martes, abril 10, 2012

El Sucesor por Gabriel Reyes


La escena del Jueves Santo sirvió de marco para despertar la necesidad de escribir sobre el tema. Es prácticamente imposible asumir el análisis político de la Venezuela actual sin interpretar la oración, que entre sollozos, le eleva a Dios, para que no se lo lleve todavía. De todo lo dicho, es esa palabra la que aturde: “todavía”. ¿Es que ya se lo están llevando? ¿Es que el final es inminente? ¿Es que la necesidad de aferrarse a la vida lo lleva a exteriorizar el justificado temor por un final precoz? Si esto es así, ¿qué sucederá en Venezuela?, o planteado de otra forma, ¿quién es “el sucesor”?
En cualquier otra circunstancia de nuestra historia republicana, la sucesión no debió ser problema. La Constitución Nacional maneja mecanismos expeditos que garantizan que sin mayores traumas se realicen los reemplazos pertinentes, siempre con la legitimidad de origen del Soberano, y por la vía democrática. Pero en la Venezuela actual se hace un poco complicado asumir como un hecho que todo se hará “por el librito”.
El Oficialismo no tiene un sucesor legítimo. Tiene un sucesor de poder, tal vez por ser el único que se supo mantener, entre subidas y bajadas, al lado del líder. En el momento que le tocó medirse entre los suyos no fue favorecido por el voto evidenciando el rechazo de quienes lo etiquetan como miembro de algo complejo de explicar que llaman “la derecha endógena”, argumentos que tal vez son reforzados por hechos como por ejemplo que nunca haya visitado Cuba, al menos en misión oficial, o no contar con una foto con el Padre del Padre, algo así como el abuelo de la Revolución. Si tiene dinero o no, la oposición lo ha acusado, pero no hay pruebas aparentemente contundentes que lo condenen, ni siquiera hay juicios abiertos, solo eso, un estado de sospecha, algo que aún siendo infundado, despierta suspicacia entre tirios y troyanos. Posee innegables relaciones militares porque proviene de ese mundo, donde fue el líder innegable de su promoción. Pero, ¿son tan fuertes esos lazos castrenses como para contar con el apoyo ciego que evite el cumplimiento del mandato constitucional? Tiene poder político, como cabeza de uno de los poderes públicos y como mentor de un grupo importante de diputados oficialistas, de ministros, directores y otros funcionarios subalternos. Pero, ¿son tan fuertes estos lazos como para permitir que la Constitución Nacional sea ignorada?
El Gobierno tiene un sucesor legal. El Vicepresidente, en el cumplimiento de sus funciones, debería asumir la ausencia del presidente y esperar al proceso electoral, que en este momento ya está convocado por lo que, en cumplimiento al artículo 233 de la CNBV, sería presidente hasta el 7O, y luego asumiría quien resultara vencedor del proceso electoral. El problema es que no hay candidato suplente en las filas rojas. Faltando seis meses para la fecha, ¿quién sería el candidato? ¿Quién lo nombraría? ¿Tendrá tiempo para ganar unas elecciones prácticamente sobrevenidas? ¿Tiene chance cualquier otro candidato para mantener la conexión emotiva que generó el Presidente en los últimos 14 años? ¿El CNE modificaría el cronograma en función de permitir que el candidato oficialista “recupere” el tiempo perdido? ¿Eñ eventual candidato sobrevenido aceptaría su derrota el 7O?
El Presidente tendría un sucesor consanguíneo. Para nadie es un secreto que su hermano mayor, ductor histórico de su formación política, arquitecto de sus comienzos en la política y gestor de muchas relaciones entre elementos del gobierno también considera que tiene méritos de sobra (¿el apellido?) para suceder a su hermano, aunque no cuenta con el apoyo de ningún sector específico del oficialismo, ni goza de simpatía alguna del otro lado del río. Imaginarse al hermano como sucesor es algo que hoy suena contra natura, aún si consideramos que no puede ser nombrado a última hora vicepresidente para ejercer durante ese breve lapso.
Cuba tendría un sucesor. El Canciller parece ser la persona más cercana a los jerarcas de la “Patria Grande” del presidente, y cuenta con la confianza para ejercer la posición. Era para muchos el natural, pero algo sucedió, dicen que intrigas palaciegas, pero fue condenado a un incierto futuro como candidato de un estado en manos de la oposición, responsabilidad de la que nadie habla y tierra que sigue siendo ajena para quien no pierde las esperanzas de conducir los destinos del país, como ha conducido otros entornos.
Luego hay una lista de outsiders, desde el “exitoso” gerente petrolero, el senil periodista, hasta quien parece se “fumó una lumpia” aspirando ocupar un sitio que no le pertenece. Pero, sin ninguna duda, en caso de que el Presidente deba retirarse, el sucesor será presidente solo por poco tiempo. La salida a esta encrucijada es pacífica, electoral y democrática y será el próximo 7 de Octubre la fecha en la cual la voluntad popular decidirá nuestro futuro. Cualquier otra aventura, será solo eso, una aventura, que podrá pasar de gracia a morisqueta, representando un costo social que no puede, por ninguna razón, ser permitida por los venezolanos de buena voluntad, que gracias a Dios, somos la mayoría…
¡ Amanecerá y veremos!

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