lunes, marzo 12, 2012

El ALBA y Cartagena: bravuconadas en tiempos de crisis

Eugenio Yáñez
Una política se puede definirse como exitosa si con ella se logran los objetivos que se pretenden. Y es lo que está sucediendo en estos momentos con la política exterior del neocastrismo alrededor de la Cumbre de Cartagena. Cuando se le pregunta al régimen si le interesaría participar, responde que sí; pero cuando se le ha invitado a participar en el organismo que se encarga de organizar tales Cumbres, la OEA, responde groseramente que no le interesa.

Entonces, ¿le interesa o no le interesa participar? Para responder en mexicano-cantinfleo: ni una cosa ni la otra, sino todo lo contrario. Lo que realmente le interesa a La Habana, con el apoyo de sus aliados “socialistas del siglo XXI”, es crearle dificultades a Estados Unidos, sabotear la Cumbre y, de ser posible, que no se celebre más ninguna de ellas.

El Presidente colombiano Juan Manuel Santos dijo que la polémica por el tema de invitar o no invitar al gobierno dictatorial de Cuba a la Cumbre de Las Américas en Cartagena, que se realizará el 14 y 15 del próximo mes de abril, con eventos preparatorios desde el día 9 de ese mismo mes, era una liebre que saltó en el camino. Hubiera sido útil que pensara que era una liebre envenenada, y que de ninguna manera podría ganarle una carrera a las tortugas “antiimperialistas”, porque siempre debería contender en una competencia amañada de antemano.

Los malos ratos que están pasando ahora los anfitriones colombianos para organizar el cónclave se los comenzaron a buscar desde meses antes no solamente ellos, sino todos los gobiernos latinoamericanos y caribeños, cuando se prestaron, bajo el disfraz de un nacionalismo arcaico y fuera de lugar, a crear una institución continental, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC), excluyendo a Estados Unidos y Canadá.

Con ese paso demostraron que las interesaba más “la raza” (y no en el sentido racial precisamente) que la democracia, admitiendo graciosamente al régimen de La Habana en CELAC, a pesar de su incompatibilidad ideológica con los principios democráticos, mientras excluían del cónclave a las dos más sólidas, extensas, continuas y consistentes democracias del continente. Esas lluvias, entonces, tienen que ver con los actuales lodazales, y con los que vendrán.

Lo que surgió posteriormente en la cumbre del ALBA en Caracas del mes de febrero, con la exigencia de Rafael Correa de que si no se invitaba a Cuba a Cartagena los países miembros de la “Alianza Bolivariana” no deberían participar, no fue una pataleta impensada del aspirante a caudillo ecuatoriano, sino parte importante de una estrategia encaminada a hacer volar en pedazos las Cumbres de Las Américas, intentando un nuevo golpe “antiimperialista”.

Sobre este oscuro designio, la Agencia Venezolana de Noticias cita a quien define como analista político y director de la revista Siglo XXI, Luis Bilbao:

Estoy convencido que este episodio promovido por el presidente Correa empieza a ponerle lápida a la Cumbre de las Américas. En el marco general de una recomposición geopolítica de todo el mundo, el debilitamiento extremo y la pronta extinción de estas cumbres va a dar paso a lo nuevo que está apareciendo. No es casual que sea en el marco del Alba que aparece esta situación”.

No se olvide que ya en la Cumbre del 2005 en Argentina, bajo al liderazgo de Hugo Chávez y el hoy fallecido Néstor Kirchner, se cerraron todas las perspectivas de la Asociación de Libre Comercio de América (ALCA) y se privilegió el ALBA, mecanismo “antiimperialista” absurdo e ineficiente, que se mantiene gracias a los petrodólares que Chávez quita inconsultamente a la nación venezolana para repartir “ayudas” con marcado interés político, comenzando por los escandalosos subsidios al régimen de los Castro en Cuba.

En la cumbre siguiente, en el 2009 en Trinidad-Tobago, los “duros” del antiimperialismo no podían apretar demasiado de inicio, pues el presidente Barack Obama llevaba poco tiempo en el cargo, y haberse lanzado contra él, sin pretextos suficientes, no convenía a la agenda de los “bolivarianos”. Eran tiempos en que el impacto mundial del primer negro norteamericano en la Casa Blanca aconsejaba que incluso Fidel Castro le diera “una oportunidad” al nuevo presidente de Estados Unidos.

Por eso Hugo Chávez, un poco a nombre de esos supuestos herederos del Libertador, y muy probablemente de manera inconsulta con sus compinches, obsequió al presidente de Estados Unidos con un ejemplar del libro “Las venas abiertas de América Latina”, publicado en 1971 por el uruguayo Eduardo Galeano, escritor al que no le falta oficio, pero que le sobra fantasía y bobería para explicar por que están abiertas esas venas que menciona. Refiriéndose a ese libro y Casa de Las Américas, el propio Galeano señaló:

Recuerdo como escribí Las venas abiertas... para llegar a tiempo al concurso literario. Tanto esfuerzo y perdí en el certamen”.

Entiéndase bien: intrínsecamente no hay nada malo en el gesto de regalar un libro al presidente Obama. Lo vergonzoso es que el presidente venezolano, y muchos de sus colegas continentales, regalando tal libro, se creen campeones de la ironía y las sutilezas, pretendiendo sonrojar con su acción al mandatario norteamericano.

El regalo del libro al presidente norteamericano, naturalmente, no sirvió para nada de lo que pretendía el presidente Chávez, pero permitió al escritor aumentar sus ventas exponencialmente en el sitio digital “Amazon”.

Lo que fascina a las ilustres señorías latinoamericanas y caribeñas, y embelesa a la “intelectualidad” política del siglo XXI, encabezada por los Castro, Chávez, Correa, Evo Morales y Daniel Ortega, son frases como las siguientes en el mencionado libro:

“Es América Latina la región de las venas abiertas. Desde el descubrimiento hasta nuestros días, todo se ha transmutado siempre en capital europeo o, más tarde, norteamericano, y como tal se ha acumulado y se acumula en los lejanos centros de poder”.

Tales líderes mediocres, estadistas de tercera categoría, y sus obcecados seguidores, creen verdaderamente que las culpas de todas las miserias, dificultades, frustraciones y atrasos de América Latina y el Caribe son, históricamente, primero de “los conquistadores” y después de “el imperio”. Algunos, como los hermanos Castro, Hugo Chávez, Evo Morales y Daniel Ortega, lo declaran abiertamente, ante la complicidad silenciosa de otros que no se atreven a decirlo públicamente, pero que internamente admiran a los “duros” cuando lo dicen. Continuar leyendo en   Cubanalisis >>

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