Antonio Arencibia/
Hace apenas una semana ha terminado la Conferencia del Partido
Comunista de Cuba sin aportar nada nuevo, pero entre los criterios
vertidos por algunos opositores y disidentes cubanos de dentro de la
Isla ha llamado la atención el planteamiento de que Raúl Castro “ha
perdido la última oportunidad”. Aunque es comprensible que en el
debate político se le exageren los errores al adversario, esto
confunde a los que se oponen al régimen, porque equivale a decir que
se esperaban importantes cambios de índole política en ese evento.
Los
cambios, por lo menos los que se proyectan y se suponen que se
empiezan a aplicar, son solo los de la “actualización” económica
neocastrista, que la cúpula raulista impuso en el VI Congreso del
PCC. Nada más se podía esperar de la Conferencia que no fuera lo que
el propio dictador-sucesor había anunciado: limitar a dos períodos
de cinco años el tiempo de los que ocupen cargos de dirección en las
principales instancias del régimen (Gobierno, Partido, Estado). Esa
auto renuncia consensuada de los detentadores vitalicios del poder
solo se hará de forma puntual en caso de imposibilidad física o
mental.
¿Qué importancia tiene que no surgieran ahora mismo los nombres de
los nuevos prospectos a “cuadros dirigentes” de nivel superior,
escogidos de la llamada cantera que la Comisión Ejecutiva del Buró
Político ha estado formando, como dicen “sin prisa, pero sin pausa”?
Primero se tienen que llevar a cabo un par de “grandiosos funerales”
y algunos otros no tan grandes.
¿Acaso alguien imaginó que los comandantes y generales surgidos de
la guerrilla iban a renunciar en bloque a la dictadura del partido
único que ellos aceptaron para perpetuar por otros medios su propia
casta militar? Ese clan de abuelos privilegiados, ungidos por el
contubernio de más de medio siglo con los Castro, son cualquier cosa
menos suicidas. Además, están tan acostumbrados a disfrutar de las
“mieles” que han arrebataron a la burguesía criolla que no hace
falta una “piñata”, pues esta se hizo en los primeros años del
llamado Gobierno Revolucionario.
Por
otra parte, medio siglo de mando es demasiado, incluso para esos
veteranos, que estarían dispuestos a hacer mutis, pero están
obligados a permanecer junto a Raúl Castro en la implementación de
los futuros acuerdos sucesorios, con la esperanza de que la nueva
tripulación no hunda definitivamente el Granma.
El
problema de que el Partido Comunista de Cuba garantice la
continuidad histórica de la Revolución, mediante la dictadura
colectiva, como reiteró la Conferencia, y recoge el artículo 5 de la
Constitución castrista, dependerá de la eficiencia económica que
resulte de ese proyecto híbrido en que se está convirtiendo el viejo
sistema.
Cambio de mentalidad, el milagro pendiente
Nadie en su sano juicio podía esperar otra cosa de la Conferencia
que no fuera adecuar el estilo de trabajo del partido único al apoyo
de la estrategia neocastrista, que pretende transformar
paulatinamente el socialismo de estado en un “socialismo de
mercado”, que no sería más que capitalismo de estado vergonzante.
Para ese objetivo estratégico se requiere un milagro: que los
militantes del Partido Comunista y la UJC, así como los dirigentes
de la central sindical oficialista (CTC), cambien súbitamente de
mentalidad. Ahora deben no solo aceptar, sino estimular, las
actividades laborales de cooperativas y empresarios privados,
bautizados con el nombre de “formas empresariales no estatales”.
También deben insistir en la absurda sindicalización de los
cuentapropistas y predicar los nuevos principios “políticamente
correctos”, buscando que se ejecuten las entregas planificadas al
estado, el pago puntual de los impuestos, o que no se exageren los
precios de los productos y los servicios. Tareas casi imposibles de
cumplir en sectores donde se ha autorizado al genio de la búsqueda
de ganancias salir de la lámpara, en medio de una gran escasez.
