domingo, enero 22, 2012

¿Que clase de apoyo necesita el pueblo cubano?


Por Andrés Pascual

       Lo primero que deben hacer los gobiernos que, desde posiciones de supuesta importancia de liderazgo en alguna región, incluso mundial, aparentan que les preocupe el estado de los derechos civiles en Cuba, es abandonar la hipócresía del comunicado que “condena o denuncia al gobierno cubano” -nunca lo llaman por su nombre, tiranía dictatorial-  por la muerte, tampoco asesinato, del opositor…”.
       En menos tiempo de lo que nadie hubiera podido suponer, tres patriotas han sido asesinados en la Isla: dos por no asistirlos durante huelgas de hambre y, la otra, vilmente a la manera que saben esos criminales.
       ¿Cuántas inmolaciones valientes se necesitan para romper una inercia inaceptable por inmoral, por apática y por desganada? ¿Todavía les resulta tan atractiva al mundo “la obra del castro-guevarismo”, al punto de que pueden permanecer callados ante la verdadera de esos bárbaros? Las declaraciones condenatorias no son más que gestos diplomático con el que creen que quedan bien con algunos, que lo aceptan y, sin un ripio de verdadera moral patriótica, las promueven y propagandizan; otros no, por mil razones sabemos con quién están comprometidos…
       El odio al americano es tan brutalmente significativo, incluyo a la Administración Obama,  que, se puede sacar en conclusiones, a quien no van a dejar morir bajo ninguna circunstancia es al castrismo, aliado en la “lucha antiyanqui”, ícono de esta subversión reaccionaria y peligrosa.
       La consolidación del castro-comunismo en Cuba tuvo al propio pueblo como factor de importancia durante los sesentas; pero sería injusto no tener en cuenta, también como una colaboración interesante, a Europa Occidental y a Estados Unidos, a través del apoyo a Castro de muchos de sus intelectuales de la izquierda borracha de hastío en Montparnasse, en Nueva York o en La Gran Vía, sedienta de la épica ajena que les equilibre su condición de homosexuales, atraídos por hechos repudiables de villanos encubiertos en “revoluciones”, que nunca han tenido coraje para acciones dignas y espectaculares; de sus grupos liberales, izquierdistas y comunistas, incluso de políticos de nombre.
      En Estados Unidos, desde hace rato, el partido demócrata encabeza el ejército pro-tiranía, que agrupa a elementos de todos los estratos y partidos, con la llamativa oferta de “invertir allá” cuando lo que realmente buscan es mucho más que eso: apoderarse del país y dejar a la nomenklatura como “capataz de la finca”.
      Si no se le aplica a la dictadura “la resolución Suráfrica”, que en realidad fue por Mandela, cercano a Castro, al terrorismo (el CNA lo es), a la ex Unión Soviética, hermanado con el revanchismo negro americano por mucho más que sus raíces étnicas, que nadie ni sueñe que podamos creerle que se preocupan por los crímenes recientes, por los que vengan ni por el pueblo en general.
      Amigo, apoyo, aliado de Obama es el terrorismo izquierdista en el poder en Argentina, si no, medite en la declaración de la Secretaría de Estado americana con respecto a Las Malvinas, que, al proponer conversaciones para resolver el derecho legítimo de Inglaterra en el diferendo, abandonó a la gran Albión, madre patria americana. Sin embargo, esta definición abierta del Califa le desnuda no solo como el antiamericano que es, sino como el americano que no es, dejándole solo en ciudadano ideológico de la nación Islam.
      Con estas evidencias a mano, si el pueblo no se subleva, no hay posibilidades de eliminar a la dictadura del poder y, si ocurriera, todavía corre el peligro de una intervención armada de la ONU, encabezada por Estados Unidos, con la justificación de “parar el baño de sangre” y reponer al castrismo, “capaz de mantener la estabilidad que el Caribe necesita”.
      Mientras, Obama compite contra el recuerdo de “Howling Wolf” desentonando un viejo tema de R& B en un mitin de campaña.

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