[Barbarroja] El cubano que entrenaba criminales
El próximo viernes 11 de mayo, tras el
discurso inaugural de la Oncena Bienal de La Habana, la ciudad esconderá
sus escombros y quedará travestida en una enorme estantería llena de
arte y cursilería. Granma, Trabajadores, y todos los medios de
prensa se harán eco de la vana y vanidosa ostentación que cada año que
pasa magnifica su quehacer. Pero ni un pequeño espacio del periódico Girón,
mencionará el aniversario de la muerte de aquel hombre que nació en
Matanzas, en medio de un huracán, el martes 14 de marzo de 1933 justo
sobre el mostrador de un bar.
Manuel Piñeiro Losada, uno de los “primus inter pares” víctima y creador del equilibrio del terror.
Por sus ideas rebeldes, y con la única intención de alejarlo de la
política, en 1953 su padre (un gerente de Bacardí) lo envió a los
Estados Unidos para estudiar en Columbia University, New York.
Regresó a Cuba hablando inglés, y casado con la bailarina estadounidense
Lorna Burdsall; de quién luego, siguiendo cánones anti monógamos y
obviamente revolucionarios, se divorció y se casó con la escritora
chilena Martha Harnecker.
En 1958 sube a la Sierra Maestra y se integra a lo que alguien llamó El
Principado Guerrillero que dirigía Raúl Castro (el Segundo Frente
Oriental). Allí comenzó a organizar ese grupo tenebroso y poco
honorable, capaz aún hoy de inquietar a todo aquel que se siente
hurgado, el G-2.
No muy alto de estatura, y exagerado de ego, mantuvo hasta el fin de sus
días una espesa barba de color 7.43 de L’Oreal, que le endilgó el
descriptivo alias Barba Roja. Así se le conoció entre las más altas
esferas del espionaje cubano, y entre los diferentes movimientos
guerrilleros, bandoleros e intelectuales que hormigueaban por esa época
en América Latina.
El enigmático Piñeiro fue hasta cierto punto el artífice de que un
estado pequeño y sin recursos como Cuba, llegase a lograr influencia
internacional. Por mucho tiempo coordinó operaciones secretas y
actividades subversivas esencialmente dirigidas a impulsar la lucha
armada en el continente americano e inflamar una campaña incansable
contra los Estados Unidos. Bajo su estricta tutela se entrenaron
criminales en Cuba, entre los que sobresale el venezolano Ilich Ramírez
Sánchez, más conocido como Carlos, el Chacal.
Ramiro (Valdés) y Raúl (Castro), reverenciaban sus actos pero anhelaban
su alcance. Así que con tamañas R en contra, no hay nada más natural que
una muerte natural. Barba Roja se desvaneció, saliendo de una recepción
en la Embajada de México en Cuba. Nadie supo a dónde iba, todos a dónde
llegó. En matemáticas, es propiedad conmutativa, el resultado no varía
cambiando el orden de sus elementos; de nada importa saber si su corazón
se detuvo antes, o después de que su auto perdiera el control y se
estrellara contra un árbol. La autopsia no se autorizó.
Al morir dejó dos hijos; uno de ellos, Manolo, aunque es oficial del
MINIT, posee ciertas opiniones críticas del sistema y, como advertencia
oportuna, un buen blanco de la peligrosa observancia, poco sutil y en
extremo tenaz, del Presidente General.
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