Pero, “la militancia”, aprendiendo de cincuenta años de doble moral
de sus propios dirigentes, va a simular no solo que cumple su nueva
misión, sino que cree en ella.
Junto a esas formas no estatales a las que todavía el estado no
garantiza siquiera recursos, han surgido grandes planes que a
primera vista se parecen a los faraónicos proyectos de los tiempos
del castrismo puro y duro, que tantos recursos consumieron antes de
fracasar.
Pero lo que marca la diferencia con aquellos es que la modernización
del puerto de Mariel, la ampliación de la refinería de Cienfuegos, y
la perforación petrolera en aguas profundas de la Zona Económica de
Cuba en el Golfo, están concebidos y dirigidos por empresas mixtas
con capital extranjero venezolano, brasileño, chino y español.
Se
trata de obras, en sectores estratégicos, que rebasan en su
implementación y funcionamiento pleno el tiempo de vida de la
gerontocracia. Pero, aún siendo esos planes muy sensatos y bien
estudiados, se han creado en el marco de un régimen burocrático,
ineficiente y proclive al incumplimiento de sus compromisos de
pagos. Por ello, si fracasaran, sus costos habrían de sumarse a la
enorme deuda que los Castro dejan para que se le cobre al pueblo
cubano.
Ahora bien, aunque los riesgos de estas grandes obras han sido bien
calculados por los inversionistas, en caso de dar resultado esas
inversiones, los beneficios que aporten tardarán varios años en
producirse, por lo que es imposible aducir que “beneficiarán a los
Castro”.
¿Cómo se aplica el “Zhuanda Fangxiao” en Cuba?
Pero, como antes se planteó, lo que puede volcar el bote del
neocastrismo es la ineficiente economía interna. Los últimos parches
aplicados por el régimen, como la cooperativización de barberías, o
la autorización, mediante pago de tasas, de los anuncios de los
negocios privados, parecen cambios, pero no van al meollo de la
cuestión.
La
rémora para un despegue económico es el sector estatal de la
economía. Los altos gastos que ocasiona la creciente importación de
alimentos demuestran que la agricultura estatal está en quiebra, y
que no basta con el pequeño y asfixiado sector privado y cooperativo
para abastecer a la ciudadanía.
La
que fuera azucarera del mundo tiene que comprar azúcar a otros
países, y la industria del ramo ha tocado fondo al producir menos
que en las zafras de tiempo de la Colonia. En un encuentro
periodístico durante su reciente visita a Cuba, Dilma Rousseff
apuntaba la entrega de créditos al régimen por 400 millones de
dólares para comprar alimentos de Brasil, y de otros 200 millones
para mejorar la agricultura de la Isla. No obstante, el estímulo a
la iniciativa privada extranjera es bien escasa, y solo se ha
autorizado la inversión brasileña en el sector azucarero en un solo
central, de los cerca de medio centenar que quedan activos, pero
poco eficientes, tras el desmantelamiento de la industria ordenado
por Fidel Castro.
Como ha señalado el colega Lázaro González, la esencia del
capitalismo de estado chino se recoge en el lema "El Zhuanda Fangxiao" ,
surgido durante la reforma de las empresas estatales de 1997, que
significa: “mantener lo grande, deshacerse de lo pequeño”. Pero
parece que la cúpula neocastrista no ha leído correctamente el
manual, pues están dejando deteriorar lo grande que tienen, y
obstaculizando lo pequeño, que necesitan que se consolide.
Veamos como persisten en ese error. Hace algún tiempo el régimen le
compra carne a Brasil para la cuota normada de niños capitalinos
menores de trece años, y ahora nos enteramos por un informe de la
ONE, (Oficina Nacional de Estadísticas de Cuba), que la producción
estatal decayó de un 79,4 por ciento en el 2010 al 67,9 por ciento
en el 2011, y esto trajo como resultado el decrecimiento general de
2,100 toneladas de productos cárnicos por parte del estado.
