lunes, abril 09, 2012

Un año después del Congreso del Partido Comunista

Dr. Eugenio Yáñez/
El inmovilismo parece estarse convirtiendo en un mal cubano generalizado, y no solo por parte del régimen totalitario: también entre cubanos que analizan el tema Cuba en todas partes del mundo se puede notar cierta tendencia en este sentido.

Y, lamentablemente, cada vez que termina una de esas discusiones entre cubanos, de las que se desarrollan varias veces al día en cualquier parte del mundo, no avanzamos ni un milímetro en la comprensión, el reconocimiento o la aceptación de los criterios del otro, y muchas veces no vacilamos en lanzar “respetuosas” diatribas (en el mejor de los casos) contra quienes piensan diferente.

Y que quede claro que cuando hablo de “quienes piensan diferente” no me refiero ni por un instante a la gerontocracia ni a los funcionarios y los defensores -asalariados o voluntarios- del régimen, ni mucho menos a sus abusadores agrupados en turbas para dar golpes y cabillazos, o disfrazados de camilleros de la Cruz Roja, sino a los que se supone que queremos un futuro de libertad y un Estado de derecho para nuestro país.

Ya el Papa regresó al Vaticano hace varios días y desde allá celebró la Semana Santa para todo el mundo, pero muchos compatriotas le siguen dando vuelta a la noria de la visita papal a Cuba, lo que fue y lo que debió ser, o lo que pudo ser y no fue, o lo que no debió ser pero fue, y se siguen desgastando discutiendo si hay que beatificar, convertir en “venerable”, excomulgar o crucificar al cardenal Jaime Ortega, como si fuera lo único importante relacionado con Cuba en estos momentos.

Mientras tanto, parecen ni acordarse o darse cuenta de que se va a cumplir un año de la realización del Sexto Congreso del Partido Comunista y el establecimientos de los tan traídos y llevados “Lineamientos Económicos y Sociales”, y que en esta semana que comienza se desarrolla un complejo proceso de relaciones internacionales que tienen que ver con nuestra patria y su dictadura.

Vietnam

En primer lugar, este domingo llegaba a La Habana el secretario general del Partido Comunista de Vietnam, para una visita “oficial y amistosa” de cinco días. Aunque el régimen jure y perjure que busca un camino propio (¿quién sabe hacia dónde?) en su “actualización del socialismo”, y que aprende de todos pero busca la originalidad autóctona, y aunque se habla mucho por muchas personas de simpatías dentro del poder hacia “el modelo chino”, la “vía” vietnamita es lo que verdaderamente inspira a la gerontocracia y a los tecnócratas que tratan de definir los mecanismos para evitar el hundimiento del Titanic tropical.

No olvidemos que Vietnam cautivó el imaginario de los militares cubanos durante las décadas de los sesenta y los setenta del siglo pasado. Cuando todos los intentos guerrilleros “antiimperialistas” que fomentaron y en los que participaban fracasaban en el intento de “crear dos, tres, muchos Vietnam”, esa nación de la península indochina batía y vencía a Estados Unidos en una guerra prolongada y a un costo humano y material espantoso, (con la inestimable ayuda de grupos ultra-liberales norteamericanos librando su propia batalla contra la guerra en las calles de Estados Unidos), y posteriormente rechazaron en pocos días una invasión china. Así, los vietnamitas se convirtieron en el modelo de actuación a admirar por los todavía comandantes cubanos (los grados de general comenzarían a finales de 1976).

No es casual, en términos de doctrina militar, que en 1975 y durante más de una década, se pasara de la fracasada doctrina fidelista del “foco guerrillero” a la de la guerra de posiciones con cuerpos expedicionarios en África, primero en Angola y después en Etiopía, donde correspondía a la Unión Soviética colocar el armamento y todos los medios militares necesarios, mientras desde Cuba se enviaban los jefes de tropas, la oficialidad y los soldados.

Fidel Castro y los militares cubanos recreaban en África “el espíritu de Vietnam” frente a enemigos con menos desarrollo militar, tecnológico y económico que Estados Unidos, como Sudáfrica y Somalia, pero, comoquiera que sea, lograron lo que no pudieron lograr en la historia moderna potencias europeas como Inglaterra, Francia o Portugal: ganar dos guerras en África que se desarrollaron simultáneamente.

