martes, abril 03, 2012

Quiero que Fidel rinda cuentas

http://martinguevara.over-blog.es/ Martín Guevara
Petar salió por la puerta delantera de la tienda con una bolsa en cada mano. Chucho lo esperaba en la acera de enfrente y comenzaron a caminar en la misma dirección con la avenida mediante. El búlgaro cruzó la calle y pasó frente al Museo Napoleónico y en la Facultad de Filosofía Chucho lo estaba esperando bajo la sombra de un framboyán, le preguntó si había podido comprar todo, Petar asintió y le dio las bolsas, Chucho miró hacia los lados y luego metió la mano en el bolsillo. Antes de que la extrajese salieron de detrás de los arbustos dos hombres vestidos de civil que se abalanzaron de inmediato sobre él y lo redujeron, mientras que al búlgaro le pidieron con modales más atenuados que permaneciese en el mismo sitio.

Súbitamente llegaron dos hombres más, uniformados de policías y, después de intercambiar algunas directrices, procedieron a llevarse a los dos muchachos y a las dos bolsas de compras a la comisaría de Zapata y C.

A las dos horas salió por la escalera de la puerta principal, hacia la calle, el ciudadano búlgaro que vivía en La Habana porque el padre estaba destinado como técnico extranjero en la isla. Chucho no salió.

Al menos no a la calle. A los seis días fue expelido rumbo a la prisión del combinado del Este, donde esperó juicio durante seis meses por posesión ilegal de divisas. Al final pasó cuatro años preso, se le sumó a la posesión de divisas, el comercio ilegal de ropa.

Cuando llevaba dos años de escarnios, soportando una vida que no estaba hecha para su delicadeza, regida por verdaderos delincuentes que no dudaban en clavar todos y cada uno de sus objetos puntiagudos en lo que se terciase, el gobierno del Partido anunció que entraba en vigor la nueva ley que despenalizaba la posesión de divisas para los cubanos. E incluso se les permitiría entrar a comprar en las tiendas para turistas , las que de hecho vivían de las compras ilegales ya que los turistas solían arribar a Cuba con su cupo de blue jeans cubiertos, eran poco frecuentes los que visitaban la isla para retornar a sus países con suvenires como ventiladores, tocadiscos, camisetas de brillo o chancletas color fucsia refulgente en cantidades generosas.

A Chucho ni le avisaron los guardias mientras lavaba los calzoncillos de uno de los guapos de la galera en que estaba, ni cuando acudió esa tarde a la enfermería a curar el agujero que le habían ocasionado en su nalga derecha con una chaveta por no dejarse abusar los primeros días por un grupo de violadores.

Se enteró por los rumores.

Entonces esperó feliz a su abogado con el cual tenía visita en breve, para preguntarle cuando saldría de aquel agujero al que había entrado sólo por querer vender unos camisetas y unos vaqueros  entre los vecinos para ganarse unos pesos y de paso mantener contento al vecindario, pero casi le da el mismo  soponcio que le dio el caluroso día en que el Juez dictó la sentencia de cuatro años de prisión, el abogado le dijo que la ley no era con carácter retroactivo, le comunicó que debía cumplir los años que le quedaban. 

Esa noche Chucho se hizo un tajo en su muñeca perpendicular en sentido de las venas, lo que le impidió morir, a partir de entonces debería ir a curarse otro agujero más a la enfermería, pero la oquedad que le infligieron en su vida no había enfermero, médico ni brujo que lograse alivianarlo.

Al ver como se desdice de la teoría de la evolución, del comunismo científico, del ostracismo a los religiosos practicantes y a los que no fuesen estrictamente marxistas, el mismo dictador que sostenía aquella ley caprichosa por la cual fueron presos muchos cubanos que querían lucir un pantalón diferente de la estética soviética o china, el que de la noche a la mañana cambió su propia ley, despenalizando y beatificando los dólares para sus amigos dirigentes, no sólo sin indemnizar a los damnificados como Chucho sino sin liberarlos con indultos o amnistías y ni siquiera hacer un mea culpa admitiendo la extrema crueldad de aquella disposición caprichosa, además de ocasionarme arcadas por lo inasimilable e inasumible de su actitud en materia de vergüenza y decoro, reclamo que ese ser dé cuentas públicamente, ya no sólo por el dolor causado sino por la evidencia de que estos caprichos eran producto de una falta total de escrúpulos para mantenerse en el poder, prueba de que en dicha crueldad no concurría ni siquiera la convicción del malvado en el mal, sino la del oportunista en la ocasión.

Al no ser feligrés, desconozco que pretende la Iglesia Católica poseedora de un hegemónico poder milenario al simpatizar con un régimen que ostenta un poder sensiblemente menor y  en decadencia, pero que paradójicamente aún despierta simpatías entre los desposeídos por una suerte de perverso proselitismo.

Pero pienso que de una vez y por todas debemos manifestarnos sin ambages, sin dobleces, sin discursos por duplicado, sin medias tintas, y decir que una dictadura es una aberración aunque se disfrace de angelical, de solidaria, de paternalista.

No se la defiende, no se la apaña, no se la justifica, sólo cabe condenarla o ser su cómplice.

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