martes, enero 31, 2012

EDITORIAL GUAMAÑANGA · El tributo en la mano

Guama

Y el bayú se acrecienta y se desborda, porque a nadie, ¡pero a naiden! le importa hacer nada en serio, resolver nada, ayudar al otro, arreglar la cagá de muchos, enmendar el rumbo. No, aquí lo que vale es "vivir" del lío, hacerse el loco, victimizarse, llorar, formar gritería sin poner las nalgas y sobre todas las cosas poner baba y tener un cuento que meter y vender. Que si la economía te hace libre y eso. Pajeros todos.

Aquí lo que vale es ser escritora, dar entrevistas, codearse con la inteledtualidá inteledtuá de Uropa y Norteamérica y dar muela, o escribir noveletas sobre el alter ego, quimbar lánguida y lúcida, vender imagen de santa y mamar la noticia, o llorar frente a la prensa lo mala que puede llegar a ser esa máquina oscura que no me deja viajar ni cuidar de los míos que viven allá en el nodte revuedto y brutá, después de haber vivido como reyes en Siboney y Miramar, irte y seguir gozando la vida que para un simple cubiche es inalcanzable y ahora después de vivirla, comerla, chuparla y metérsela, ahora cuando limita es mala, malita mala y hay que denunciarla porque solo cuando nos pisa el cayo, queremos gritar.

No servirá de nada ser miembro del sistema político americano si no se pasea la cara riente por las portadas de cuanto noticiero, periódico, paginita de Internet o boletín aparezca. Habrá que defender lo indefendible, venderse, regalarse si hace falta. Prohibir, atacar, renegar, denunciar tirándose los pelos cada paso que den los Castro’s para terminar chivateando, como buena vieja de Comité cuanta mierda nos parezca que ayuda a un sistema que, hagamos lo que hagamos,  ni se entera de tanto grito y tanta guanajada política, todo para esconder detrás de los espejuelos y la baba una vida de comodidad, party, comisiones, grupos de trabajo, regalías y votos ganados comiéndole la cabeza a las viejas de Miami y a costa de los muertos de hambre (ay del hambre y sus huelgas) de una islita mierdera y descojonada donde jamás pondré las patas ni aunque baje Cristo a la tierra.

Tenemos que cantar, hablar, reunirnos, marchar, poner muela y más muela y más baba para pagar el permiso de salida y el retorno de cualquier minuto a esa ciudad ruinosa y muerta donde tuvimos un programita de televisión aun más mierdero que uno mismo, porque no podemos darnos cuenta que lo que nos hace falta, ni fuera de la jaula somos capaces de buscar otro modo de vida que no sea alabando a un señor feudal que nos trata como chino de batey, todo por tener entre el pecho y la espalda  miserable la incapacidad para poder librarse de la servidumbre.

Por eso tienes que agacharte, callar, olvidarte de los abusos y agradecer, no a Dios en el cielo, si no a la embajada de Cuba en Barcelona que te dejen estar ahí, en la cola de un supermercao español o cobrando el paro o comiendo mierda frente al televisor, pero en Uropa. Y volver con el tributo en la mano, arrancado al sudor y a la sangre para una familia que presa, allá de donde vienes, espera cada mes la remesa mutilada con que ese dueño de todo y todos la regala para que funcione esa trampa eterna, ese círculo redondo y viciado de darte para quitarte después en cada mierda china que venda a sobreprecio y sin garantía y creerte el cuento de que estás bien y arrastrar la “Z” como buen Don nadie que erez y siempre seráz.

Pero si estas allí y no alcanzaste a escaparte o no supiste o no te dió el cuerpo puedes agacharte con falsa admiración delante de quien no manipula y da la cara, tuitear cada un segundo quejas insulsas, infantiles, básicas, huecas. Abrazarte con los menos haciendo como que trabajas por los más, perder la senda, abusar del micrófono, comprarte la parte del pedestal patrio y olvidar el ara, sentar un estilo de manipulación soso, fácil y torvo que parece decir mucho sin decir nada.

¿Para que enumerar lo que sigue y todo suponemos? ¿Aprendimos a palos, viendo, envidiando, queriendo, cumpliendo, trabajando? Nadie se acordará del pobre en la esquina, ni del viejo mísero, ni del niño descalzo, ni de la putica adolescente, ni del enfermo hambreado, porque nadie en Cuba quiere, ni sabe, ni espera, ni busca más que vivir del cuento eterno, de la mentira eterna, de la morronga eterna que garantiza más baba, más muela, más mierda y la necesaria seguridad de que cada paso, tranco, pose o palabra garantice que Cuba siga como está pues si cambia, aunque sea en lo más mínimo, ¿qué vamos a hacer para entretenernos?

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