Desde el sitio de Ichikawa
Emilio Ichikawa
Una mañana se corrió en el pueblo que había que ir haciendo la cola
porque al mediodía se iba a repartir el pan. Gratis. Así que a eso de
las 8:00 ya estaban formados en el parque, en disciplinado orden, los 20
habitantes de la marca para recibir los 15 panes correspondientes:
I I I I I I I I I I I I I I I I I I I I
I I I I I I I I I I I I I I I
Mientras esperaban la llegada del camión, a eso de las 10:00, se pudo
comprobar que del 1 al 10 se conversaba animadamente sobre lo buena que
estaba esa cola: “Oye, que mientras en otros lugares del mundo las
colas se rompen, esta cola nuestra se ve de lo mejor.”
Del 11 al 15 había menos optimismo, pero mayor serenidad intelectual y
hasta cierto sentido de la historia: “Es cierto, la cola es muy buena;
aunque no sería la primera vez que una cola de apariencia tan sólida se
rompiera.”
Por supuesto que una ruptura en la cola dependería en gran medida del
estado de ánimo del número 16, que no alcanzaba. Y es posible que hasta
de su filosofía. Si el 16 resultaba estoico o budista no había mucha
esperanza de cambio, pues seguramente iba a esperar por la posibilidad
de la muerte de alguno de los 15 primeros. De ser un escéptico tendría
varias opciones; por ejemplo, disentir de la cola: “Yo me quedo en esta
cola pero dejen la muela esa de que esta es la mejor de las colas
posibles”. O irse al exilio: “Oye 17, cubre aquí, que yo me voy a pedir
el último a otro sitio.” O dejarse influir por libros extranjeros: “Una
cola igualitica que esta la hicieron los polacos hace como 60 años…”
Ya en el puesto del 16, el ex -17 ocupaba todas las expectativas
rebeldes. Pero como había mejorado, no era probable esperar de él una
actitud renovadora hasta pasado un tiempo; en que se trivializara su
embullo.
Hay que decir que según cómputos realizados a eso de las 11:15 de la
mañana, los fondos destinados desde el exterior a financiar la
revolución del 20 se perdieron por la combinación de una correcta
apreciación científica y una errónea conclusión política. Es decir: los
analistas concluyeron -correctamente- que si alguien podía estar
disgustado con la cola era el último; destino que lo convertía en un
potencial elemento revolucionario. Lo que sucede es que nadie advirtió
que la cola había durado ya tantos minutos, tantas horas, que el 20 en
lugar de estar indignado estaba triste, y lo único que deseaba era que
acabaran de repartir el pan de basura ese para largarse a jugar dominó a
su casa; no importa si con la barriga vacía.
Así que, achantao el 20 (ido el 16 y adelantao el 17), como
potenciales rebeldes en esa cola quedaban el 18 y el 19. Entonces uno
comentó: “Oye 18, tú crees que nosotros podamos tumbar la cola esta
contra los diecisiete restantes…” Fue el 19, que empezaba a desanimarse.
“Yo creo que deberíamos hablar con el 15, porque en fin de cuentas él
tampoco está muy seguro en la repartición.” “Pero hay un problema, dicen
que el actual 15 es primo del 3…” “Sí, pero es hermano del viejo 16,
que se fue pal carajo de esta cola inútil”. “Ah, entonces vamos a
esperar un poco… que ahí llegó ed carro ed pan”.
Comenzada la repartición, con el alimento en la mano, el número 1 se
dio vuelta y comprendió que cuatro habitantes del pueblo se iban a
quedar sin comer. O almorzar. Y se le ocurrió la idea de que si 15, 14,
13, 12, 11, 10, 9 y 8 donaban ¼ de su pan, se podían conseguir cuatro
medios panes para 16, 17, 18 y 19.
Así que pan, lo que se dice pan, pan completo, le tocaría al 2, 3, 4,
5, 6, 7 y, por supuesto al propio 1, que había sido el de la idea. Tan
genial fue su proyecto, que inmediatamente el 2 propuso que el grupo de
seis donara ¼ de su pan; por tres razones: para tener las mismas
limitaciones que los demás (cola, pero en democracia); para crear una
reserva por si alguien necesitaba alimentarse durante el resto del día y
para ofrecerle al ex – 16 (¿exiliado o emigrante?) a ver si regresaba
al parque. Hurra.
El 2 estableció que en lo adelante solo el 1 recibiría el pan entero y
que esa sería una distinción que no podría adjudicarse a ningún otro
número en la historia de ese pueblo.
-ILUSTRACION: Chris Sharp: bcm.bc.edu
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