Por Andrés Pascual
Yo no soy enemigo del boxeo amateur, pero si del “profesional de
estado”, que barnizan como aficionado en la ex Isla Bella.
El aficionismo, como carta de presentación necesaria para que un joven
“vaya entrando en ring”, bien, tal vez 40 ó 50 peleas, pero no 300, como le
sucede a los peleadores castristas, que enjevecen dentro de ese boxeo vicioso y
viciado, tampoco soy amigo de mantenerle a un boxeador “sus logros” como
amateur una vez que se convirtió en profesional, mucho menos si ganó una faja,
al estilo “el doble campeón olímpico y mundial Rigondeaux” considerándole mucha
más importancia a estos dos campeonaticos que al verdadero campeonato grande,
más grande aún porque es por dinero.
Si no lo hacen con Oscar de la Hoya ni con Leonard ni con Alí ni con
Floyd Patterson ni con los Spinks ni… por algo será; claro, esa categorización
irrespetuosa, nace en la falta de conocimientos sobre el boxeo de plumíferos
que no se pueden quitar el polvo castrista de arriba ni porque están en Estados
Unidos, por lo que no se dan cuenta de que aquí todo el mundo sabe más que ellos.
Tal vez forme parte de la decepción a que llegan cuando comienzan a abrir los
ojos y ven las diferencias que le impiden brillar por encima de las otras
nacionalidades a “sus protegidos” de redacción.
De Cuba lo mejor que ha llegado en los últimos tiempos, hasta hoy, es
Casamayor, que ya hizo su historia, después, Gamboa y Rigondeaux tratando de
escribirla y Lara, si se sobrepone a su condición de boxeador temperamental,
con chance de entrar al grupito.
Francamente, no veo a ningún otro peleador del cubil de los
profesionales de estado con posibilidades de brillar aquí, porque el prometedor
Hairon Socarrás llegó siendo un niño y lo van preparando en el gimnasio
profesional, con Jorge Rubio como trainer.
Anoche perdió en Las Vegas Yudel Johnson (12-1, 8 Ko’s), 30 años y un
mundo por aprender para tanta edad, lo doblegó Willie Nelson (18-1, 11 Ko’s)
que tomó la pelea cuando se cayó la anunciada contra el mexicano Freddie
Hernández
Un golpe, uno solo en el cuarto round, puso a Nelson en condición seria,
pero el cubano no supo, no quiso o no pudo rematarlo y el ganador no solo se
levantó, sino que se alejó del perdedor y le ganó por la apatía y el
desconcierto de alguien que nunca pudo entender cómo se
remata a un boxeador lastimado.
Los jueces votaron unánimente por Nelson 95-94 y dos 97-92, oportunidad
que nadie debe protestar, porque fue lo más cerca a perfecto posible de lo que
sucedió en el ring.El combate fue en la division superwelter.
Lo peor, el cliché cansón de Jorge Ebro en El Nuevo Herald que, por el
compromiso nadie sabe con quién, continúa exaltando el nivel olímpico de estos
cubanos “subcampeón en Atenas 2004”, como si esos títulos inútiles sirvieran
para intimidar entre profesionales o para ceñirse una faja aquí.
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