miércoles, enero 11, 2012

Democracia y capitalismo en Cuba

no importa quien lo diga sino lo que se dice.
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Por décadas en el exilio cubano de Miami se ha mantenido el credo de que llevar la libertad a Cuba pasa por la reinstauración de un sistema político dominado por el mercado. No es cierto. Capitalismo y democracia no son sinónimos. Pueden coincidir, pero no necesariamente. Se puede aspirar a que en la isla exista un Estado de derecho, el respeto absoluto a los derechos humanos, la propiedad privada y la libre empresa, sin que ello implique añorar una vuelta al pasado y apoyar la ilusión de convertir a La Habana en una copia de Miami.
De hecho, cada vez cobra mayor fuerza la evidencia de que el proceso de ´´actualización´´ que lleva a cabo el gobierno de Raúl Castro está muy cerca de una vuelta al capitalismo con cortapisas ¯en sus aspectos más superficiales y despiadados¯ y en nada interesado en el menor cambio en lo que respecta a las libertades ciudadanas.
Los fanáticos del neoliberalismo, que suelen confundir la falta de regulaciones y controles del mercado con la libertad política, deben leer una reseña de varios libros, que tratan sobre la supuesta decadencia mundial de Estados Unidos, realizada por Ian Buruma en el número del 21 de abril de 2008 en The New Yorker.
Buruma hace referencia a The Return of History and the End of Dreams, el libro de Robert Kagan, el ideólogo neoconservador de mayor talento en Estados Unidos. Dice Buruma que Kagan hace una buena observación al señalar lo que pasan por alto quienes creen que con sólo las bendiciones combinadas del comercio, capitalismo y propiedad creciente se llega inexorablemente a una democracia liberal.De acuerdo a Buruma, lo que se subestima es el atractivo internacional de la autocracia. La Unión Soviética, después del impulso inicial que recibió la industrialización fue un modelo de fracaso económico. Pero la China actual, hasta el momento, no lo es. Como dice Kagan, ''gracias a décadas de destacado crecimiento económico, los chinos pueden argumentar hoy que su modelo de desarrollo económico, que combina una economía cada vez más abierta con un sistema político cerrado, puede resultar exitoso para el desarrollo de muchas naciones''.
Un sistema similar al chino o al vietnamita, con las variantes tropicales al uso, es lo que debe estar en la mente en más de un tecnócrata o funcionario cubano. No es siquiera que el ideal de Raúl Castro sea la ¯puesta en práctica de ese modelo. Si algo se desprende de la realidad cubana actual, las declaraciones del jefe de Estado y los avances y retrocesos que han traído lo que la prensa extranjera llama ´´reformas´´ y la oficial de la isla denomina ´´actualización´´, es la existencia de un conjunto de medidas de supervivencia para navegar en el caos sin que se produzca un estallido social. Hasta ahora ¯hay que señalarlo¯ lo han logrado como si fueran los dueños absoluto del tiempo. No hay mérito en ello si se recuerda el ejemplo más de moda en estos momento, Corea del Norte, pero la casta militar cubana ha dado muestras de desempeñar con efectividad un rol productivo y no limitarse al poderío parásito de los militares norcoreanos.

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