Y que nadie se confunda: en el plano estrictamente militar, ambas guerras las ganaron los cubanos, aunque el desarrollo posterior de los acontecimientos permita preguntarse, con más razón todavía que entonces, por qué debía una pequeña y lejana isla de Caribe sufrir miles de bajas al involucrarse en aquellos conflictos en el continente africano. Pero ese es otro problema, que tiene que ver con el desmesurado ego y el delirio de grandeza de Fidel Castro.

Eso sucedió hace ya más de treinta y cinco años. Entonces esos militares estaban en su plena madurez, pero muchos de los cubanos de hoy o no habían nacido o eran demasiado jóvenes cuando esa historia se materializó, y la propaganda controlada cuenta solamente lo que le interesa al poder, y suprime convenientemente lo que no le interesa. En aquellos tiempos, el hoy secretario general del partido comunista vietnamita, que en estos días cumplirá 68 años, ni siquiera ocupaba un cargo relevante en el comité central del único partido existente en la nación indochina.

Pero aquellos comandantes y capitanes cubanos hoy son generales y coroneles, ministros y gerentes, y entonces, no olvidemos, escuchaban a los hermanos Castro, Fidel y Raúl, alabar a los vietnamitas (“por Vietnam estamos dispuestos a dar hasta nuestra propia sangre”), mientras que con relación a los hoy tan “amigos chinos” se referían entonces como “los mandarines de Pekín” y se burlaban de Mao, el “gran timonel”. Y se comentaba en los estados mayores cubanos que mientras los vietnamitas no claudicaban ante la guerra y las presiones norteamericanas, los chinos “se aflojaban”. Quien dude lo que aquí se señala, que busque en las revistas “Verde Olivo” y los periódicos “Granma” de esas fechas.

Esas victorias de los militares cubanos en África durante más de una década a partir de 1975, muy bien condimentadas por la maquinaria propagandística del régimen y los mecanismos de “educación política” de las fuerzas armadas, reforzaron la admiración emocional y sicológica de los militares cubanos por los vietnamitas y su espíritu guerrero. Y fue natural que posteriormente se hayan impresionado también con los sorprendentes avances económicos de Vietnam con su proceso de reformas conocido como “Doi Moi” (renovación, palabra cercana a “actualización”). Su desarrollo ha llegado al extremo de que los asiáticos, que aprendieron a cultivar café con los cubanos, sean ahora grandes productores que venden ese grano a la Isla, mientras que en Cuba la cosecha de café, como la de azúcar y tantas otras cosas, continúa “cuesta abajo en su rodada”, como dice el tango.

¿Tiene algo de extraño entonces que cuando esos generales, que ahora desde el poder tienen un control absoluto de la economía y necesitan enderezar el país de alguna manera para evitar el caos total y el estallido social en el país, al mirar a su alrededor para buscar experiencias que demuestren resultados concretos, se inclinen más hacia Vietnam que a cualquier otro país?

Raúl Castro no podrá declararlo directamente, o tal vez no le convendría hacerlo, y lo que pueda decir el señor Marino Murillo en este sentido es de relativa importancia, pues al baile de los militares no pueden entrar los civiles. En realidad, desde el punto de vista de predisposición emocional, todos esos hoy veteranos militares cubanos soñaron o sueñan con parecerse al general Vo Nguyen Giap, que lo mismo dirigía una “ofensiva del Tet” que una columna blindada por la “ruta Ho Chi Minh” o un ataque de morteros contra la base de Da Nang, y daba su visto bueno a un proceso de renovación que garantizaría, sin perder el poder, mejoras en las condiciones de vida de la población y crecimiento económico del país.

Y a todos los menores de cincuenta años (qué son un importante porcentaje de la población que reside en Cuba en estos momentos) que habrán leído en el párrafo anterior nombres que no entienden o no conocen su significado, no les será demasiado sencillo entender esta predisposición de los generales de la gerontocracia hacia los vietnamitas, pero es así: para la cúpula neocastrista, de los chinos, bienvenido el arroz frito, los autos Geely y sus enormes recursos financieros y su comercio, pero si de “modelos” y “actualizaciones” se trata, les interesan más los vietnamitas.

Eso explica que el secretario general del Partido Comunista de Vietnam realice en estos momentos una visita de ¡cinco días! a Cuba, que sumando viaje de ida y vuelta requiere casi una semana completa fuera de su país y de sus tareas. 

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