamiento del embargo sin que se
produzcan en Cuba determinadas transformaciones sustanciales —porque así
está establecido en leyes norteamericanas vigentes—, y por otra parte
va quedando claro que la explotación de los yacimientos petrolíferos
submarinos, por muy real que resulte, necesita tiempo para
materializarse —tiempo del que no dispone la gerontocracia, ni política
ni biológicamente—, han llegado a la conclusión de que les resulta
imprescindible obtener rápidamente grandes entradas de moneda fuerte por
las dos únicas vías posibles en estos momentos: el turismo
norteamericano hacia la Isla, y la contribución económica de “emigrantes
respetuosos”.
No son cifras menores: el turismo norteamericano
hacia Cuba en los primeros momentos, con el incentivo adicional de
conocer lo prohibido durante medio siglo y explorar oportunidades de
negocios, podría representar hasta mucho más de mil millones de dólares
anuales sin demasiado esfuerzo. Y si se autorizaran determinadas
inversiones en la Isla de cubanos “respetuosos” que viven en el
extranjero y estarían dispuestos a “subirse al tren” de esos peculiares
“cambios”, la inyección de moneda fuerte contante y sonante ayudaría al
régimen, cuando menos, a capear lo peor del temporal, porque sumando
esos ingresos adicionales a los que ya recibe por el turismo, las cifras
resultantes permitirían cubrir una factura petrolera sin subsidios si
Chávez no estuviera.
Pero para que eso pueda funcionar se necesita
un maquillaje y cambio de imagen internacional. Y aquí es donde entra a
jugar la decisión estratégica de La Rinconada: una parte de ese baño de
imagen fue la visita del Papa Benedicto XVI a Cuba, y se ha reforzado
con la actividad internacional del Cardenal Jaime Ortega y su
descalificación de los disidentes, así como la ofensiva general de la
Iglesia Católica cubana, presentándose como única alternativa de
representación frente al Gobierno. Da igual lo que piensen los cubanos
dentro de la Isla y en el exilio, la Iglesia continúa con su proyecto y
ha mejorado su posición histórica frente al régimen, aunque se trate de
actitudes oportunistas de ambas partes.
Por otro lado, resulta
oportuno para el Gobierno el movimiento diversionista de la supuesta
reforma migratoria, mencionada una y otra vez y que no acaba de
materializarse. Ya el régimen celebró una reunión de “respetuosos” en
Washington, y cuenta además con grupos de lobbistas (cabilderos) también
muy respetuosos, que reclaman “adecuaciones” de las violaciones de los
derechos migratorios de los cubanos, pero no la eliminación de
arbitrariedades y restitución de libertades.
En el flanco
latinoamericano, gracias a la ofensiva “bolivariana” a favor de la
admisión de la Isla en las Cumbres de Las Américas, el régimen obtuvo
beneficios a largo plazo, aunque la firme oposición de EEUU y Canadá
impidió una debacle en Cartagena. Antes de la próxima Cumbre hay que
resolver el tema cubano, y las palabras del presidente colombiano Juan
Manuel Santos, que necesita la bendición de La Habana para acabar con el
cáncer de las guerrillas narcoterroristas, son preocupantes: “no es
solamente Ecuador el que quiere que Cuba venga. Una mayoría de países de
América latina quisiera que Cuba estuviera en la cumbre”. ¿Y los
principios democráticos qué? “Todo eso está sujeto a discusión” (…)
“cada país tiene su forma de percibir y definir por ejemplo la libertad
de prensa” (...) “no hay valores o posiciones totalmente estáticas,
congeladas. Eso va teniendo una evolución. Tenemos que discutir todos
esos temas”. Traducción: democracia puede ser cualquier cosa, con tal de
que el Gobierno cubano participe en las Cumbres, que para eso somos
“antiimperialistas”.
Otro frente de la ofensiva neocastrista es
sobre la imagen de la disidencia interna y los blogueros alternativos.
La represión no afloja ni un instante, y cuando es necesario ni siquiera
se recurre a la sofisticación: mítines de repudio y camillazos son
permitidos, aunque se sugiere llevarlos a cabo discretamente. Con una
esmerada y elaborada clasificación operativa de peligrosidad de los
disidentes y blogueros, se ensañan en algunos, a quienes no dejan ni
respirar, publicar o ni siquiera ver la calle o conversar en una
esquina, mientras que a otros se les permiten acciones y expresiones que
no dejan de sorprender por el aparente grado de permisividad oficial
que suponen. No hay que llegar a la paranoia de pretender adivinar
agentes o provocación donde quizás no haya más que candidez o “tontos
útiles”, pero no sería inapropiado analizar con profundidad y sutileza
las distintas posiciones “alternativas” que van surgiendo con
significativa rapidez.
Es imperativo, frente a estas realidades,
pensar detenidamente en la manera de enfrentar esta ofensiva
neocastrista. En muchas ocasiones nos “vamos con bola mala”, para
decirlo en el argot de la pelota cubana, y nos desgastamos en batallas
que, en el mejor de los casos, dan satisfacciones breves o
insignificantes, mientras no concentramos suficientes esfuerzos en temas
que serían decisivos frente a la amplia ofensiva del régimen.
Naturalmente,
no todo el mundo tiene que coincidir conmigo. Ni siquiera en esta
invitación a pensar, que implica muchas más preguntas que respuestas.
Pero, por favor, como cantó Silvio Rodríguez —no importa lo que piensen
de él—, “cualquier reclamación que sea sin membrete”.
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