Por Andrés Pascual
Cuando Cuco Conde decidió oponerle a Mantequilla Nápoles a
Carlos Monzón como retador a la faja mundial mediana, no hubo ninguna
otra razón que precipitara al cubano-mexicano a la debacle que el
dinero: el oriental era campeón mundial y nadie le bloqueaba la
posibilidad ni de boxear con cuanto clasificado apareciera en las 147 ½
libras ni, mucho menos, despojarlo de la faja que poseía con tecnicismos
que favorecieran a otros.
Mantequilla fue el mejor boxeador libra por libra durante por
lo menos 7 años, entre 1967-1973: de los muy pocos reales peleadores de
tres distancias de la historia, que todo lo preparaba en cuestiones de
segundos, por lo que no dejaba nada, como Robinson, a la improvisación;
con un estilo peculiar de esquivar los golpes rectos, también como el
Azúcar de Hárlem, con un ligero movimiento de la cabeza; con pegada y
con resistencia. El tipo era un peleador completo de las zapatillas al
pelo, era mucho mejor que Monzón técnicamente, pero no podía ganarle a
aquella muralla, por cuya extensión entre un brazo y el otro parecía que
podía abrazar el universo.
Monzón era un mediano natural y el cubano un welter-ligero
bajito, mantenido a la fuerza en un peso entre 143-146 para cada pelea,
es decir, que era casi un ligero con pegada para noquear welters, pero
no a un 160 libras, además de alto, muy fuerte y que pegaba como un
lightheavy.
Nadie supuso que Nápoles podía ganar, pero lo interesante era
“la bolsa más que la vida” de la famosa encrucijada de cuentos de
barbería. Entonces el miura argentino demolió al pupilo de Kid
Rapidez…Pero Mantequilla podía boxear, nadie le impuso nunca
restricciones fantasmas que lo llevaran al matadero y por eso ganó una
fortuna y por eso está entre los tres mejores boxeadores latinos de
todos los tiempos, lo que casi nadie dice nunca; tampoco que le hubiera
podido arrancar la cabeza lo mismo a Chávez que a Durán que al
pipisigallo…
Yuriorkis Gamboa no ha podido demostrar lo bueno que es
porque, casi como Rigondeaux, apenas les dan trabajo, algo inversamente
proporcional a las carreras de los boxeadores cubanos que se iniciaron
como profesionales en Cuba, sobre todo a los que ganaron campeonatos.
Lo que ocurre con Rigondeaux no tiene nombre: no le dan peleas
y, en la novena, luego de más 2 años como profesional, gana una versión
de la faja mundial del peso supergallo; más insólito y destacable que
las 7 que necesitó Spinks para imponerse a un Alí que ya estaba
liquidado, o que la necesitada por el ex campeón olímpico en
Melbourne-56, Pete Rademacher, que debutó profesionalmente discutiéndole
la faja de los completos a Floyd Patterson, pero el campeón lo noqueó y
no pudo pasar de un peleador mediocre con menos de 25 peleas en su
historial.
A estos dos cubanos y a otros como Lara no los quieren en el
circuito que manipula la “pandilla” que tiene como sede de la velada
importante a Las Vegas; por eso no les dan trabajo, para que, entre la
inacción y la frustración, se oxiden y no puedan ganarle a nadie de sus
bultos de una sola dirección: el antiboxeo de la era de las carnicerías a
puños desnudos o “bare fists”.
La desesperación por pelear, por hacer el dinero que merecen,
fue que, posiblemente, condujo a los apoderados de Yuriorkis a aceptar
una pelea que es una trampa que le tendieron al cubano para que Brandon
Ríos le gane, si por demolición, mejor.
Para que se niegue todo lo positivo que han hablado sobre él,
ya deben haber pagado a la crónica, tanto en inglés como en español de
cierta importancia, aunque no necesariamente brillante.
La pelea contra Brandon Ríos es un atropello provocado contra
el cubano y, por los mecanismos empleados para tenerlo fuera del negocio
sin pelear, inevitable.
Gamboa es mejor que Ríos, pero, como le sucedió hace 39 años
en París a su paisano Mantequilla Nápoles, tiene pocas posibilidades de
ganar por, exactamente, lo mismo que imposibilitó al protegido de Cuco
Conde ¿Por qué le hacen esto a los cubanos los que saben que
cualquiera de ellos sería un éxito contra mexicanos o contra boricuas?
¿Por qué son “aburridos”? No, ¿Por qué pudieran acabar con el brillo de
sus propiedades muchas veces infladas? Puede ser…
Sin embargo, resulta curioso que estos traficantes de la
desverguenza rechacen el dinero que provocarían estas peleas de gran
atractivo para cualquier público que, para hacerlas todo lo exitosas que
prometen, se encargarían de reactivar promocionalmente los viejos
encuentros Cuba-México, cuando los antillanos le caían a patadas por el
trasero a cuanto azteca encontraban en el ring, lo mismo “aburriendo”
como Luis Manuel o Zulueta, que a tranca limpia como Pupy García.
Por eso resulta extraño que los apoderados y el sector de
prensa que cubre a los cubanos, no traten de entrar seriamente al
agujero que esclarezca dudas más que razonables, las que, por indicios
que hay (Arum y Sulaimán sobre todo) la luz al final del camino pudiera
estar en La Habana en el lecho del moribundo tirano y en las Oficinas
del MININT.
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