Por Andrés Pascual
Antonio Margarito tuvo la oportunidad de pedir parlamento por segunda vez en su carrera y decidió por la esencia del guerrero; es decir, por la condición del profesional de Fistiana: “hay que cegarme y ni así me rindo por cuenta propia…”
En la primera pelea contra Miguel Coto no tuvo el handicap de la visión de un ojo maltrecho, Coto tampoco y se tiró y se quedó esperando la intervención de la esquina.
El boricua utilizó lo de las vendas contaminadas como posible justificación a su derrota hace 3 años, para hacer más convincente su victoria antenoche en el Garden; sin embargo, parece que olvida que estuvo al frente de aquella pelea durante casi nueve rounds, sobreboxeando al mexicano y eso lo contradice; además, todo el mundo ha estado en control de que no mantenía igual nivel de resistencia al comienzo de un pleito que en los rounds finales; aunque, vale la pena decirlo, a Mayorga lo destruyó en el episodio 12.
Algunos entendidos plantean como sospechoso el que Coto se hubiera opuesto a salir del Madison Square Garden si el pleito hubiera sido movido de escenario por lo de la licencia del mexicano, algunos han dicho que “allí no pierde el puertorriqueño ni muerto”, yo no lo creo, por lo menos el tipo de pelea como la del sábado casi nunca llega a las manos de los magistrados para que ensucien más al boxeo con una de esas decisiones tan contaminadas que ofenden.
Margarito, que ha acusado al galeno de “proteger a Coto” al parar la pelea por nocao técnico, tampoco tiene razón, aunque quizás crea que hubiera podido venir de atrás y ganar, como sucedió en el primer encuentro, pero en aquel momento no estaba limitado al 50 % de la visión.
Migue Coto “le cayó arriba” al ojo lastimado del mexicano y se lo cerró, el problema fue que Margarito ni pudo ni supo evitarlo y, asignatura aprobada por los boxeadores medianamente técnicos: proteger la parte lastimada y ripostar con efectividad.
En 1974, en La Habana, el yugoslavo Mate Parlov subió a discutir el oro en la división lightheavy del Campeonato Mundial Amateur I contra el soviético Oleg Karataev; Parlov tenía 7 puntos en su ojo izquierdo producto de una brutal pelea contra el cubano Gilberto Carrillo, el trabajo del ganador fue tan brillante que no solo logró proteger su herida, sino que le abrió una mayor al perdedor que condujo a parar el pleito por intervención del referí. Moraleja, “el que sabe puede” y Antonio Margarito, que tiene tanto valor como el que más en los últimos 20 años, todavía no ha aprendido cosas tan obligatorias como cuidar una herida y ganar a la riposta.
Una vez Sam Langford boxeó completamente ciego, el cubano Kid Charol vomitando sangre por una hemotisis en Argentina y Carmen Basilio [foto], con un ojo peor que el de Margarito, que le obligó a pelear de frente 9 rounds, le ganó a Robinson, leyó bien: a Sugar Ray Robinson.
En el boxeo, una vez que un peleador sube, no es para proteger su futuro ni a su familia ni su integridad física por su propia cuenta, eso es tarea de “los otros”, sino para cumplir el sagrado compromiso con el brutal deporte de “ni muerto me puedo rendir”, o se busca otra profesión. Que Dave Moore se hubiera salvado si se deja caer ante Ultiminio Ramos, o Paret ante Griffith, también es verdad, pero…
Ahora, en el caso de Margarito, nada hubiera cambiado el resultado si lo hubieran dejado seguir porque, sencillamente, no podía ganar.
A Coto hay que aplaudirlo hoy porque ganó y ganó bien, sencillamente eso: boxeó y pegó igual que en el primer pleito, pero en este se encontró superior físicamente que su contrario y lo supo aprovechar.
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