Dr. Eugenio Yáñez/
El
inmovilismo parece estarse convirtiendo en un mal cubano
generalizado, y no solo por parte del régimen totalitario: también
entre cubanos que analizan el tema Cuba en todas partes del mundo se
puede notar cierta tendencia en este sentido.
Y,
lamentablemente, cada vez que termina una de esas discusiones entre
cubanos, de las que se desarrollan varias veces al día en cualquier
parte del mundo, no avanzamos ni un milímetro en la comprensión, el
reconocimiento o la aceptación de los criterios del otro, y muchas
veces no vacilamos en lanzar “respetuosas” diatribas (en el mejor de
los casos) contra quienes piensan diferente.
Y
que quede claro que cuando hablo de “quienes piensan diferente” no
me refiero ni por un instante a la gerontocracia ni a los
funcionarios y los defensores -asalariados o voluntarios- del
régimen, ni mucho menos a sus abusadores agrupados en turbas para
dar golpes y cabillazos, o disfrazados de camilleros de la Cruz
Roja, sino a los que se supone que queremos un futuro de libertad y
un Estado de derecho para nuestro país.
Ya
el Papa regresó al Vaticano hace varios días y desde allá celebró la
Semana Santa para todo el mundo, pero muchos compatriotas le siguen
dando vuelta a la noria de la visita papal a Cuba, lo que fue y lo
que debió ser, o lo que pudo ser y no fue, o lo que no debió ser
pero fue, y se siguen desgastando discutiendo si hay que beatificar,
convertir en “venerable”, excomulgar o crucificar al cardenal Jaime
Ortega, como si fuera lo único importante relacionado con Cuba en
estos momentos.
Mientras tanto, parecen ni acordarse o darse cuenta de que se va a
cumplir un año de la realización del Sexto Congreso del Partido
Comunista y el establecimientos de los tan traídos y llevados
“Lineamientos Económicos y Sociales”, y que en esta semana que
comienza se desarrolla un complejo proceso de relaciones
internacionales que tienen que ver con nuestra patria y su
dictadura.
Vietnam
En
primer lugar, este domingo llegaba a La Habana el secretario general
del Partido Comunista de Vietnam, para una visita “oficial y
amistosa” de cinco días. Aunque el régimen jure y perjure que busca
un camino propio (¿quién sabe hacia dónde?) en su “actualización del
socialismo”, y que aprende de todos pero busca la originalidad
autóctona, y aunque se habla mucho por muchas personas de simpatías
dentro del poder hacia “el modelo chino”, la “vía” vietnamita es lo
que verdaderamente inspira a la gerontocracia y a los tecnócratas
que tratan de definir los mecanismos para evitar el hundimiento del
Titanic tropical.
No
olvidemos que Vietnam cautivó el imaginario de los militares cubanos
durante las décadas de los sesenta y los setenta del siglo pasado.
Cuando todos los intentos guerrilleros “antiimperialistas” que
fomentaron y en los que participaban fracasaban en el intento de
“crear dos, tres, muchos Vietnam”, esa nación de la península
indochina batía y vencía a Estados Unidos en una guerra prolongada y
a un costo humano y material espantoso, (con la inestimable ayuda de
grupos ultra-liberales norteamericanos librando su propia batalla
contra la guerra en las calles de Estados Unidos), y posteriormente
rechazaron en pocos días una invasión china. Así, los vietnamitas se
convirtieron en el modelo de actuación a admirar por los todavía
comandantes cubanos (los grados de general comenzarían a finales de
1976).
No
es casual, en términos de doctrina militar, que en 1975 y durante
más de una década, se pasara de la fracasada doctrina fidelista del
“foco guerrillero” a la de la guerra de posiciones con cuerpos
expedicionarios en África, primero en Angola y después en Etiopía,
donde correspondía a la Unión Soviética colocar el armamento y todos
los medios militares necesarios, mientras desde Cuba se enviaban los
jefes de tropas, la oficialidad y los soldados.
Fidel Castro y los militares cubanos recreaban en África “el
espíritu de Vietnam” frente a enemigos con menos desarrollo militar,
tecnológico y económico que Estados Unidos, como Sudáfrica y
Somalia, pero, comoquiera que sea, lograron lo que no pudieron
lograr en la historia moderna potencias europeas como Inglaterra,
Francia o Portugal: ganar dos guerras en África que se desarrollaron
simultáneamente.
