Por Andrés Pascual
Fíjese que los Filis de Filadelfia, que se fundaron hace 128 años (1893),
son el club con más tiempo asentados en una ciudad sin cambiar el nombre
original; por eso, porque son una franquicia realmente veterana y tradicional,
con más penas que glorias para una fanaticada que no los abandona nunca y han
tenido motivos de sobra, pues nadie los iguala en juegos perdidos.
Treinta y cinco jugadores que han vestido la franela roja y blanca son
inmortales, incluyendo al boricua Tany Pérez; pero Alexander, Kid Nichols, Dave
Bancroft, Chief Bender, Ed Delahanty, Hughie Jennings, Chuck Klein, Lajoie,
Eppa Rixey o Hack Wilson también y, de tiempos más o menos modernos, Mike
Schmidt, Carlton, Robin Roberts o Richie Ashburn los acompañan.
Tienen
una historia negra moderna de “fatales”, el caso es que padecen de un extraño
complejo que les hizo meterse en una racha perdedora a principios de los 60’s
(23 derrotas seguidas en 1961) que, si hubiera sido en Sao Paulo con el Santos,
no hubiera quedado un paulista que no se hubiera suicidado; pero aquí no: es
Filadelfia, en Estados Unidos y el fanatismo beisbolero no arrastra a tanta
barbarie como el balompié; además, un McDonald costaba centavos creo, por lo
que no había vocación para convertir el pasatiempo en un puente al infierno. A
aquel club lo dirigió Gene Mauch, que lo había hecho en la Pequeña Serie
Mundial de La Habana con el perdedor Minneapolis contra los Cubans. Fue el que
botó de los Filis y lo colocó en el “libro negro” a Panchón Herrera, porque no
le caían bien los cubanos y el inicialista no pudo volver a las Grandes Ligas
jamás con clase de sobra.
De
ese terrible 1961, rebotaron con esperanzas, sobre todo, porque aparecieron
Johnny Callison, Richie Allen, Cuqui Rojas y sus paisanos Tony Taylor y el
Haitiano González y los pitchers Cris Short y Ray Culp. El Día de los Padres de
1964, Jim Bunning lanzó un juego perfecto contra los Mets de Nueva York, que
salvó Taylor en el 8vo con una zambullida hacia primera.
En 1964
desperdiciaron una ventaja de 6 ½ en primer lugar en septiembre. Oiga esto, en
segundo venía la nave cardenal, que tiene otra historia al revés de los
“cuáqueros”: “si abres una hendija, se cuelan”, por lo que desplazaron al
Filadelfia y estuvieron en el Clásico de Octubre contra la edición, aunque
avejentada y adolorida, de los últimos Mulos de Manhattan con categoría
gloriosa.
Después ganaron en 1982 contra Kansas City y en el 2008 contra Tampa. En
1915 ganaron un solo juego en la Serie Mundial, a la cuenta del maestro Pete
Alexander. Claro que no son el peor club en la historia de las Grandes Ligas,
solo digo que se ponen fatales, la mayoría de las veces pasa algo para que los
sorprendan…
Ahora fue Carpenter con un pitcheo soberbio el que los sometió sin
carreras y tres hits, derrota a la cuenta de Roy Halladay, que tiro igual, pero
“se puso fatal”.
Los
Cardenales ganaron porque su historia es una rara combinación de jugadores
valiosos con alto perfil de heroísmo, son la Pandilla del Gasómetro, que
dejaron a Ted Williams sin anillo de campeón por un corring suicida y
espectacular de Enos Slaugther en 1946 y un staff en que todos sus lanzadores
fueron zurdos. Este club tiene récord de 3-1 contra los Yanquis en Series
Mundiales.
Si pasa el San Luis, pues se garantiza
la guerra; si contra Detroit, pues hay historia; sobre todo, un capítulo
pendiente de 1968, cuando Curt Flood le partió tarde a un batazo al center y
Gibson perdió uno que dio “grima”.
Una
Serie Mundial Detroit-San Luis puede resultar taquillera; otra, un fracaso
económico aunque resulte un éxito en lo artístico y en lo deportivo.
Por ahora, la historia se reafirmó otra vez: el famoso staff del
Filadelfia no estará en la Serie Mundial; los increíbles Cardenales siguen
vivos y los Yanquis, bien gracias, con la justificación, siempre a mano de los
clubes sin mérito ni historia de:
“veremos qué pasa el año próximo”.
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