O
sea, que en el 2011, aunque el sector privado y cooperativo
incrementó la producción de cárnicos un 14 por ciento más que el año
anterior, el sector estatal de la carne -responsable hasta entonces
del grueso del abastecimiento- redujo impunemente sus volúmenes,
agravando la escasez y afectando los precios. Como consecuencia de
esa política generalizada en el sector agropecuario, el informe de
la ONE apunta que los cubanos se enfrentaron en el 2011 a la
inflación de precios de artículos de primera necesidad, pagando casi
un 20 por ciento más por la compra de alimentos.
Por
supuesto que la prensa oficial no toca el tema de por qué se redujo
el volumen de producción cárnica estatal respecto al año anterior, y
solo habla en abstracto de la falta de previsión en la alimentación
ganadera, porque el gobierno había decidido recortar gastos en
pienso importado. Según el diario Granma, en una sola de las
actuales 15 provincias del país, Villa Clara, murieron en 2011 “a
causa de la desnutrición, accidentes u otras razones” nada menos que
19,157 reses, sin contar otras 1,300 que fueron robadas y
sacrificadas.
Es
decir, a pesar del alboroto sobre el cuatrerismo y el “hurto y
sacrificio ilegal de ganado”, contra lo que el dictador-sucesor ha
llamado a una campaña represiva, estos delitos en la provincia de
Villa Clara representaron solamente menos del 6.8% de las muertes de
ganado en esa provincia provocadas por negligencia e ineficiencia
“socialista”. Sin necesidad de calcular o suponer cifras nacionales,
se trata de un dato impresionante que muestra negligencia criminal,
lo que supone en cualquier otro país una acción judicial que debería
alcanzar, cuando menos, a funcionarios de nivel provincial.
¿Qué cambios?
Pero se trata de Cuba, donde Raúl Castro está iniciando los “cambios
requeridos”, -pero como repitió en diciembre pasado-, con las
siguientes condicionantes: “sin prisa”, “paulatinamente”, “con la
integralidad y gradualidad requeridas”, “sin apresuramientos ni
improvisaciones”. Es que la reforma más difícil de lograr es aquella
que “los de arriba” quisieran, pero no pueden, porque temen a sus
consecuencias.
Ese
es el problema de la “actualización” neocastrista, basada en el
voluntarismo de unos dirigentes que la quieren aplicar para evitar
el abismo a donde ellos mismos condujeron a la nación.
Es
voluntarismo también ignorar a los que advierten que no se puede
mover nada en la economía que no repercuta en otros elementos del
modelo. ¿No saben acaso que cuando se autoriza la empresa no estatal
y no se crea para ella un mercado mayorista que la abastezca, se
propician el mercado informal y el delito? Si el estado va a
mantener las grandes empresas, ¿cuándo y cómo las van a hacer
funcionar? Y las que no funcionan ¿las van a dar a productores
nacionales o extranjeros, o las van a canibalear, como ya hicieron
con los centrales azucareros demolidos?
Los
neocastristas no son otros, sino los mismos que, tras décadas de
adoctrinamiento, fracasaron en el proyecto de un “hombre nuevo”, y
ahora quieren crear de la noche a la mañana un homo economicus
cubensis eficiente y cumplidor de la ley. Creen que basta con
una especie de conversión de fe para una nueva forma de hacer y
producir, pero le temen tanto a la iniciativa privada que la
inmovilizan con la camisa de fuerza de las prohibiciones, los
impuestos y los controles abusivos.
Pero ese cubano emprendedor, aún obstaculizado y controlado hasta el
extremo, hará uso de su habilidad de superviviente para arrancarle
cada día otro pelo al lobo.
Es
un ritmo lento que no consolida nada, pero con él al menos se sigue
acercando el fin del calendario de los Castro. Mientras tanto, el
general Castro viaja a Caracas para conmemorar con Hugo Chávez su
fallido golpe de estado de 1992 y ver qué más le puede sacar. Y el
Comandante aprovecha su ausencia y llena un teatro en La Habana
durante seis horas para entretenerse en tonterías con ministros y
altos funcionarios que no pueden rechazar su citación urgente.
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