Y
que nadie se confunda: en el plano estrictamente militar, ambas
guerras las ganaron los cubanos, aunque el desarrollo posterior de
los acontecimientos permita preguntarse, con más razón todavía que
entonces, por qué debía una pequeña y lejana isla de Caribe sufrir
miles de bajas al involucrarse en aquellos conflictos en el
continente africano. Pero ese es otro problema, que tiene que ver
con el desmesurado ego y el delirio de grandeza de Fidel Castro.
Eso
sucedió hace ya más de treinta y cinco años. Entonces esos militares
estaban en su plena madurez, pero muchos de los cubanos de hoy o no
habían nacido o eran demasiado jóvenes cuando esa historia se
materializó, y la propaganda controlada cuenta solamente lo que le
interesa al poder, y suprime convenientemente lo que no le interesa.
En aquellos tiempos, el hoy secretario general del partido comunista
vietnamita, que en estos días cumplirá 68 años, ni siquiera ocupaba
un cargo relevante en el comité central del único partido existente
en la nación indochina.
Pero
aquellos comandantes y capitanes cubanos hoy son generales y
coroneles, ministros y gerentes, y entonces, no olvidemos,
escuchaban a los hermanos Castro, Fidel y Raúl, alabar a los
vietnamitas (“por Vietnam estamos dispuestos a dar hasta nuestra
propia sangre”), mientras que con relación a los hoy tan “amigos
chinos” se referían entonces como “los mandarines de Pekín” y
se burlaban de Mao, el “gran timonel”. Y se comentaba en los estados
mayores cubanos que mientras los vietnamitas no claudicaban ante la
guerra y las presiones norteamericanas, los chinos “se aflojaban”.
Quien dude lo que aquí se señala, que busque en las revistas “Verde
Olivo” y los periódicos “Granma” de esas fechas.
Esas
victorias de los militares cubanos en África durante más de una
década a partir de 1975, muy bien condimentadas por la maquinaria
propagandística del régimen y los mecanismos de “educación política”
de las fuerzas armadas, reforzaron la admiración emocional y
sicológica de los militares cubanos por los vietnamitas y su
espíritu guerrero. Y fue natural que posteriormente se hayan
impresionado también con los sorprendentes avances económicos de
Vietnam con su proceso de reformas conocido como “Doi Moi”
(renovación, palabra cercana a “actualización”). Su desarrollo ha
llegado al extremo de que los asiáticos, que aprendieron a cultivar
café con los cubanos, sean ahora grandes productores que venden ese
grano a la Isla, mientras que en Cuba la cosecha de café, como la de
azúcar y tantas otras cosas, continúa “cuesta abajo en su rodada”,
como dice el tango.
¿Tiene algo de extraño entonces que cuando esos generales, que ahora
desde el poder tienen un control absoluto de la economía y necesitan
enderezar el país de alguna manera para evitar el caos total y el
estallido social en el país, al mirar a su alrededor para buscar
experiencias que demuestren resultados concretos, se inclinen más
hacia Vietnam que a cualquier otro país?
Raúl
Castro no podrá declararlo directamente, o tal vez no le convendría
hacerlo, y lo que pueda decir el señor Marino Murillo en este
sentido es de relativa importancia, pues al baile de los militares
no pueden entrar los civiles. En realidad, desde el punto de vista
de predisposición emocional, todos esos hoy veteranos militares
cubanos soñaron o sueñan con parecerse al general Vo Nguyen Giap,
que lo mismo dirigía una “ofensiva del Tet” que una columna blindada
por la “ruta Ho Chi Minh” o un ataque de morteros contra la base de
Da Nang, y daba su visto bueno a un proceso de renovación que
garantizaría, sin perder el poder, mejoras en las condiciones de
vida de la población y crecimiento económico del país.
Y a
todos los menores de cincuenta años (qué son un importante
porcentaje de la población que reside en Cuba en estos momentos) que
habrán leído en el párrafo anterior nombres que no entienden o no
conocen su significado, no les será demasiado sencillo entender esta
predisposición de los generales de la gerontocracia hacia los
vietnamitas, pero es así: para la cúpula neocastrista, de los
chinos, bienvenido el arroz frito, los autos Geely y sus enormes
recursos financieros y su comercio, pero si de “modelos” y
“actualizaciones” se trata, les interesan más los vietnamitas.
Eso
explica que el secretario general del Partido Comunista de Vietnam
realice en estos momentos una visita de ¡cinco días! a Cuba, que
sumando viaje de ida y vuelta requiere casi una semana completa
fuera de su país y de sus tareas.
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