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Leonard Cohen, en su comparecencia ante la prensa en París de esta semana. / JOEL SAGET (AFP PHOTO) |
La compañía discográfica en pleno y una docena de periodistas esperan al maestro canadiense en la sala dorada de un hotel de lujo de París para escuchar con él su último disco, Old ideas. En una pantalla de plasma se ve la portada, una foto suya sentado en el jardín de su casa, vestido como los Blues Brothers. Cuando Leonard Cohen traspasa el umbral, suena una ovación. El músico, de 77 años, va tocado con su sombrero, de ala más corta que su nariz. Se lo quita y se inclina para saludar. Debe de pesar 55 kilos. Con su vozarrón grave, dice: "Gracias por venir, algunos desde tan lejos. No voy a miraros mientras escucháis para no controlar vuestras caras de aprobación o rechazo. Luego hablamos". Se sienta y cierra los ojos. Pasará así los siguientes 40 minutos, sin mover ni un centímetro del largo cuello. El disco, mejor decirlo ya, es un monumento dividido en diez tomas que probablemente entrará en la historia del blues más exquisito.
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