sábado, enero 21, 2012

Los Castros y los boxeadores cubanos profesionales


Por Andrés Pascual

      ¿Por qué boxean tan poco los cubanos de la nueva hornada? ¿Cómo es posible que peleen tan a menudo tantos bultos? Esa pregunta, a la que le he dedicado por lo menos 3 artículos, puede se la de “los 64,000”.
      Hay a quienes no les gusta la palabra “conspiración” para definir el cúmulo de circunstancias con el objetivo de destruir algo, de disminuirlo, o de lesionarlo moralmente. Contra los boxeadores cubanos hay una conspiración, de otro modo no es posible tanto atropello.
      Una vez José Sulaimán le propuso a la tiranía “que dejara profesionalizarse a sus peleadores”, la oferta llevaba una coletilla “el CMB se los cuidaría para que el pulpo del boxeo no se los explotara…” Hay que tener la cara dura con total ausencia de gandinga para decir eso. Pero, como se trata de Cuba y de pugilistas cubanos, pues no hubo atención mediática y eso se llama contubernio a favor de la dictadura.
      Un hermano del mandamás del Organismo es amigo de Raúl Castro “desde los días de la preparación de la expedición del Granma” y el propio “regidor” tiene buenas relaciones con esos criminales.
       Bob Arum, judío, ha viajado varias veces a Cuba para promover propuestas de patrocinio del talento cubano para Top Rank. Supongo que le hayan hecho lo mismo que al fallecido Alejo Peralta con los peloteros y los Tigres de México: “debes dar muestras de fiabilidad con actos que lo ameriten”. Castro nunca dejó que sus jugadores se profesionalizaran vía Liga Mexicana.
       Si Arum, Sulaimán y Don King han hecho cosas desleales, inmorales e indecentes contra el boxeo, ¿Por qué no se lo van a hacer al pueblo de Cuba para beneficiar a la tiranía en pro de sus desmedidas ambiciones?
       Esa gente tiene más interés en los boxeadores exiliados que nadie, sin embargo, tienen a unos cuantos por aquí, algunos en plano de estrellas ya,  otros rumbo al estrellato, pero los miran por encima del hombro, con una especie rara de desdén por compromiso político.
       Es un entredicho, pero, posiblemente, ese sea uno de los “acuerdos” con la dictadura: echarles alguna sobra para que vivan, pero mantenerlos lejos del banquete para frustrarlos y, por su intermedio, frustrar al que piense abandonar el infierno antillano.
       Anoche el cubano Guillermo Rigondeaux noqueó al boricua Rico Ramos en el sexto round con un gancho al hígado precioso para coronarse campeón mundial AMB de las 122 libras, el puertorriqueño estuvo indefenso e impotente ante el criollo desde que sonó la campana del primero, no porque fuera joven, que la historia de Robinson de Joe Louis, de Alí…comenzó en grande con 3, 4 ó 5 años menos que los 25 del perdedor de este viernes en Las Vegas; sino porque el oriental lo superaba en todo.
       Algunos están utilizando justificaciones poco decentes como que el pupilo de Gossen es un bulto; no, ese señor, aporreado por el nuevo campeón, era monarca mundial, exponía su faja supergallo y pare de contar.
      Es raro que cada vez que boxea un cubano en un pleito importante para su carrera le pongan a Joe Cortez como referí y no sugiero nada, pero tengo una mala imagen de este individuo en una pelea de Casamayor y en otra de Gamboa. En el pleito que le ganó Rigondeaux a Ramos, me pareció que el perdedor hubiera podido escuchar los diez segundos en el piso en el primer round, si el árbitro no le señala tantas veces la esquina al ganador, en la que estaba desde hacía rato.
      Para mí resultó extraño que el cubano pesara 120 libras y el boricua 122, lo que provocaría que subiera con más libras el paisano de Carlos Ortiz; no hubo consecuencias, pero cosas de este tipo las tienen muchas veces.
      La dirección de Ismael Salas, su sentido práctico y su mentalidad de trainer profesional contribuyeron a la victoria de Rigondeaux de la forma como lo necesita: destruyendo al contrario, que es lo que le exigen al pugilista la televisión y un público sediento de sangre en este boxeo pésimo y decadente de hoy, estilo broncas callejeras de clubes. El antillano, que no había dado señales de grandeza más allá de la propaganda alrededor de su carrera como profesional de estado con títulos olímpicos…necesitaba ganar así para cambiar la imagen y enderezar la crítica y lo logró, además, para callar algunas bocas, entre esas, la mía.
      Si sigue así, si Salas continúa con él,  si piensa como profesional, si no abandona el concepto del boxeo como el “arte de dar y que no te den”: cauteloso, rápido, defensivo oportunamente, pero tirando siempre, el oriental está preparado para ganarle a cualquiera en ese peso y, cuando digo cualquiera, sencillamente, ponga usted el nombre que desee.

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