www.cubanet.org –Seis años después de que Che Guevara, dijera desafiante y orgulloso, en 1964, en las Naciones Unidas que en Cuba: “Hemos fusilado, fusilamos y seguiremos fusilando”, su promesa se cumplía y en Cuba se continuaba fusilando.
En 1971 fue fusilado Nelson, un joven escritor que, con los ojos vendados, murió ante una ráfaga de tiros en los fosos de la Fortaleza de la Cabaña, quizás en el mismo sitio donde había caído el poeta Juan Clemente Zenea, en el siglo XIX.
Nelson Rodríguez Leyva
tenía 27 años cuando el gobierno castrista, tras un juicio sumario,
apenas sin abogado defensor, lo condenó a la pena de muerte por haber
intentado escapar del comunismo en una avioneta de fumigación. Han
transcurrido 41 años y todavía queda mucho por saber sobre aquel crimen,
cometido contra un joven que se dio a conocer en la narrativa cubana
siendo menor de edad, con verdadero talento.
En 1964, el mismo año en que el Che Guevara alardeaba en la ONU sobre
los fusilamientos, Ediciones R había publicado su libro de cuentos El
regalo, por recomendación del propio Virgilio Piñera, director entonces
de aquella editorial, y se esperaba su primer libro de poemas.
¿Acaso su peor pecado fue no mencionar a la revolución castrista en
sus cuentos, o no escribir loas a Fidel Castro? El escritor Reinaldo
Arenas fue su amigo. También el actor de teatro Ernesto Candeli. Se
veían con frecuencia en el parque de la Funeraria Rivero, en el Vedado,
donde hablaban sobre política, y Nelson, alegre y lleno de amor por la
vida, confesaba a sus íntimos su deseo de vivir en libertad.
En 2007, hice todo lo posible por investigar sobre su vida. Fue una
suerte haber conseguido su libro El regalo, y enviarlo al exilio. En
Cuba, los miles de ejemplares publicados en 1964 habían desaparecido
tras su muerte.
Supe, eso sí, que su hermano trabajaba como asesor político en
Caracas y que Manuel, su sobrino, nada sabía sobre la historia de su tío
Nelson, porque la familia no lo mencionaba.
Me fue imposible hacer contacto con Jesús Cristo Castro, un profesor
de Secundaria que hizo planes para escapar con Nelson y que, a pesar de
haberse arrepentido a última hora, fue condenado a 30 años de prisión.
Cumplió 15 y marchó al exilio.
Toda la información que no tenemos la conoce el régimen castrista. En
alguna gaveta debe aparecer incluso que Nelson no murió solo en el
paredón de fusilamiento, sino junto a un gran amigo, de piel tan negra
como el carbon y corazón de oro.
También supe que, aunque nunca más lo vieron leyendo sus poemas en el
parquecito de la funeraria, o cantando las melodías de Los Beatles, con
aquel gesto suyo de apartarse de la frente sus hermosos cabellos
claros, ninguno de sus amigos creyó que Nelson había sido asesinado. Así
lo escribió mi colega Luis Cino,
porque alguien que se quedó en la celda de Nelson, aturdido y
angustiado, pudo haber confundido el tiro de gracia que ultimo a Nelson
con el cañonazo de las nueve.
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