VIRGEN MAMBISA: ¡QUE SEAMOS HERMANOS!
Muy pronto arribará a
nuestra patria el Santo Padre Benedicto XVI. El Papa nos visita en el contexto
del Año Jubilar, proclamado por los obispos cubanos para celebrar los cuatro
siglos del hallazgo, en aguas de la bahía de Nipe, de la imagen bendita de la
Virgen de la Caridad del Cobre, Reina y Patrona de Cuba. Es por ello que el
Santo Padre vendrá a nuestra patria como Peregrino de la Caridad.
Las celebraciones por
los 400 años de esta presencia de María de la Caridad constituyen un hecho
trascendente para Iglesia en la Isla y para la inmensa mayoría del pueblo
cubano. La Virgen de la Caridad del Cobre es un referente espiritual para
nuestra sociedad, y bajo su manto han encontrado cobijo muchos, más allá de
fronteras geográficas y políticas. Ella, Madre de Jesucristo Nuestro Señor, nos
invita a vivir una espiritualidad, a dignificarnos, a reconciliarnos con quienes
somos, con los otros y a entregarnos por el bien de todos. Fue posible constatar
esta capacidad de convocatoria en las multitudes que, con libertad,
espontaneidad y muchísimo entusiasmo, acompañaron su imagen en el recorrido que
acaba de realizar por pueblos, barrios, campos y ciudades de nuestro país. Sin
embargo, aún queda mucho por hacer para que aquellos que veneran a la Madre de
todos los cubanos se encuentren con Jesucristo, crezcan en su espiritualidad y
en su dignidad, intenten reconciliarse con quienes han estado enfrentados y se
entreguen al quehacer de procurar el bienestar de todos, sin
excepciones.
A confirmar a nuestra
Iglesia en esta misión, que es propia de su naturaleza institucional, viene el
Santo Padre Benedicto XVI a Cuba. Él nos ratificará en ese rumbo y mostrará su
apoyo personal, así como el de la Santa Sede y el de toda la Iglesia que
peregrina en el mundo. También nos ayudará a perfilar nuestro sendero de
renovación nacional y a procurar abrir nuevas puertas para conseguir su
consecución. Sin embargo, es bueno precisar que el resultado final dependerá de
la capacidad que tengamos todos los cubanos de crecernos a la altura de este
gran desafío.
Para ello será
imprescindible enrumbarnos hacia la construcción de una sociedad cada vez más
justa, más equilibrada y más prospera, en los ámbitos de la familia, de la
comunidad, del centro laboral y de todo el tejido social. Todo esto, en nuestra
realidad, implica un quehacer político de todas las partes del espectro
nacional, marcado por una intensa altura de espíritu. Pues serán difíciles de
alcanzar la debida armonía social y el necesario desarrollo económico, sin un
nuevo consenso político de toda nuestra diversidad. Para lograrlo, como hemos
repetido en otras ocasiones, hace falta tomar el camino patriótico del
encuentro, del diálogo y de la re-conciliación entre todos los cubanos.
Tal meta en el momento presente puede
parecer un umbral inalcanzable. Los actores mejor instalados en los mecanismos
políticos –tanto en la oficialidad como en la oposición interna y en los grupos
de nuestra diáspora que más sobresalen- muchas veces dan la impresión de no
aceptar esta metodología. Para corroborar esa preocupación
bastaría con analizar la recién concluida Primera Conferencia Nacional del
Partido Comunista de Cuba (PCC). En tal evento dicha organización partidista
aprobó cambios importantes, pero no alcanzó a dar el salto necesario y
suficiente para enrumbar a la nación por el camino del cambio que anteriormente
sus propios dirigentes habían anunciado.
Los resultados de la
Conferencia del PCC han provocado frustración en amplios sectores nacionales.
Son muchísimos los que consideran que la actual disposición de cambios por parte
de las autoridades no conducirá a la salida de la crisis que vive el país.
Otros, un poco más entusiastas, consideran que podrían diseñarse nuevas
transformaciones, de cierta importancia, como la pasada modificación de la Ley
de la Vivienda , pero que el gobierno no está a la altura del gran cambio que
reclama la nación. Pueden existir personas con el criterio de que a pesar de la
pequeña trascendencia de este importante evento del partido único, que
legalmente dirige y controla a la sociedad y al Estado, las autoridades
lograrán, poco a poco, el cambio necesario. Sin embargo, es nuestro deber cívico
decirlo con franqueza, hemos encontrado poquísimos compatriotas que opinen de
esta manera, y que hayan logrado fortalecer la esperanza con este evento
partidista.
Ante esa realidad,
los católicos no podemos dejar de sentirnos interpelados, pues los desafíos que
nos imponen el presente y el futuro de nuestro país son realmente muy grandes.
La Iglesia , que es Madre y Maestra de misericordia, tiene la obligación de
asumirlos, pues debe promover la armonía y el progreso de nuestra nación. Pero
además, porque ante la falta de suficientes actores e instituciones capaces de
iluminar y apoyar a toda la pluralidad de la nación, muchos esperan grandes
cosas de la Iglesia , y le piden ayudar a los cubanos para que puedan aceptarse
unos a otros y entenderse en aras de buscar juntos el bien de la patria, de
todos y con todos. También le piden, incluso muchas personas sin una fe
religiosa, que promueva intensamente la espiritualidad de todo el pueblo cubano,
no sólo de los fieles que asisten a los templos, para de esta manera procurar el
ascenso continuo hacia una sociedad auténticamente libre, justa y fraterna.
Cuba es un país
plural, donde la mayoría de sus ciudadanos, al margen de las diferencias
políticas, económicas, sociales y religiosas, abogan por una patria
independiente, democrática, desarrollada, con justicia social y sin
interferencias externas en nuestros asuntos soberanos. En tanto no se despliegue
un quehacer político efectivo que busque construir consensos entre cubanos con
posturas diversas, no lograremos el ascenso y el equilibrio que reclama, con
urgencia, nuestro presente.
Hacemos votos,
además, para que los diferentes actores internacionales, particularmente el
gobierno de Estados Unidos y las hermanas repúblicas del hemisferio, contribuyan
a los procesos de cambio en Cuba a través del levantamiento de sanciones
calificadas por el papa Juan Pablo II como “inmorales, ilegales y
contraproducentes”. Llamamos a nuestros compatriotas en la diáspora a visitar la
Isla con motivo del Año Jubilar, particularmente durante los días de la visita
papal. Pedimos a Dios para que la visita del Santo Padre Benedicto XVI consolide
las sendas transitadas por nuestra Iglesia para la consecución de estos
profundos anhelos nacionales y contribuya, además, a abrir nuevos horizontes de
esperanza para el pueblo cubano.
¡Que María Santísima
de la Caridad del Cobre, Reina y Patrona de Cuba, acompañe a nuestro pueblo y a
su Iglesia en el camino ineludible de la renovación
nacional!
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